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Andar y masticar chicle

Redacción Cordópolis

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El cuerpo humano es capaz de hacer una infinidad de funciones diferentes en pocos segundos. Una no anula a la otra. Podemos estar haciendo la digestión a la vez que nos concentramos en una lectura y el corazón se afana cada microsegundo en regar cada rincón de nuestro cuerpo. Mientras tanto, además, nuestros anticuerpos pueden, por ejemplo, estar luchando contra un invasor, un coronavirus mismo.

De manera consciente, también somos capaces de hacer varias cosas a la vez. Quizás la más gráfica sea la de andar y masticar chicle. El cerebro tiene capacidad suficiente como para ordenar que movamos las piernas de manera acompasada mientras matiscamos. Incluso, a la vez, podemos ir pensando en qué hacer para cenar, que tenemos que comprar algo o calcular si nos queda dinero en el banco. Y mientras tanto, incluso, nos puede sobrevolar una honda preocupación sobre cómo vamos a llegar a final de mes, cómo vamos a estar de salud o hasta que nos preocupe mucho la situación política.

Por eso jamás entenderé que los muy demócratas (de boquilla, obvio) se cierren a abrir debates con el argumento de que ahora no toca, de nuestras prioridades tienen que estar centradas exclusivamente en resolver la crisis económica y sanitaria, o en cómo vamos a abrir ese melón precisamente en este momento.

Me refiero al tremendo melón que acaba de abrir la propia monarquía en canal. España ha tenido dos repúblicas. Y las dos han venido gracias a la derecha y las fuerzas conservadoras. De hecho, es que debe ser así. Un cambio de régimen de tal magnitud debe contar con el mayor consenso posible. La unanimidad, desde luego, es imposible. Las dos repúblicas llegaron en momentos mucho más complicados que el actual. Seamos realistas: a pesar de todo, no vivimos tan mal como nuestros abuelos o tatarabuelos. No nos estamos matando entre nosotros, no hay gente que muera de hambre, tenemos una democracia social bastante consolidada y encima nos respalda una Unión Europea que con sus defectos es muy poderosa.

España es una democracia ya madura capaz de afrontar un debate de una envergadura como la de si de mayor quiere seguir siendo una monarquía parlamentaria o una república. Y me temo que si sigue apostando por lo primero seguirá siendo una democracia incompleta.

Dice la Constitución y dijo el propio Juan Carlos I que todos los españoles somos iguales ante la ley. Y no es verdad. El jefe de estado en España es inviolable. Todo lo que haya hecho durante su jefatura no se puede juzgar. Dentro de España, claro. Fuera, en un país como Suiza (que es lo que de verdad preocupa a Juan Carlos) por supuesto que sí. Tampoco podemos elegir al jefe del estado. Nace del anterior. Es su hijo o su hija. Y aquí viene la segunda anomalía. Si Felipe VI y Letizia tuviesen ahora un hijo ese sería el heredero a la Corona. Por muy preparada que estuviese Leonor. O sea, hay una clara discriminación por sexo.

Desde hace muchos años se tiene la certeza de que la República a España la traerán los Borbones. Siempre ha pasado. Con Isabel II y con Alfonso XIII. Su actitud (llamar error a tener un dineral en Suiza oculto del fisco español me parece lamentable) es la que puede provocar que la monarquía sea de todo menos ejemplar. Y solo si es ejemplar va a sobrevivir.

Quieran o no el melón ya está abierto. Y parece que el sistema está en una huida hacia adelante cuando lo que tiene es que afrontar lo que parece que puede convertirse en el gran debate político de este país en los próximos años.

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