LA MENOPAUSIA DEL CUARENTÓN
Desvelada a las 0:47 a.m. me pongo una copa de vino tinto con la compañía de mi MacBook Pro y me siento Lauren Bacall. Viviendo en la delgada línea que separa ser una “Femme Fatale” de estar “fatal Femme”. Mis largos anulares comienzan a teclear y aquí empieza mi disertación.
La Universidad de Manchester realizó un estudio con casi 3.400 titis a partir de los 40 años. Dicho estudio se publicó en la revista “New England Journal of Medicine”. Se concluyó que el cuarentón sufre un trastorno caracterizado por una disminución de la testosterona, la hormona “machirula”.machirula“ Se le conoce con el nombre de ”menopausia masculina“ o ”hipogonadismo“. Aparece una reducción de las erecciones matutinas. Síntoma inequívoco de que el pene se ha dado cuenta de que cada vez es menos imprescindible. Su función viril ya no es necesaria y eso lo entristece.
Los titis - en la cuarta década de su vida - suelen tener una serie de “flipadas” y pensamientos irreales, que les dicen que es “ahora o nunca”. Comienzan a sentir que se encuentran ya más cerca del final que del principio de sus vidas. Sienten la impetuosa necesidad de hacer, vivir, experimentar, probar, todo aquello que no han hecho, vivido, experimentado o probado. Y no existe distinción entre solteros, casados con estudios o sin ellos y de cualquier nivel socio-económico. Y es que ese es el preciso instante en el que comienzan a “cagarla”: seamos claros a joderla, eso sí, sin saber por qué. Aprenden a hacerlo todo muy MAL. Se vuelven amantes de metáforas baratas a lo Coelho. Se sienten rotos, profundos e intensos. Lo mismo beben Gin tonic con ensalada Cesar que Jagermeister (pura época adolescencial). Un moderno de Malasaña diría que enamorarse es “mainstream”. Un cuarentón es porque carece de corazón. Es como pedirle peras a un olmo. No como los yogurines fogosos. Que recorren medio mundo por tu amor, ¡ojo! aunque por el camino hagan la ruta, al paso, de sus “follamigas”. Son titis de igual manera.
A los cuarenta brotan los primeros signos de los ancianos quejumbrosos, quejicosos y con manías. Prueba de ello son las obsesiones por el consumo energético de las bombillas. Incapaces de irse a dormir sin tener la absoluta certeza de que no hay ningún piloto encendido de cualquier aparato eléctrico. ¿Primeros síntomas de la vejez? Empiezan a contracturarse, sufrir colon irritable, psoriasis, úlceras, alopecia, hemorroides (con esto lo pasan muy mal), etc. Sus excesos empiezan a pasarle factura. Los hábitos saludables rollo Isabel Preysler son lo más pero al modo ovejo. Por las mañanas medio limón con agua tibia, para depurar. Los problemas estomacales con “Almax” y cuando viajan lo hacen junto con todo un arsenal de anestésicos, antiinflamatorios, etc. Viven dopados para poder evadirse de sus continuas “cagadas”. Al final terminan en el hospital con lavativas estomacales. Muy propensos a sufrir la “googleitis”: dícese de la búsqueda desenfrenada de síntomas en Google (con su consiguiente autodiagnóstico catastrofista). Si amanecen un día con las amígdalas un poco inflamadas, buscarán en Google “bulto en el cuello”, con lo que los resultados en su búsqueda será “linfoma de Hodgkin”. Piensan que la guadaña de la muerte les acecha para sesgar sus almas.
Como seres analógicos rayados y paranoicos, mantienen “teorías conspiradoras” de las redes sociales. Llegan hasta tapar su cámara del móvil con una pegatina. Creen - como en la novela “1984” de G. Orwell - que las redes es el “ojo que todo lo ve”. Piensan que vivimos en una sociedad que está siendo controlada por el Estado. Al único grupo de WhatsApp que harán caso será el de los radares de la carretera. Lo demás le importa un comino. Obsesionados - por el control que ejerce - sobre ellos la omnipresente figura de su chorba. La que todo lo ve, todo lo escucha y todo lo vigila. Se podrá leer en su estado “modo poli” “modo poli”cuando están con ellas. Carecen - ellos - del nervio necesario para enfrentar su destino. Se vuelven indecisos, cobardes y MENTIROSOS. No sé, quizás si exista ese amor eterno que profesan a su damisella… aunque sea aderezado con unos majestuosos cuernos. No todos, claro. Ejem.
Sus outfit outfitson extremos. Algunos van rollo náufragos bohemios. Quizás, deberían recordar que una sudadera a partir de los 35 años no sienta igual que a los veinte. Parece que se visten a oscuras. Se dejan barba rollo hipster para parecer que son enrollados. Comienzan a rociarse de laca “Nelly” y se atreven con los cardados. Los que tienen “mata de pelo” o se lo engominan para parecer un capo siciliano o se hacen la permanente para parecer los hermanos Jackson. Luego está el titi que va de señor elegante. Éste parece que se deja aconsejar por una madre autoritaria del franquismo: fijáos en las camisetas interiores, blancas 100% de hilo escocés y 0% de lycra. Y, en invierno, para llevar su cuello “calentico”, harán composiciones de suéteres de cuello vuelto y bufanda.
¿Y qué hay del titi mixtotiti? Entre semana por su trabajo vestirá como un señor. El viernes empezará a sentirse “malote” y sexy. Cambiará al outfit de naufrago bohemio para ser Dj.
Aflora su insaciable necesidad de sentirse sexísimo. Vamos, deseado por las mujeres. Sin ningún listón, les da igual. Son de manga ancha, bueno no, más bien japonesa. Aseguran que son capaces de provocar orgasmos masajeando pies. Suelen tener una visión distorsionada de sí mismos cuando se ven en el espejo. Se quieren mucho a pesar de los estragos del tiempo (barriga, alopecia, etc). Pero que le vamos a hacer… están encantadísimos de conocerse.
Podría seguir citando gilipolleces como su obsesión por comprarse una moto, grabarse mientras plantan un pino, bajarse una app para averiguar las constelaciones, iniciarse en los festivales, comprarse unas botas de cowboy de piel de cocodrilo, hacerse Dj… o coolturetas del vino… seguro que hay más… pero lo dejo por el momento.
A un cuarentón de tez pálida con el que siempre he mantenido y mantendré un vínculo muy especial.
0