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Presunción de culpabilidad

Alfonso Alba

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Ya saben eso del Código Penal que uno “no es culpable hasta que no se demuestre lo contrario”. Eso, desgraciadamente, ocurre dentro de los tribunales. Aunque a veces ni eso. En un mundo hiperconectado raro es el juez que afronte un juicio mediático que no conozca, previamente, de qué va todo.

Hoy, la presunción ya no es de inocencia, sino de culpabilidad. Un acusado tiene que acabar demostrando no que es inocente, sino que no es culpable. Y es algo que no es fácil, pero sí ejemplificante. Veamos.

Esta semana se nos han cruzado tres casos en distintas fases en los tribunales. El cura de Villanueva del Duque acusado ya formalmente por la Fiscalía de haber cometido abusos sexuales a una niña de diez años. Al sacerdote, que sigue dando misa (a la que acuden niños), de momento no le ha creído ni la Guardia Civil, que lo detuvo, ni la jueza de Pozoblanco, que dictó una orden de alejamiento, ni la Fiscalía de Córdoba, que pide seis años de cárcel. De momento, le cree el Obispado de Córdoba, que lo mantiene en el ejercicio del sacerdocio. Vale. Sigue siendo inocente hasta que no exista una condena firme. Es probable, incluso, que salga absuelto. Pero mientras tanto, ¿no sería más lícito que diera un paso atrás o que fuera forzado a ello? Veamos.

Esta semana, el exalcalde de Puente Genil Manuel Baena, de IU, ha defendido su inocencia, ya considerada por un juez. Baena fue imputado justo antes de las elecciones regionales de 2015 por la operación Edu Centro, que investigaba fraudes en los cursos de formación. Baena optó por darse de baja como militante de IU mientras resolvía su situación procesal. Ahora, inocente ya para los juzgados, regresa y carga contra los que considera que lo acusaron injustamente. Era presuntamente culpable y ahora es inocente.

Además, esta semana ha quedado visto para sentencia el juicio contra Rafael Gómez y sus cuatro hijos por no pagar 56 millones de euros en impuestos. Gómez estuvo imputado y procesado y de hecho hasta ha sido condenado firmemente (por el caso Malaya) desde antes de que decidiera ser concejal. Luego, cuando lo fue, soltó aquel famoso “dimite tú” cuando un periodista le preguntó si tenía pensado dejar el cargo de concejal una vez confirmada su condena por Malaya. No lo hizo. Ahora, en el juicio de los impuestos, lejos de admitir algún hecho o incluso pedir perdón lo niega todo.

Son tres presuntos culpables en distintas fases de la instrucción. Uno de ellos ha dejado de serlo. Otros dos lo siguen siendo, aunque de momento es como si no estuviera ocurriendo. Ya saben: “dimitir, dimitir, dimitir de qué”.

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