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Inteligencia emocional en niños

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Isabel Galindo

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Hoy en día, los niños se enfrentan a multitud de asignaturas, dando conceptos académicos fundamentales para el futuro. Pero, en mi opinión, existe algo más importante que todo ello, y es la formación en la inteligencia emocional. El hecho de que una persona esté preparada para relacionarse con el mundo es básico y el primer paso para todo lo demás.

En la antigüedad, una persona inteligente era aquella que tenía éxitos a nivel exclusivamente académico y relacionado con el cociente intelectual, pero hoy en día, se ha comprobado que, incluso para triunfar a nivel profesionalmente no vale únicamente con ser muy “listo”.

La inteligencia emocional consiste en conocer y saber manejar tus propias emociones, comprenderlas y saber lo que éstas significan y cómo actúan en nosotros, además de saber reconocer las de otras personas y aceptarlas. El hecho de saber manejarlas influirá en la integración con el resto del mundo.

Comprenderlas es fundamental para saber regularlas, tanto las positivas como las negativas.

La infancia es una etapa crucial para aprender a gestionar estas emociones, ya que los más pequeños se van a enfrentar a un mundo al que tienen que estar preparados.

Es fundamental que el niño aprenda las diferentes emociones que está sintiendo y que sepa distinguirlas: no es lo mismo estar triste, enfadado, o tener miedo, ya que aunque tengan componentes comunes, son reacciones diferentes. El hecho de que él sepa distinguir sobre lo que siente, hace que sea más fácil que pueda reconocer las emociones en el resto de personas.

Es importante que el niño desde pequeño aprenda a nombrar las emociones, desde las más fundamentales hasta, poco a poco, ir aprendiendo mientras crece las más secundarias. Es bueno que los padres expresen sus emociones también poniéndoles nombre, para enseñarles cómo hacerlo.

Dejar que los niños se expresen con libertad, permitirles sentir y emocionarse, es lo más sano para su desarrollo. Ayudarles a canalizar esas emociones es fundamental para relacionarse: todos vamos a experimentar sentimientos de ira a lo largo de nuestra vida en innumerables ocasiones, y en los más pequeños muchas veces se traducen en “rabietas”, que son una expresión descontrolada de algo que molesta, pero no se sabe gestionar. Por eso, es importante enseñar otras vías para mostrar el descontento.

Educar en la tolerancia a la frustración ayudará a que los más pequeños, que posteriormente serán adultos y se enfrentarán a muchos problemas o situaciones que no van a salir como ellos quieren, sepan manejar dichas situaciones y adquieran las herramientas necesarias para poder afrontarlas. Si desde pequeños entienden que no pueden tener todos los juguetes que quieren, aprenderán a valorar más los suyos, y a comprender que, por mucho que lo deseen, no todo está a su alcance.

Otro de los factores más importantes de la inteligencia emocional es la empatía, es decir, el ponerse en el lugar de otra persona para poder entenderla. Es un concepto clave para poder relacionarse. Especialmente en la infancia, cuando los niños son más egocéntricos, es fundamental enseñarles que, al igual que él, todas las personas sienten y tienen reacciones que pueden ser diferentes a las suyas y que deben ser respetadas y entendidas.

Por lo tanto, en mi opinión, es necesario primero enseñar a sentir y emocionarse, y luego ya, todo lo demás.

¡Nos leemos la próxima semana!

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