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'Blacks lives matter' pero allí

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Alfonso Alba

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Es imposible no reaccionar ante las imágenes de los policías de Mineápolis pisándole el cuello a George Floyd hasta matarlo. Y difícil no comprender las protestas que están incendiando Estados Unidos. Por eso, solo hay un partido, Vox, que ha salido a apoyar a Donald Trump y a mostrar su solidaridad ahora que parece que está en horas bajas. Mientras, aquí en España leemos con unanimidad, hasta en simpatizantes de Vox muy conocidos (ahí está el futbolista Pepe Reina), en el Black lives matter (las vidas de los negros importan). Pero allí, claro.

España, y Córdoba mucho menos, no es un país con una alta presión de inmigrantes. Apenas han sido el 10% de la población total en los mejores momentos económicos. Córdoba está lejísimos de esos porcentajes. Por eso a veces nos gusta decir que no somos un país especialmente racista. No lo somos, presuntamente, porque tampoco tenemos contra quién serlo. ¿O sí?

Esta semana, el Tribunal Supremo le ha retirado el derecho a ser españoles a los saharauis que nacieron cuando su tierra era una provincia española. Son 74.000 personas que tenían hasta DNI. Los hemos olvidado. Llevamos años olvidando nuestra responsabilidad con un pueblo que ha sido expulsado de su tierra por Marruecos, que vive en campos de refugiados y al que dejamos tirado después de colonizarlo. No nos importan mucho, parece ser. Pero sí que decidimos, con todos los honores, darle la nacionalidad española a los descendientes de los sefardíes, expulsados injustamente hace cinco siglos. Y me parece bien. Pero claro, quizás esos sefardíes tengan bastante más dinero que los pobres saharauis que viven en campos de refugiados.

Se acaban de cumplir, también, 25 años de la muerte de Lola Flores. Su hijo Antonio la acompañó 15 días después. Son, quizás, los gitanos a los que más han admirado los españoles. Bailaban, cantaban, nos entretenían, y tampoco es que fueran pobres. Pero hay otros, miles, de gitanos españoles a los que no hemos visto llegar tan lejos. No somos racistas, pero.

El fútbol (el deporte, en general) es uno de los grandes reflejos de cómo es la sociedad. La selección francesa que ganó el Mundial de 2018 es fiel reflejo de cómo es el país, muy diverso, repleto de descendientes de magrebíes y africanos. Incluso la selección alemana tiene ya a estrellas turcas en sus filas. No he visto, más allá de nacionalizados, a muchos inmigrantes (o a gitanos) en la selección española. Y si llegasen quizás hasta nos parecería bien. Espero.

España no es un país racista porque tampoco ha tenido mucho tiempo para demostrarlo. De momento, preferimos que nuestros inmigrantes vivan en el extrarradio, o en las viviendas más pobres, ocupen los peores puestos de trabajo y que tampoco prosperen mucho. Pero ojo, que ya hemos visto qué partido ha arrasado en aquellos lugares en los que sí que hay una fortísima presencia de inmigrantes.

Afortunadamente hay una enorme diferencia entre España y Estados Unidos: nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado no son tan salvajes a la hora de detener a nadie. No digo que no haya excepciones. Lo que digo es que la excepción en América parece estar en los policías que hincan la rodilla junto a los manifestantes durante estos días.

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