El síndrome de China en Cosmos
Conozco la diferencia sustancial existente entre una posible fuga radioactiva y una contaminación por quema de residuos plásticos, pero, lo que nos está pasando en nuestra ciudad con el futuro de Cosmos (antigua Asland), está muy bien retratado en “El síndrome de China”, de Bridges. La justificación de que la nueva actividad que quiere comenzar Cosmos, como incineradora de residuos altamente contaminantes, genera puestos de trabajo y desarrollo económico, no puede ocultar los peligros reales que supone para la salud y calidad de vida de la ciudad. En la película, se oculta un error de una central nuclear que puede provocar un gran accidente, por intereses económicos. Fue tachada de exagerada, pero unas semanas después de su estreno, los Estados Unidos sufrieron el accidente nuclear de la Isla de las Tres Millas, en Pensilvania.
En Córdoba, no han sido periodistas (Jane Fonda y Michael Douglas, en la película), los que han desvelado un peligro medioambiental, el proyecto de transformar una cementera en incineradora, ni contamos con técnicos de la empresa, como Jack Lemmon, capaces de desvelar lo que está sucediendo dentro de la fábrica, quizá por el temor a sufrir un despido. Si a Lemmon le llegó a costar la vida su lucha por la verdad, los trabajadores de Cosmos parecen dispuestos a ponerse del lado de la empresa a toda costa. Tampoco la prensa se está mostrando totalmente beligerante, y solo algunas honrosas excepciones están intentando difundir las denuncias que está llevando a cabo la Plataforma contra la incineradora.
Ya conocemos que la relación de Asland (en sus sucesivos cambios de propietario) con Córdoba ha sido siempre polémica. La cementera siempre ha ocasionado problemas de contaminación, que ha provocado luchas ciudadanas en diversos momentos de los últimos cuarenta años. En un principio, fueron las entidades vecinales las que protagonizaron las reivindicaciones y ahora es una conjunción de representantes vecinales, ecologistas y del vecindario en general, los que están batallando. En pasadas décadas, se denunciaron las capas de cemento que caían sobre los barrios más cercanos, mitigadas, posteriormente, por los filtros que se vieron obligados a instalar; ahora, se trata de evitar los humos que se generarán procedentes de todo tipo de residuos contaminantes.
Sin duda, fue una carencia del PGOU de 2001-2003 no proponer una solución al traslado de la fábrica al extrarradio, tal y como estaba situada cuando llegó a Córdoba. Por el contrario, el PGOU determinó que el polígono de Chinales se transformaría, poco a poco, en zona residencial, lo que suponía, de hecho, acercar nuevas viviendas a la actividad de la cementera. Hubiera sido suficiente con declarar la instalación como fuera de ordenación para empezar a crear las condiciones para su traslado. Conozco que algunos de los que han ocupado la propiedad de las instalaciones siempre han dicho que el traslado tendría que financiarse por parte de las administraciones públicas, pero se podía haber propuesto una unidad de actuación que les permitiera aprovechamiento lucrativo en otra zona industrial y con ello se podía haber financiado el alejamiento de la fábrica. Así ha sucedido, por ejemplo, con Baldomero Moreno, muy cerca de donde se levanta Cosmos.
Ya tuve ocasión, en la época del pepero Merino, de vivir, con indignación, como los terrenos altamente contaminados de Outukumpu se transformaron en el Parque Joyero, con la vergonzosa colaboración de todas las instituciones, de uno y otro partido. Me quede solo en la denuncia, en la que también hubo demasiada prudencia periodística. Entre todos callaron porque “se creaba empleo”, y mucho me temo que ahora suceda algo parecido. La Junta de Andalucía no tenía que haber dado permiso al eufemístico proyecto de “Valorización energética de residuos” que presentó la empresa; el ayuntamiento, bajo el gobierno de izquierda, tendría que haber hecho algo más que una simple declaración de intenciones; y PePe Nieto tendria que ponerse a favor de su ciudad y no de los intereses específicos de un grupo empresarial, evitando que se pueda cometer la tropelía de contar con una incineradora en pleno casco urbano. Tampoco los sindicatos han sabido, ni saben, situarse en estas polémicas.
Muchos años, trabajo y dinero nos ha costado implantar nuestro Centro medioambiental en el Lobatón para tratar los residuos, sin recurrir a la incineración. Incluso tenemos pendiente, como vecindario, conseguir el olvidado Polígono Verde, donde se instalarían empresas especializadas en teconología punta en medioambiente. Por eso, no podemos permitir que ahora nos cuelen, por la puerta de atrás, lo que habíamos conseguido desterrar de nuestra ciudad. Si ya Hoover Martín nos está vendiendo, en aras del empleo, incrementos de edifciabilidad en el casco por encima de lo que marca el Plan vigente, lo que contamina visualmente la ciudad, no podemos permitir que el humo de neumáticos, lodos, plásticos contaminen nuestro aire. Los Lemmon, Fonda y Douglas, convertidos en infatigables miembros de la Plataforma contra la incineradora, no deben estar solos.
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