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El respeto

Alfonso Alba

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En tiempos de posverdad, donde la verdad vale poco (¿está la masa de lectores dispuesta a pagar por información veraz?), donde parece que tiene más credibilidad un meme que una noticia trabajada durante semanas, las redes sociales se han convertido en un lugar donde el insulto campa a sus anchas, donde muchos acuden con ideas preconcebidas (Ayuntamiento igual a malo, Gobierno igual a corrupto, Podemos igual a Venezuela, Policía igual a recaudadores que me multan por joder...). La reflexión y, sobre todo, el respeto se han perdido completamente.

Esta semana, en Radio Córdoba, hablábamos de periodismo y de periodistas con el compañero José Luis Rodríguez Aparicio, del que destacamos eso precisamente, que se ganase el respeto de la profesión, de los lectores y de la clase política de esta ciudad, de toda, de todos los colores. En estos tiempos de posverdad y de comentarios en masa en las redes sociales, se va a echar de menos a periodistas con ese oficio, capaces de mantener las distancias con los políticos ante cualquier información, la que fuera, por muy incómoda que fuese. Pero siempre sin recurrir en lo fácil: la descalificación.

En la Facultad tuve profesores que me enseñaron que mientras menos adjetivos tenga una noticia más cerca de la objetividad estarás. Uno de ellos fue Antonio Ramos Espejo, antiguo director de Diario Córdoba, donde tuve también mi propia escuela profesional.

El periodismo tiene que ser incómodo, incisivo y tiene que estar alejado de intereses personales, comerciales o políticos. O no será periodismo. La objetividad, asumámoslo, no existe. El periodista siempre elige el lenguaje con el que va a contar lo que él ha visto que está ocurriendo, y ese ya es un ejercicio subjetivo. Pero tiene que tomar distancia. Primero, de sus jefes, después de los dueños de su empresa y por último y más importante de los protagonistas de la historia que está contando.

Pero ese periodismo nunca puede ser faltón, soez, cómodo con determinados intereses (que siempre acaban siendo espurios y quemando más al que escribe que al que manda) y al ataque siempre con el rival, del palo por el palo, de “leña al mono que es de goma”, como alguna vez escuché. Al menos, a mí no me enseñaron eso. Y si ese es el camino, señores, yo me bajo en la próxima parada.

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