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Sobre este blog

Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

Córdoba burbuja AirBnb

Una persona consultando los pisos turísticos de Córdoba en la plataforma de Airbnb

Alfonso Alba

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Cada semana, 17 viviendas cordobesas se transforman en pisos turísticos. El dato es demoledor. 17 casas, 17 hogares, 17 soluciones habitacionales, se dedican al lucrativo negocio de la vivienda turística. Más datos: a mediados de marzo había en Córdoba más de 2.600 viviendas turísticas. Con una capacidad media de cuatro personas, estaríamos hablando de sitio para acoger a 10.400 personas. Los 88 hoteles y pensiones de la ciudad tienen capacidad para algo más de 7.500 personas. Es decir, cada fin de semana hay sitio en Córdoba para 18.000 turistas por noche.

¿Y eso es mucho o poco? Pues depende. Teniendo en cuenta que en la ciudad viven 320.000 personas parece poco. Pero muchos de esos turistas no se van a dormir a la Fuensanta (aunque empieza a haberlos), sino que prefieren hacerlo en el casco histórico. En esta zona, siendo generosos, viven 45.000 personas. Es decir, en un fin de semana de lleno en la ciudad estaríamos hablando de que hay un turista por cada 2,5 cordobeses.

Córdoba aún no es, ni de lejos, una ciudad escenario como Venecia. Incluso el casco histórico no tiene la tensión del de Sevilla o Granada. Pero va camino de ello. Cada semana, insisto, son 17 las viviendas que se convierten en pisos turísticos. Vemos cómo los fondos de inversión compran edificios enteros (con inquilinos dentro a los que hacen todo lo posible por echar) para explotar apartamentos turísticos. Observamos cómo los locales comerciales donde antaño florecían negocios y vida de barrio ahora son viviendas turísticas. Los solares que yacían vacíos se construyen como viviendas turísticas. Y los cordobeses que vivían en el casco se marchan y convierten sus antiguas casas en, sorpresa, apartamentos turísticos.

Aún recuerdo el fenómeno incipiente de Airbnb en 2010, cuando apenas había casas así en la ciudad. Y en cómo los que convirtieron las suyas en apartamentos turísticos descubrieron la gallina de los huevos de oro. En cierta manera me recuerda a los que compraron los primeros bitcoins. Hoy, tener un piso turístico es rentable, pero no tanto como lo fue entonces.

En estos años, quien ha tenido la suerte de explotar una vivienda de este tipo, ya sea de manera total o a través de empresas, ha ganado dinero. En ocasiones, mucho dinero. En otras, ha sido un complemento para la renta. En resumen, se ha generado riqueza y no poca. Pero entiendo que el resto de la ciudad está pagando un precio muy alto.

A día de hoy, Córdoba no es ninguna excepción mundial: el precio del alquiler no turístico está por las nubes. La gente joven lo tiene imposible para emanciparse y son muchos los casos que no pasan por este tránsito: directamente se van al banco, piden una hipoteca y si tienen suerte se convierten en propietarios y endeudados para los próximos 30 años.

Pero la burbuja de la vivienda turística está cambiando el hábitat de la ciudad, quizás para siempre. Desaparecen comercios, bares, restaurantes, vecinos, gente que cuida el entorno, profesiones, conversaciones, cines de verano y hasta se cambia, sin querer, el urbanismo. Córdoba no puede convertirse en Venecia, el casco histórico necesita ser vivido y mantenido por vecinos y no por fondos de inversión que cuando vengan mal dadas se marcharán tras haber estrujado hasta el límite la gallina de los huevos de oro.

El problema de la vivienda en España, y en la ciudad, es el elefante dentro de la habitación del que nadie quiere hablar en serio. No hay propuestas, no hay protestas, no hay alternativas a un fenómeno que es muy lucrativo, vale, pero que a medio y largo plazo hará que nos arrepintamos. O no. Viviremos ya en otro sitio más tranquilo.

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Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

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