Antonio Manuel Rodríguez canta a la libertad y a los vecinos en la Velá
Antonio Manuel Rodríguez es natural de Almodóvar del Río -“Soy de pueblo”, reconoce con media sonrisa- pero se siente de La Fuensanta. En este barrio vive desde hace dos décadas. Y en su Plaza del Pocito ha cantado esta noche como pregonero de su Velá, a los vecinos y a la libertad.
Hace 20 años, paseando por el barrio con quien hoy es su esposa, Antonio Manuel -profesor de Derecho, músico, escritor, activista y varias cosas más- se topó con una placa junto a la iglesia de Campo Madre de Dios. Rezaba así: “Aquí nació, en una choza, Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de Bogotá”. No hacía demasiado que el nuevo vecino del barrio acababa de llegar de Colombia cuando, de repente, descubría a quien había sido uno de sus vecinos ilustres y ya casi olvidado por todos. “Tal vez alguno de sus hombres que fue a por el Dorado y retornó nos trajese el caimán”, bromeó.
El pregón de Antonio Manuel fue un continuo viaje hacia atrás y hacia adelante en el tiempo. Un recorrido entre siglos pero también entre geografías y creencias. Todo, con tres hitos básicos: la Mezquita Catedral, San Rafael y la Fuensanta, “un triángulo que explica el alma de los cordobeses”.
De Córdoba dijo que era una ciudad “con los ojos a la espalda” que “avanzaba lenta hacia el futuro, teniendo muy presente su origen y su pasado”. Una ciudad “de refugiantes y refugiados”, de acogida para quienes huyeron y de partida para los que buscaron una vida mejor. Una ciudad de cuya mezcla surgieron obras como la Mezquita Catedral.
“Córdoba y su Mezquita son hermanas siamesas; una no se entiende sin la otra. Y solo a alguien que no es de Córdoba se le ocurriría separarlas”, subrayó en referencia a la polémica que desde hace años se vive en torno a la titularidad del monumento. Antonio Manuel, de hecho, es uno de los portavoces de la plataforma ciudadana que pide que la propiedad vuelva a manos de lo público.
Antonio Manuel vinculó la devoción de los cordobeses hacia San Rafael y la Fuensanta con ese sentir de los andalusíes que, tras la conquista cristiana, “prefirieron cambiar de dios que cambiar de casa”, siempre con alegría “desde una convicción pagana”.
Por último, Antonio Manuel se centró en los vecinos y en sus historias. En los que viven con riesgo de desahucio, en los que sufren el paro, en los mayores enclaustrados que no pueden bajar a la calle por falta de ascensor, en los hijos de los fusilados en el cercano cementerio de San Rafael, en las madres de los emigrados o en aquellos que ayudan a los que no tienen qué comer.
“¿Quién levantó esta plaza? Lo hicisteis vosotros y vosotras. Es vuestra, siempre lo fue”, zanjó, de nuevo, en un guiño a otra polémica. Esta vez, la mantenida entre el Ayuntamiento y la Iglesia después de que se supiese que los religiosos habían registrado como propio todo el entorno urbano de la Iglesia del Pocito.
Y ligando a los vecinos con la libertad, Antonio Manuel terminó: “Si algún día la libertad está en peligro, sin duda las barricadas estarán en la Fuensanta”.
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