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No hay quien te aguante

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José Carlos León

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En los últimos meses he leído varios artículos que vienen a explicar los motivos por los que los millennials son despedidos de su trabajo. Por definición, hablamos de los nacidos a partir de 1980, aunque ya está entrando en el mercado laboral la “segunda oleada”, venidos al mundo a partir de 1995 y que configuran la denominada Generación Y. Nativos digitales, habitantes de un mundo global, hijos de la Cuarta Revolución Industrial y supuestamente la generación mejor formada de la historia, cuando llegan a un puesto de trabajo suelen tener un problema: no hay quien les aguante.

Sin respeto a la autoridad, con expectativas demasiado altas, individualistas, independientes, incapaces de trabajar en equipo, infieles por naturaleza a su empresa, incapaces de manejar la crítica o la frustración, con exceso de autoconfianza (lo que viene a ser sobraítos), faltos de empatía… La lista de razones por las que los millennials pierden sus empleos no habla de su talento, sino de su comportamiento. No de aptitud, sino de actitud. Quizás tampoco les importa, porque en su modelo vital no entra eso que tú y yo conocimos como “trabajo para toda la vida”, pero el dato es para tenerlo en cuenta.

Nadie les echa en cara su formación ni sus conocimientos técnicos, pero la convivencia con ellos llega a ser exasperante. Se trata de un choque generacional y cultural entre personas que han crecido y viven en mundos diferentes, entre el hoy y el mañana, como cuando los neandertales se encontraron con los homo sapiens. Y cada uno tiene su parte de razón. Porque en la era de la robotización, la Inteligencia Artificial y la ICT, el dominio de eso que se vienen a llamar hardskills no es necesario, es esencial, y los datos en España no son muy halagüeños: un 50% de los puestos de trabajo demandados en la próxima década podrían quedar vacantes por falta de personal cualificado.

Y sin embargo, al mismo tiempo, a la vez que se demanda personal cada vez más cualificado y competente, se echa de menos el factor humano. El Foro Económico Mundial publicó en 2016 y actualizó en 2018 el informe “El Futuro de los Empleos” en el que describía las habilidades que iba a necesitar el trabajador de la próxima (quizás de las próximas) generaciones, y a la par que las técnicas aparecían lo que se ha venido en llamar “habilidades humanas” o softskills.

Resulta curioso que el término surgió en el ejército estadounidense a finales de los 60. A algunos mandos les llamaba la atención que en las maniobras no siempre ganaban los equipos con mejores capacidades técnicas (lo que tenía que ver con la parte “dura”, con el armamento propiamente dicho), sino que muchas veces triunfaban aquellos que manejaban mejor el liderazgo o el trabajo en equipo, algo difícilmente medible y que en oposición a lo otro llamaron “habilidades blandas”. No querían decir que fueran menos importantes, sólo que eran otra cosa, algo distinto y que se les escapaba de las manos. El problema es que en la cultura americana soft es una etiqueta bastante degradante (que se lo digan a Pau Gasol, rebautizado de por vida como Gasoft) y alguien decidió que no merecía la pena aprenderlas, ni siquiera enseñarlas. Se daba por hecho que se adquirían solas, en la universidad de la vida, en casa, en la familia o en el colegio. Nada más lejos de la realidad.

Hablamos de la empatía, de la comunicación, del manejo de la incertidumbre, de la gestión de la frustración, de la automotivación, del trabajo en equipo, del pensamiento crítico y complejo, de la flexibilidad cognitiva, de la creatividad, del liderazgo, de la gestión emocional… De todo eso que ninguna máquina puede ni podrá hacer, del factor humano que marca y más que nunca marcará las diferencias en el futuro. El problema de esos millennials y de muchos otros a los que simplemente nadie les enseñó su importancia ni el efecto tan determinante que podían tener en cualquier ámbito de su vida, no sólo en el laboral. Hoy sabemos que se pueden aprender y entrenar, que entran en lo que Howard Gardner llamó inteligencia intrapersonal e interpersonal. Sólo queda atreverse a aprender algo que quizás no estuvo nunca en los libros, pero que puede hacer que además de ser listos, haga de los millennials seres aguantables.

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