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“Me desahucian con una niña de ocho años y un bebé de 16 días”

Amel Jaramillo después de ser desahuciada | MADERO CUBERO

Manuel J. Albert

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Amel Jaramillo, madre soltera de dos hijas, se queda en la calle por orden judicial a causa del impago del alquiler

Hay historias que se cuentan y se adjetivan solas. Pasa con la de Amel Jaramillo. Tiene 29 años y dos hijas, una de ocho y otra de 16 días. Hasta la mañana de este miércoles vivían solas en un pequeño apartamento de un dormitorio en la calle Buenos Aires. Pero poco después de las 9.30, una comisión del juzgado de Primera Instancia Número 1 llamó a su puerta para desahuciarlas a las tres. “Pedí que me dejaran una semana o dos más porque mi niña tiene solo unos meses, pero no ha podido ser”, se lamentaba Amel. En menos de 15 minutos, la mujer ya cruzaba la calle empujando el carro de su bebé y portando una bolsa de ropa y una pequeña bañera rosa de plástico para recién nacidos. Giró una esquina y desapareció. Una amiga suya la acogerá durante unos días.

Media hora antes, la casa de Amel olía a lejía. “Ayer me llevé casi todas mis cosas y lo he limpiado todo para cuando vengan a lanzarme”, decía usando la jerga legal que aparece en los documentos judiciales relativos a los desahucios. Lanzamiento es igual a desalojo. Lanzamiento es sinónimo de calle. Y cada ruido de la calle alteraba a Amel; cada puerta que se abría y se cerraba en el patio de vecinos al que da la ventana de su cuarto le hacía pensar que la comisión estaba a punto de llegar. Pero todavía iba a tardar unos minutos y la mujer aprovechó para relatar precipitadamente su historia.

La vida de Amel ha sido dura. Sin vínculos familiares que la ayuden, ha salido adelante como ha podido, viviendo en pisos ocupados y en locales. Sin formación, su principal sustento ha sido la limpieza y los contratos esporádicos que con ella iba sacando, aunque siempre con sueldos muy pequeños. Pagaba los alquileres cuando podía, siempre con un pie en el desempleo y sustentándose con poco más de los 450 euros de la ayuda social. En cualquier caso, Amel dice que no ha podido hacer frente a los pagos del alquiler. Adeudaba nueve meses. El décimo tampoco lo pagará porque la han echado de casa.

“No puedo pagar el alquiler que es de 325 euros al mes con ese dinero. Primero es la ropa y la comida de mis hijas”, se reafirmaba este miércoles. La mujer lleva nueve años pidiendo una vivienda social con un alquiler mínimo en la que poder vivir. Pero su caso ha ido dando vueltas entre los servicios sociales del Ayuntamiento, Vimcorsa y la Junta. No ha obtenido nada y hoy está en la calle. “Lo único que me han ofertado es irme a un centro de acogida. Pero yo ya estuve una vez en uno y sé que ahí hay gente de todo tipo. No vuelvo a uno así con mis dos hijas”, se quejaba.

Cuatro periodistas y dos vecinos han sido testigos del desahucio. Además, claro, de la comitiva judicial, formada por tres personas y los dos cerrajeros que han cambiado las cerraduras para impedir que Amel vuelva a entrar en la que era su casa. Pero no había nadie más. “Ayer llamé a Stop Desahucios, pero no les encontré”, respondía la madre. La plataforma siempre recomienda llamar en cuanto una persona empieza a tener problemas de pago y riesgo de desahucio, pero insiste en no demorar nunca el contacto con ellos hasta el último momento, pues su capacidad de acción, apoyo y respuesta se limita mucho. “No llamé antes porque mi problema era de alquiler en el mercado libre, no de una hipoteca. Pensé que no era igual de importante...”, explicaba.

A los cerrajeros se les oía trabajar mientras ella bajaba a duras penas el carro de bebé por unas angostas escaleras. En el patio de luces esperó a que descendiesen en fila india los funcionarios, que ya llevaban los papeles listos para ser firmados y terminar el desahucio. Ya en la calle, mientras se alejaba, Amel escuchó una última pregunta ¿Qué harás ahora? “No lo sé. Solo puedo estar en casa de mi amiga unos días, no lo sé...”, se despidió.

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