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Cortés y Gallardo: la fusión no quita lo flamenco

Concierto de Cortés y Gallardo | TONI BLANCO

Redacción Cordópolis

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José María Gallardo y Miguel Ángel Cortés, herederos de dos tradiciones enfrentadas, ofrecieron ayer en el Teatro Góngora un espectáculo de hermanamiento y mestizaje

Cortés y Gallardo, que tienen como principio permitir al rigor debatir con la intuición y enriquecerse de ella, dieron comienzo al concierto con tres interpretaciones símbolo del proyecto de fusión que abanderan y que sin duda debe preocupar a muchos críticos y expertos puristas. Es la opinión de reconocidos guitarristas como

Andrés Segovia, para los que la guitarra flamenca no tiene ni el trabajo ni la perfección de la guitarra clásica, sino que debe ser un instrumento popular. Para esta corriente de autores el flamenco ha de tener sencillez folclórica para no perder su nobleza, y el ejercicio de fusión es siempre ejercicio de manipulación heterodoxa. En palabras de Segovia: “El guitarrista flamenco de hoy ya no presta atención a los ideales de ayer, cuando se valoraba este arte noble por la profundidad de la emoción que producía con recursos de cierta simplicidad. Los guitarristas de hoy son más teatrales, quieren mostrar su técnica, asombrar al público con fuegos de artificio”

No se trata solo de una defensa estética para proteger el cuerpo musical clásico, sino también de una defensa ideológica y añeja que ve en la fusión un ataque al signo emblemático de la identidad andaluza. Quizá estos enemigos de la improvisación hayan olvidado que, en tiempos de Beethoven, por ejemplo, la improvisación jugaba un papel igual de importante que en el mundo del jazz hoy día. Bach, Mozart, Beethoven o Liszt eran grandes improvisadores y, a diferencia de lo que ocurre en el panorama actual, las cadencias en los conciertos eran siempre improvisadas. A partir de la segunda mitad del S.XIX los conciertos de música clásica se fueron quedando exclusivamente en la reinterpretación, y en el S.XX comenzó a seguirse, en general, la partitura de forma estricta.


Tras la interpretación conjunta de Jabonero de la China, Gallardo tocará las Noches de San Lorenzo (Preludio, Fuego y Plaza) en solitario. Gallardo, guitarrista de formación clásica, se enamoró del flamenco cuando, por avatares del destino, tuvo que ayudar a Paco de Lucía -que no sabía leer en partitura- a tocar el Concierto de Aranjuez. Disfrutó del aprendizaje recíproco y descubrió cómo relacionarse con la música rítmica. En su interpretación sentimos el saber de otra guitarra sumergido en el trasfondo de la música clásica, la vocación de conocer las raíces de las que nace la idea que se convertirá en música. Vemos a Gallardo tocar con soniquete, a compás, defendiendo la acentuación y el ritmo. Vemos la técnica depurada de un guitarrista clásico pero también el soniquete de guajiras y bulerías y el ritmo cadencioso y pegadizo propio de un guitarrista flamenco. Ecos del flamenco antiguo de Niño Ricardo y aires de Paco de Lucía para una fusión que logra con buena nota su objetivo enriquecedor.

Cortés tocará en solitario Tagrabu, desplegándose en un flamenco también fusionado, mestizo, un Nuevo flamenco heredero de la expresión musical de Morente o Lebrijano. Convirtiendo la Granaína -que tantos suelen utilizar para exhibir florituras y efectismos- en lugar de mestizaje auténtico. Haciendo del flamenco un lugar de construcción y deconstrucción de identidades.

Seguirán con un Adagio flamenco + Aire de la Cueva, Bulerías del Veintiocho, y las Nanas de la esperanza, con letra de José Luis Ortiz Nuevo y la voz de Esperanza Fernández. Se trata de construcciones híbridas, pero haríamos un ejercicio de desconocimiento histórico si no admitimos la

imposibilidad de definir el flamenco en términos de “autenticidad” y “pureza” por cuanto ha sido desde sus orígenes el fruto de una hibridación. El flamenco apareció como la desviación vulgarizada de los pseudo-tradicionales “bailes y cantos andaluces” o nacionales, y en su formación intervinieron artistas de distinta procedencia étnica y tendencia, profesionales del baile y semiprofesionales del cante, músicos que interpretaron los aires de la época y poetas de ocasión. Intérpretes que buscaban la individualidad en la expresión con el fin de crear una estética cada vez más refinada y potente, que no pudiera seguir siendo ignorada por las demás disciplinas artísticas.

El afamado guitarrista flamenco Manolo Sanlúcar,

sorpresa entre el público, escuchará el tema que unió a Cortés y Gallardo, la marcha procesional Amargura de Font de Anta. La marcha, creada por encargo de Manuel Font Fernández de la Herranz en 1919 a sus hijos Manuel y José para rendir honores a la Virgen de San Juan de la Palma, respeta en líneas generales la estructura clásica a pesar de tener una forma más libre. Comienza con unos primeros compases que tratan de evocar los rumores del cortejo procesional y omnipotencia de Cristo, para desarrollarse en frases de apacible dulzura que evocan una conversación entre San Juan y la Virgen de la Amargura. El tercer motivo (en forma de coral, pianísimo) traza los rezos de los creyentes interrumpiéndose con el sonido de las trompetas romanas. El cortejo desaparece, pero se vuelve a escuchar el tema inicial y el comienzo de una saeta que interrumpe, en fortísimo, la campana que culmina la composición.

El concierto finaliza con Silverio ¡Qué flamenco! y un bis por bulerías, en homenaje al maestro Paco de Lucía y su mestizaje consciente. Demostrando que no toda música hecha por un músico flamenco es flamenco y no siempre la denominación da legitimidad al contenido. Demostrando que el maestro es el dueño del canon pero es el genio el que logra romper los moldes, universalizar los acordes, superar las contradicciones que, más difíciles de vencer que las impuestas por la vida misma, imponen los prejuicios humanos.

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