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La ciudad del empleo con fecha de caducidad

Oficina de empleo | MADERO CUBERO

Juan Velasco

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Los últimos datos de desempleo en Córdoba son, como suelen ser cada enero, un drama cotidiano. Tradicionalmente los primeros días del año tienen dos rasgos que lo convierten en un mes muy malo para la estadística: el fin de las campañas del comercio y el fin de las campañas agrícolas. La unión de estos dos condicionantes es lo que comúnmente se suele señalar desde Moncloa, San Telmo y Capitulares para justificar la sangría de empleos. Sin embargo, esas dos campañas tienen otra cara que maquilla los números y que también merece una reflexión.

Porque enero es también una de las cumbres para el trabajo temporal, especialmente en los sectores del comercio, la agricultura y la hostelería. Y en una provincia como Córdoba, que vive particularmente de estos dos últimos, esto tiene un reflejo inmediato. En este caso, ese reflejo es que el 97,7% de los contratos de trabajo que se firmaron el pasado mes fueron temporales. 56.428 oportunidades de trabajar un tiempo determinado, por unas horas o por un periodo con fecha de caducidad y, generalmente, sin horizonte de renovación.

Por el contrario, 1.290 cordobeses firmaron en enero un contrato indefinido, el anhelo de la gran mayoría de los trabajadores activos del Servicio Andaluz de Empleo en Córdoba el pasado mes. En ambos casos, para contratos indefinidos y temporales, son más los hombres que las mujeres que los consiguen, de modo que 6 de cada 10 contratos que se firmaron en enero fueron para varones.

Los datos los facilitan desde UGT, donde reconocen que es difícil seguir con precisión el rastro de la temporalidad, puesto que el Servicio Andaluz de Empleo los aporta por sexo, edad y sectores, sin llegar a establecer tendencia dentro de cada uno de estos sectores. En este último apartado, la agricultura -como era de esperar- aglutina sobradamente más del 60% del empleo temporal de la provincia y, por ello, el paro subió con tanta virulencia en la capital, donde el golpe lo ha asestado el fin de las campañas comerciales.

“Yo de los datos de enero no me fiaría muchísimo porque hay mucha temporalidad”, explica Ana Sánchez, directora de la empresa de trabajo temporal Adecco y que lleva 14 años en ella dedicada a este tipo de contratación. Incluso aunque la atención sólo haya sido telefónica, no cuesta describir a esta directiva como un torbellino que de alguna manera disfruta haciendo lo que hace. Algo que, en sus propias palabras, no es otra cosa que lograr “que los trabajadores se expongan” y se acaben quedando en las empresas con un contrato indefinido. En el caso de Adecco, dice que la media hasta que llega el ansiado contrato fijo es de unos dos años.

Electromecánicos e informáticos, perfiles especializados con demanda y que cuesta cubrir

Sánchez recuerda que, cuando entró en Adecco, en plena época de bonanza económica, tenían que buscar perfiles profesionales en trabajadores de otros países. Luego llegó la crisis y los españoles volvieron “suplicando” esos puestos de trabajo. En los últimos meses, sin embargo, empieza a notar que vuelven algunas dificultades parecidas a las que tenía en 2005 cuando les piden un perfil determinado y no lo encuentran.

En este sentido, especifica que dos de los perfiles que más le cuesta encontrar en Córdoba son el de electromecánico, “un trabajo de futuro y bien remunerado”, y el de informático, desde desarrolladores a programadores, para el que se precisa, eso sí, que domine el inglés. Los más habituales para el trabajo temporal, por el contrario, son los de operario de fábrica, camarero de piso y sala, ayudante de cocina y mozo de almacén.

En cuanto a la distinción por sexos, Sánchez reconoce que en la industria suelen buscar más a hombres, aunque, para la manipulación o envasado se contrata más a mujeres, así como para trabajo de recepción. Sánchez, sin embargo, lamenta mucho que haya perfiles en los que las mujeres son prácticamente inexistentes. “Hay que concienciar a las mujeres para que estudien carreras técnicas, porque no hay electromecánicas u operarias de fábrica mujeres”, señala.

Donde no faltan es en todo lo relacionado con la limpieza. Una de las que ha conseguido trabajo en este sector en enero es Ana Isabel, de 49 años, madre de familia con dos hijos y un marido que también va de trabajo temporal en trabajo temporal. Su hija mayor, de 21 años, y de la que habla con orgullo, ha tenido “la suerte de que en su primer empleo ha conseguido un contrato fijo”. Y está estudiando, apostilla Ana, que acabó acudiendo a Adecco después de pasar, sin éxito, por el SAE.

Su último trabajo fijo fue en Plastienvases, donde estuvo dos años como limpiadora. Desde entonces ha sido camarera de piso, ha hecho promociones, ha limpiado en diversas empresas y, en definitiva, ha estado “allí donde busquen a una mujer sin estudios”. Lo dice con una sonrisa, con la absoluta dignidad de quien añade sin titubeos: “Yo con la edad que tengo, tonterías las justas. Voy a todos lados y siempre intento dar lo mejor”. Casi se diría que le gusta el trabajo temporal, aunque reconoce que el fijo aportaba “una tranquilidad económica” de la que ni ella ni su marido disponen. Sin embargo, añade, “te acostumbras” a trabajar “a salto de mata”.

