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Los críos son Mercancias Peligrosas

Juana Guerrero

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Pocas cosas hay más estresantes e irritantes que compartir transporte público con un menor de ocho años. Y si este menor es hijo tuyo, al estrés y la irritación has de añadir el bochorno que pasas por estar molestando al resto del pasaje. Pasaje que, por supuesto te culpa a ti de que tu criatura sea tan… ¿inquieta?, ¿maleducada?, INSOPORTABLE.

Antes de tener a mi criatura infern… angelical, no entendía porqué las familias con críos no empleaban el coche para desplazarse y evitar tanta inquina. Ahora lo entiendo, hacer un viaje de más de dos horas con una criaturita puede ser letal. Letal para los padres, se entiende…. El riesgo de sufrir un infarto cerebral se multiplica por mil cuando tu pequeño del alma entona su llanto, y eso puede ocurrir desde que sube al vehículo y por cualquier menudencia. No sólo debería ser obligatorio el uso de la sillita, sino también el uso de mampara, hay que alejar a quien conduce de semejante sofocón. Yo creo, que al igual que hay que pasar un curso especial para conducir mercancías peligrosas, también se debería examinar a quienes conduzcan con una criaturita a bordo. ¡¡Eso si que es difícil y peligroso¡¡. ¿Quien es capaz de conducir más de veinte minutos con un llanto frenético en el cogote y Radio Olé a todo volumen para contrarrestar?. ¿ y con los Cantajuegos en bucle?. Ni Fernando Alonso, se lo digo yo... aprueba con este panorama. Otro handicap puede ser el vómito, ¿tendrás esta vez que volver a limpiar la tapicería del coche o ya directamente has forrado la parte trasera con hule?. El nivel de estrés puede también incrementarse si la criaturita, un alma inquieta, no deja de apuntar con su dedito por la ventanilla, y preguntar de manera compulsiva: “¿eso qué es? un coche, ”¿eso qué es?“ otro coche, ”¿eso qué es?“ otro put... pulido coche, ”¿eso qué es? “ Agrrrrrr, ¡cállate, cállate, que me desesperas…”. (De momento el orinal lo lleva incorporado, ya me enfrentaré al “ tengo pipi, tengo pipi, pipiiiiiiiiiiiii”.

Para evitarte todo este malestar y una posible colisión múltiple y porque no sabes en cuantas gasolineras más te van a perseguir al grito de “Señora, deje de correr que con las prisas se ha dejado olvidado al niño en el baño” (¡uy, qué cabeza¡),  no te queda otra que buscar un transporte alternativo donde la criatura pueda tener más libertad de movimientos y tú acceso a alcohol de alta graduación sin temer a un posible control de alcoholemia.

¿No creen que los niños menores de ocho años deberían considerarse mercancías peligrosas?, los hay que son nitroglicerina pura y por lo tanto, no deberían mezclarse en los medios de transporte públicos con el resto del pasaje. En los trenes deberían habilitar un vagón guardería, y en los aviones, que vayan sedados o directamente en la bodega debidamente enjaulados y etiquetados: “peligro, muerde”, “peligro vomita”, “peligro, incontinecia verbal”, “peligro, lo rompe todo”, “peligro LLORA”... No hay derecho a que te gastes una pasta viajando en preferente y que te caiga al lado un mocoso impertinente y que encima sea él quien tiene una bonificación en el billete. ¿A quién le pones la hoja de reclamaciones?, ¿a los padres?.

Yo lo primero que hago al subir al tren es pedir disculpas al resto del pasaje por tenernos en el mismo vagón. La gente sonríe, piensa que exagero y le hacen monerías a mi retoño. Cuando acaba el viaje hay quien me acompaña en el sentimiento y hay quien, con más prudencia, decide bajarse una parada antes para no cometer un infanticidio. En mi último viaje, a la ida desperté a mi criatura de madrugada para que fuese lo suficientemente cansada y se durmiera durante el trayecto. Craso error. Se irritó tanto, que, como va siendo una costumbre, vomitó. ¿y dónde vomitó? ¿en el váter, en una bolsa?. NO, sobre mí. Me hace gracia cuando vomita sobre la cara del padre corresponsable pero no me reí mucho cuando vomitó sobre mí, recién duchada y arreglada y me pringó enterita. Solventar este incidente hizo que casi perdiéramos el AVE. Tanto madrugar y al final la criatura no se durmió hasta que no quedaban 15 min para llegar a nuestro destino. No se durmió él ni permitió que lo hiciera el resto del vagón. Ni los vagones adyacentes. En el viaje de vuelta el mismo ritual de condolencias a los pasajeros que tantas monerías en el andén le hacían a mi churumbel, y este quizá por dejarme como una madre neurótica y exagerada se durmió en cinco minutos (juro que no adulteré el contenido del biberón), y aunque en el vagón había casualmente 6 criaturitas infer...angelicales más, (fíjense la suerte que tengo), saltando por los sillones, corriendo por el pasillo, lanzando cosas al aire y demás “monerías”, yo conseguí ver la peli más feliz que una perdiz (eso si, esquivando algún que otro lanzamiento fortuito), porque al menos vergüenza no pasé. Iba orgullosísima de que mi retoño, por unas horas, fuese un niño come-duerme. La señora mayor con la que compartía pasillo me comentaba, admirando el relajado rostro de mi bello durmiente: “Qué barbaridad, esos niños qué maleducados. La culpa es de los padres…”. ¡¡¡No me lo puedo creer, esta señora me ha confundido con una Mu Buena Madre¡¡¡.

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