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Julio Anguita y uno del PP: ¿Tienen coincidencias?

Antonio López

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Por fin la Unesco procedió a declarar la fiesta de los Patios como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Cuando prácticamente tenía decidido abordar en este artículo semanal la trascendencia de esta distinción, cambié de opinión. Cuando ya había esbozado las líneas que recogerían mi opinión sobre tan elevado reconocimiento y las exigencias que acarrea, tuve la oportunidad de leer en Cordópolis la extensa entrevista que Alfonso Alba y Manuel J. Albert realizaron a Julio Anguita. Ya que he militado y desempeñado funciones públicas en una formación que se halla en las antípodas políticas del señor Anguita, creo que ustedes comprenderán y respetarán que no comparta determinadas declaraciones o posicionamientos ideológicos que el ex coordinador general de IU argumenta en la referida entrevista. No obstante, y precisamente por este motivo, también estimo que mis coincidencias con el Califa Rojo quedarán al margen de toda sombra de sospecha.

Mediante el presente artículo, no persigo abrir un debate sobre las virtudes o defectos de una ideología concreta. Todo lo contrario. Pretendo realzar que, desde posicionamientos ideológicos contrapuestos, es posible coincidir en el análisis de muchos aspectos que determinan la realidad política actual, haciendo hincapié en que, a pesar de las divergencias, aunque no más numerosos, sí son más importantes los puntos que nos unen que aquéllos que nos separan aunque, actualmente, solemos recrearnos en estos últimos para olvidarnos de los primeros.

Volviendo a la citada entrevista, quien fuera alcalde de esta ciudad entre 1979 y 1986, decía que “Yo he sido un hombre, y sigo siéndolo, que para defender las cosas tengo que estar convencido. Me cuesta mucho decir algo de lo que no estoy convencido. Ahora, si estoy convencido de algo, yo muero por ello”. He estado suficiente tiempo en la esfera pública para poder afirmar que el contenido y posicionamiento en los debates viene condicionado por las directrices que marcan las distintas direcciones orgánicas de los partidos. La participación individual es sustituida por la corporativa y los intereses de ambas no han de ser siempre coincidentes. La Democracia pierde autenticidad y, por tanto, también credibilidad ya que la ideología no surge de la base sino de la cúspide de la organización. Así pues, más que nunca, es necesaria la irrupción en la actividad política de mujeres y hombres que, verdaderamente, defiendan sus ideas ante los argumentos oficiales preestablecidos.

Por otro lado, el Califa Rojo, a lo largo de sus declaraciones, también analiza el comportamiento de la izquierda. Concretamente, decía que “Muchas veces en la izquierda siempre hacemos análisis desde el punto de vista moral y estamos perdidos. Ya que entonces incurrimos en fallos enormes: ‘capitalista, miserable, ruín, perverso. Obrero, santo’. No, no. Hay empresarios que son buena gente y hay cada obrero…”. Si el autor de la frase y ustedes me lo permiten, lógicamente cambiando los términos, también aplicaría la misma construcción a un sector de la derecha. Las demagogias ideológicas y los estereotipos pueden interesar a los dirigentes públicos por la simpleza en el contenido y la facilidad en su transmisión pero convierten el debate político en algo inmaduro que se encuentra totalmente alejado de la realidad, impidiendo así profundizar y avanzar en los aspectos que realmente interesan a la ciudadanía, la cual, centrada y absorta en las ondas que se extienden sobre la superficie, obvia la fulgurante corriente que fluye bajo las aguas.

Finalmente, aunque las manifestaciones vertidas por el señor Anguita en la entrevista permitirían un artículo mucho más extenso, quiero destacar una última opinión. Inquirido sobre el comportamiento de la sociedad ante la coyuntura actual, el que también fuera primera espada del Partido Comunista, declara que “Lo que siempre me ha dado miedo es la apatía, el no querer saber (…) Me he encontrado que mi pueblo, mis compatriotas, no quieren saber nada”. Personalmente, me identifico plenamente con esta afirmación. Cuando debato con terceras personas la situación actual, considero como uno de los principales problemas la abulia de la ciudadanía. Siempre he considerado que un votante bien formado e informado eleva el nivel de exigencia a sus políticos y, por tanto, ya que estos últimos han de pasar examen ante el pueblo cada cuatro años, estarían obligados a mejorar tanto su gestión como el contenido de su mensaje, evitando así muchos de los bochornosos comportamientos que actualmente recogen por doquier los distintos medios de comunicación

Posiblemente, después de la lectura de este artículo, algunos defenderán que el señor Anguita se está aburguesando, mientras que otros argumentarán que un militante del Partido Popular se está radicalizando. A quien llegue a alguna de estas conclusiones, le rogaría que, tal como he sugerido, no incurra en los estereotipos políticos que tenemos preconcebidos y que tanto daño hacen. En cualquier caso, si no consigo que esa persona atienda mis exhortos, confío al menos en que la inmensa mayoría de los lectores comparta las reflexiones que he expuesto ya que, más allá de la política, más allá de toda ideología, creo que son de sentido común. No obstante, como suele decirse, el sentido común es el menos común de los sentidos, circunstancia que, desgraciadamente, se agudiza aún más en el ámbito político.

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