Su suerte, también lo confiesa, es que sus dos hijos no son pequeños y ella ha podido ir a trabajar siempre que la han llamado. Y, también con orgullo, remarca que algunas empresas la llaman “por su nombre” en Adecco. Su ambición es simple: 40 horas a la semana y le da igual que sea barriendo o fregando.

Hombre de entre 25 y 44 años, el perfil que más se demanda en Córdoba

Los sueños de Ana Isabel están ubicados en la parte fea de la tabla estadística de enero. El pasado mes, solo el 11 % de los contratos indefinidos los firmaron mujeres de más de 45 años. En el mismo tramo de edad, la estadística tampoco es muy halagüeña para los hombres, que apenas llegan al 17 %, aunque ahí está la barrera. Ana Isabel, sin embargo, dice que nunca ha tenido problemas por ser mujer.

En general, el perfil que más éxito ha tenido en Córdoba es el de un hombre entre 25 y 44 años. Carlos, de 26 años, licenciado en Derecho, es uno de ellos. Su trabajo como abogado autónomo lo adereza con empleos temporales, para los que tiene un problema, dado que, para la gran mayoría de ellos, está “sobrecualificado” y, aunque todavía no lo ha hecho, se ha planteado alguna vez sacar méritos de su currículum para que no le cierre puertas en determinados trabajos. “Hay quien puede tener miedo a contratar a un abogado si piensa, por ejemplo, pagarle en negro”, reflexiona.

Carlos vive con su pareja, pasa parte de su tiempo buscando clientes como abogado y agradeciendo cuando lo llaman para trabajar, por lo que, como autónomo, le maravilla eso de “cobrar una nómina”. La última vez fue para la Universidad y con anterioridad en un banco, cubriendo una baja. Si algo saca bueno del trabajo temporal es que le ha permitido conciliar y saber qué es lo que no le gusta.

Carlos habla con total lucidez sobre el asunto: “El modelo ha cambiado, el del trabajo de nuestros padres, eso de entrar en una empresa y morir en ella no va a volver”, dice este joven abogado, que reconoce que ha vivido episodios de cierta ansiedad ante el futuro. “Las decisiones que tomemos ahora son muy importantes. Hay presión porque hay que elegir bien y saber por dónde te tienes que mover. Y luego está el tema del dinero, porque yo tengo gastos”, confiesa. No es su caso, pero pone como ejemplo a un chico de su promoción que ha tenido que aparcar el título para trabajar recogiendo aceituna.

Sin embargo, por su trabajo como autónomo y como abogado, se pone también en el lugar del empresario: “Es que para contratar a una persona tienes que ganar mucho dinero. Ahora yo meto a una persona que me sale rana y lo despido y el problema es mío. Me meto en juicios, me meto en indemnizaciones, y además he perdido a lo mejor diez meses porque no me ha sacado el trabajo adelante”, cavila este joven abogado, que pone la lupa en la propia Córdoba para explicar el agujero de paro. “Creo que esta ciudad es particularmente lenta en este caso. No sé si será nuestro carácter para hacer negocios”, apunta.

El futuro cuando la recuperación suena a broma

Rafa, estudiante de un Ciclo Superior de Laboratorio Clínico y Biomédico y trabajador temporal para pagarse sus estudios, coincide con Carlos en que la ciudad va a ritmo lento, aunque cree que los empresarios “juegan con el hecho de que van a tener a 20 personas detrás tuya”. Además, piensa que si un empresario opta por el trabajo temporal, es “por ahorrarse dinero”. Lo cierto es que, al menos en lo referente a cotización, el empleo temporal sale más caro al empresario que el contrato fijo.

Hijo de autónomos, cuando Rafa oye hablar de recuperación se lo toma a broma, ya que su padre se ha tenido que buscar otro trabajo para compensar el negocio familiar. No obstante, reconoce que “hay un chorreo” de ofertas de trabajo temporal. Él, sin embargo, asume que su futuro está en el sector sanitario y más concretamente en la enfermería, que es hacia donde va a encaminar sus estudios. Mientras tanto, coge los turnos que quedan sueltos, unas cuantas horas entre semana, por la noche, y algo más de jaleo los fines de semana.

La esperanza de un trabajo fijo no la pierde ninguno de estos tres trabajadores. No obstante, cunde cierto desánimo cuando sale a relucir la palabra futuro. Ana Isabel, por ejemplo, lamenta especialmente que los jóvenes de ahora, al contrario que ella, vivan sin percepción de futuro. Pero añade una coletilla aún peor: “Es que yo ahora también lo veo así”.

Al otro lado de la estadística están los empresarios. Tras preguntar en las empresas de trabajo temporal por la posibilidad de hablar con alguno, el resultado ha sido de silencio indefinido. Desde Adecco aclaran que se ha intentado “con muchos” y que, por publicidad o marketing, han declinado amablemente hablar con la prensa sobre una realidad tangible que afecta a todos.

Para Ana Sánchez y para Carlos esto es porque el trabajo temporal “está mal visto”. La directora de Adecco agradece que al menos ya “hay mucho recorrido en positivo” y recuerda los tiempos en los que al trabajo temporal se le llamaba “trabajo basura”. Carlos, por su parte, lo achaca a que la mentalidad del español aún no se ha adaptado a los nuevos tiempos. “Estamos acostumbrados al trabajo fijo. Al joven que entra en la empresa con 20 años y sale con 65 años jubilado y con todos su extras. Y eso no va a volver”, especifica.

Tras la charla parece claro que lo que sí que tiene fecha de caducidad, al menos como concepto, es el trabajo fijo para toda la vida.

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