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La funcionaria de Cabra logra que el Consistorio la aleje de su maltratador

María Dolores mostrando la sentencia en su casa

Alfonso Alba

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María Dolores Rosa se reincorpora a su empleo tras recibir garantías de que su expareja, un operario municipal con orden de alejamiento, no se cruzará con ella en horas de trabajo

Tras siete meses de baja, María Dolores Rosa Álvarez se ha reincorporado esta mañana a su puesto de trabajo en la Biblioteca Municipal de Cabra. La mujer reivindicaba que el Ayuntamiento hiciese cumplir una sentencia que ordena que su expareja se mantenga alejado de ella en un radio mínimo de 250 metros. El problema era que tanto la mujer como su maltratador son trabajadores municipales y sus horarios e itinerarios muchas veces coincidían.

Hace un mes, María Dolores estalló e hizo pública la angustia que vivía por este hecho. Después de que su caso saliese en todos los medios de comunicación, el Ayuntamiento decidió intervenir. Hace unos días, María Dolores supo que volvería a incorporarse a la Biblioteca después de recibir garantías del Consistorio de que se respetarán los radios de alejamiento.

“Estoy satisfecha y muy contenta de volver a mi trabajo. He recibido muchas muestras de apoyo”, señalaba esta mañana la mujer. “Pero todavía me preocupa una cosa. En el horario que tengo, de 10.00 a 14.30 y de 17.00 a 21.00, hay momentos, sobre todo por la tarde, en que las calles están desiertas. Ahora en verano, más. No hay nadie”, dice la trabajadora, reconociendo que tiene miedo. “Sé que esta persona está muy enfadada por la repercusión mediática que ha tenido todo esto, así que casi siempre me acompaña alguien en el trayecto al trabajo, mi hijo o algún amigo”, explica.

María Dolores va a seguir trabajando, pero quiere cogerse las vacaciones pronto, “a ver si cuando vuelva han bajado las temperaturas y las calles vuelven a estar transitadas a esas horas. Así me sentiré más segura y podré empezar a hacer vida normal e independiente”.

El calvario de María Dolores comenzó hace más de tres años. El maltratador ya había sido condenado a un alejamiento de 100 metros en 2012 pero siguió acercándose a su víctima, acosándola e insultándola. Fruto de aquellos episodios -llegó a mandarle un SMS llamándola “puta” mientras la mujer se encontraba en la comisaría denunciando- volvió a ser condenado en 2014. Pero esta vez, la sentencia de alejamiento fue mayor: 250 metros.

No sirvió de mucho. Loli, como la llaman sus amigos, contaba hace un mes que el Consistorio no había hecho nada para permitir que se cumpliese lo que dictaba el juez. “Yo trabajo en una oficina y este hombre [su maltratador] es operario de calle, pero en varias ocasiones ha venido donde yo trabajaba o donde yo estaba. Y eso no puede ser porque yo me pongo mala solo de verlo”, sostenía. “Y hay una sentencia que se está incumpliendo”, zanjaba la mujer.

El peor momento para Loli ocurrió hace medio año en unas dependencias municipales que habían sufrido un socavón y que estaban siendo reparadas por la expareja de la mujer. “Cuando llegué, hice por evitarlo y entré por otra puerta, pero él me vio, se me acercó. Pasó a escasos centímetros de mí con una pala en la mano. Yo me puse enferma, lo tomé como una clara intimidación y fui al médico. Al ver mi estado, me dio la baja inmediatamente”, relató la mujer.

María Dolores afirma que puso en conocimiento del alcalde -“con el que tengo una buena relación”- todo lo ocurrido y las consecuencias de la sentencia. Según su versión, el regidor le aseguró que trataría el tema y buscaría soluciones. “Pero no ha pasado nada, no ha cambiado nada, simplemente dicen que este hombre nunca va a estar solo en el trabajo y que estará siempre con un compañero para evitar problemas”, lamentaba a principios de julio.

Un mes después, el Consistorio ha tomado medidas. María Dolores ha vuelto a su puesto de trabajo y espera recuperar su vida normal.

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