El programador musical que todos llevamos dentro
Dicen que todo español lleva un seleccionador de fútbol en su interior. También un juez. Y sobre todo un político (lo más fácil). En Córdoba, además, cada vecino lleva un programador del Festival de la Guitarra en su seno. Y hasta otro del cine de verano. Todos sabemos qué conciertos hay que traer y qué películas poner. O al menos, a qué grupos nos gustaría ver y por qué cine pagaríamos. Pero nosotros no somos el público, que es muy heterogéneo.
Este año me ha sorprendido el Festival de la Guitarra. Drexler y Kiss. Así soy. De un cantautor uruguayo a un show de capitalismo heavy vestido con lenguas ensangrentadas. A otros les ha encanado Poveda (y a otros no), Vicente Amigo y hasta Europe. Y creo que los programadores, los gestores que todos los años se estrujan los sesos para ver qué es lo que quiere esa masa tan heterogénea llamada el público, pueden estar contentos con esta edición. Con otras, quizás no tanto.
No he ido a todos los conciertos, pero al menos sí que en uno he notado un cambio generacional: el público de Kiss era más joven que el tradicionalmente pureta que es el que paga por asistir al que sin duda es el festival más importante (y querido) de la ciudad. Pero creo que el Ayuntamiento, los programadores y los gestores no deberían tener miedo a abrirse a ese ser tan heterogéneo llamado público.
El Festival de la Guitarra cumplirá dentro de dos años las cuarenta ediciones. Y como escribió Machado, renovarse o morir. El Festival de la Guitarra no será nunca uno de esos de verano que atraen a miles de jóvenes que quieren fiesta y playa. Ni quiere, ni debe serlo. Pero sí que tiene que pensar en qué quiere ser de mayor, un festival para personas de una edad media alta o algo a lo que se incorpore esa juventud que dentro de unos años serán los maduros del futuro.
Ideas, productoras, artistas y mentes pensantes hay las suficientes en la ciudad como para que muchas de esas propuestas en llámese comisión o consejo asesor puedan ser atendidas. El 40 aniversario está a la vuelta de la esquina. ¡Renovarse o morir!
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