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Sparwasser, el gol de acero

Redacción Cordópolis

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Volksparkstadion de Hamburgo, 22 de junio de 1974. Último partido de la primera fase del grupo A del Mundial de 1974. La anfitriona del campeonato, Alemania, se enfrentaba a la otra Alemania. El encuentro fue para algunos una confrontación más en el duelo entre occidente y el este. Un cara a cara entre los dos lados del telón de acero. Durante toda la mañana previa al choque no cesó de sonar el vuelo de los helicópteros de la policía sobre la ciudad hanseática. Las medidas de seguridad, que ya eran muchas después de lo sucedido dos años antes en Múnich, se reforzaron y las terrazas de los edificios aledaños al estadio estaban ocupadas por francotiradores. La organización de extrema izquierda Baader-Meinhof había amenazado con atentados y secuestros durante un Mundial que, para ellos, era un alarde del capitalismo.

De los sesenta mil alemanes que ocupaban las gradas, tres mil -según la crónica del ABC- apoyaban a la selección que hacía las veces de visitante. Entre ellos, agentes camuflados de la Stasi para evitar fugas. La República Federal Alemana (la del oeste) contaba con un extraordinario elenco de jugadores. Por citar a algunos de los que se vistieron en ese partido: Maier, Vogts, Breitner, Müller y el gran Beckenbauer. La base de ese grupo la componía el Bayern que un mes antes le había ganado la Copa de Europa al Atlético con el gol de Schwarzenbeck (quien, por cierto, también jugó ese Mundial). Sus vecinos tenían un puñado de futbolistas estajanovistas y aguerridos, que practicaban un juego conservador y que se apoyaban en su preparación física y sus letales contragolpes. Curiosamente, el mejor equipo entonces de la Alemania Oriental, el Magdeburgo (hoy en categorías regionales) también se alzó con un título europeo un mes ante, le arrebató la Recopa al Milán. Precisamente el técnico de ese conjunto -Heinz Krügel- lo fue también de aquella selección. En cualquier caso, aquel envite era la lucha de un potente Mercedes contra uno de esos utilitarios Trabant a los que un trabajador medio podía aspirar en el este después de diez años de sudor.

Sonaron los himnos en Hamburgo y las caras de los jugadores delataban lo histórico del momento. Aunque ambas escuadras se sabían ya clasificadas para la siguiente fase, era evidente la importancia simbólica del triunfo. Los occidentales arriesgaban más, pero no encontraban huecos entre la maraña defensiva tejida por Krügel. Así, hasta el minuto 78. En ese momento, un pase desde la banda derecha del visitante Hamann fue controlado con la nariz por Jürgen Sparwasser en la media luna del área. La pelota botó de forma irregular, descolocando a los dos defensores rivales. El veloz 14 de los azules se perfiló ante Maier y con su pierna derecha le fusiló. 1-0. Atónito, miró a uno y otro lado y dio una voltereta sobre el verde (“Fue la primera vez que celebré un gol así”, relató después). Después, levantó su brazo derecho con el puño cerrado. Había marcado, eso explicó, “en el oeste del campo viniendo desde el este”.

El resultado no se movió. Alemania Oriental terminó primera de grupo y Alemania Occidental segunda. Paradójicamente, la victoria emparejó en la siguiente ronda a Sparwasser y compañía con Holanda, Brasil y Argentina, mientras que los perdedores, que acabaron ganando el torneo, tuvieron un panorama más plácido midiéndose a Polonia, Suecia y Yugoslavia. Beckenbauer dijo ,a posteriori y con sorna, que debían haberle colgado una medalla también a Sparwasser por ese gol.

La vida del goleador cambió tras esa tarde de junio. Los dirigentes de la RDA le parangonaron con los grandes héroes de la historia alemana, él le dijo a la RAI en un reportaje que “lo único que hice fue estar en el momento y el lugar adecuado”. Por el contrario, muchos de sus vecinos en Magdeburgo, que simpatizaban con la selección federal, le odiaron por traidor y afin al régimen. Dicen de él que recibió prebendas de toda índole (él matizó al Mitteldeutsche Zeitung: “un coche y una casa y una prima de locura”). Cuando terminó su carrera como futbolista, Sparwasser quiso ser profesor de Educación Física, pero el estado comunista no le dejó. Una leyenda del fútbol como él debía seguir vinculado a ese mundo y le conminaron a entrenar al Magdeburgo. Sparwasser, tozudo, se negó y “el problema en un sistema totalitario es que si le dices que no a lo que te ofrecen, estás acabado”.

Sparwasser aguantó nueve años hasta que en un viaje al oeste, a Saarbrücken, para disputar un encuentro de viejas glorias se escapó del hotel junto a su familia. Era 1988 y su fuga fue un acicate más para la descomposición del muro: “mucha gente vio que si yo, un icono del deporte, decidí marcharme, ellos tenían derecho a salir a la calle a manifestarse”.

Desde el lado capitalista vivió la unificación. No sin problemas porque, a fin de cuentas, había sido miembro del partido comunista (todos los deportistas que competían por la RDA debían serlo obligatoriamente) y además porque, como él siempre ha recordado en todas las entrevistas que desde entonces le han hecho: “Si en mi lápida pusieran 'Hamburgo, 1974', todos sabrían quién yace debajo”.

P.S.: Enlaces sobre la historia en distintos portales españoles y alemanes

http://hsv-rothosen.blogspot.com.es/2010/06/el-gol-de-sparwasser-alemania-1974.html

http://www.marca.com/reportajes/2010/04/alemania_federal_1974/2010/04/02/seccion_01/1270216233.html

http://www.mz-web.de/fussball/juergen-sparwasser--das-siegtor-war-mehr-fluch-als-segen-,20642322,18420130.html

Reportaje de la RAI sobre el gol de Sparwasser

http://www.youtube.com/watch?v=85wKg76ZcmY

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