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Sobre este blog

Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

Sinistra

La primera Ministra italiana Giorgia Meloni (izquierda) habla junto al Ministro italiano de Asuntos Exteriores, Antonio Tajani (derecha), EFE/EPA/RICARDO ANTIMIANI

Alfonso Alba

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Reconozco que me tengo que parar a pensar cuando en un debate en el Parlamento de Andalucía, donde el PP goza de una cómoda mayoría absoluta, se le da paso a Adelante Andalucía o a Por Andalucía. Durante un buen rato tengo que pensar quién es uno y quién es otro, quienes son los andalucistas anticapitalistas y quienes la coalición de izquierdas donde también está Podemos.

Desde la caída del muro de Berlín en 1989, en Europa colapsaron los partidos comunistas. Muchos desaparecieron y otros se integraron dentro de coaliciones más amplias. Sucedió en España con Izquierda Unida, donde el PCE acabó controlándola casi al completo. Pero no en Italia, donde la desaparición del Partido Socialista y la del Comunista devino en una sopa de letras.

Italia siempre ha ido en vanguardia política. Inventaron el fascismo, apostaron por un acuerdo nacional entre democristianos y comunistas que acabó muy mal en los años de acero y tras la caída del telón de acero vio cómo el populismo de Berlusconi triunfaba mucho antes que en cualquier otro país. Los Trump, Milei, Bolsonaro y compañía son unos advenedizos en comparación con Silvio.

Quizás, me temo, también han sido vanguardia en escindir a la alternativa de izquierdas hasta la escisión final. De aquel poderoso PCI que llegó a ganar unas elecciones generales, aunque nunca gobernó el país, a una sopa de letras donde es imposible enterarse de quién es quién, teniendo en cuenta que en cada elección cambia de nombre. De Rifundazione Comunista al Partito dei Comunisti Italiani (PdCI), pasando por la Sinistra, L’Arcobaleno, Izquierda Democrática o Los Verdes, la izquierda italiana lleva años sentada en un diván donde nunca ha vuelto a superar a los herederos del Partido Socialista, el PDI, más allá de otro experimento, ni de izquierdas ni de derechas, llamado el Movimiento Cinco Estrellas.

España, quizás, está lejos aún de esa italianización, pero va de cabeza. En una pugna más por la diferencia que por la unión, podemos diferenciar a la izquierda en el Gobierno con la que decidió salir (Podemos, básicamente). Desde el Gobierno es fácil entrar en contradicciones y desde la oposición plantearse como los únicos, los auténticos, la verdadera izquierda en definitiva.

Hay quien piensa que estamos con movimiento a lo 15M en ciernes. Hoy, como en 2011, hay un enorme descontento, especialmente entre una juventud que no se siente representada por nadie, y que ha desembocado en la protesta contra los alquileres del pasado fin de semana. Quizás, aunque no lo veo tan claro. Los jóvenes son menos que hace 13 años por una cuestión demográfica, quizás están igual de desencantados que entonces pero creo que el del alquiler y la vivienda es un movimiento poco transversal y muy generacional. No estamos ante un los de abajo contra los de arriba como en el 15M, sino entre inquilinos y propietarios, una lucha a muerte entre jóvenes contra boomers, los rentistas que tienen la vivienda como un bien de mercado más. Bueno, como el gran bien de mercado.

En esas, la izquierda, como siempre, trata de sumarse a un movimiento. Pero como ocurrió en el 15M no acaba de entenderlo muy bien. El 15M se llevó por delante a IU. O más bien, le hizo bastante daño. En aquellas europeas en las que irrumpió Podemos IU obtuvo más votos, pero después acabó siendo sorpassada por ese nuevo ejército de militantes jóvenes, que se han hecho viejísimos en estos pocos años.

En Madrid, los manifestantes abuchearon a Podemos. También al PSOE y a Sumar. No entendían que el Gobierno más progresista de la historia, el de ahora y el que tuvo a Pablo Iglesias de vicepresidente, no haya hecho nada para desinflar una burbuja, la del alquiler, que les asfixia. Y que las medidas que ahora aprueban sean la de un bono de 200 euros que ya sabemos cómo acabará: en el bolsillo de los caseros.

Esa falta para comprender la realidad y la tendencia a pelearse entre sí es la que ha llevado a la izquierda italiana a la intrascendencia. Sin unos nacionalismos como los españoles, el desplome de la izquierda ha provocado que la derecha tenga el camino más expedito que nunca. Y la falta de soluciones de la derecha italiana es la que, además, le ha abierto las puertas del gobierno a los nostálgicos de Mussolini. España no es Italia. Pero ya sabemos que todo lo que pasa al otro lado de los Alpes acaba rimando aquí.

Sobre este blog

Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

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