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Entre la curiosidad sin límite y la ignorancia impuesta

Alfonso Alba

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Los archivos se publicitan y se estudian como espacios de conservación de los documentos (tengan el soporte que tengan); sin embargo, realmente son espacios de memoria. Ofrecen lo que uno quiere después de la muerte: memoria. Los archivos establecen el paradigma de la comunicación con la memoria… Lo que el voraz tiempo intenta engullir, la memoria lo protege. No en vano, los archivos (y las bibliotecas) son los primeros lugares en ser saqueados, incendiados o bombardeados en los ciclos de destrucción de la Humanidad. Los archivos facilitan una curiosa suspensión del tiempo. Una interrupción que permite, a veces, reabrir expedientes mal cerrados por la historia (es decir, el poder).

Los archivos han mantenido a lo largo de la historia una curiosa relación con el poder y con la herramienta que le es consustancial: el secreto (el secreto siempre ha ejercido una sorprendente fascinación). Para el correcto y eficaz funcionamiento de las Administraciones son necesarios los archivos. Para el eficaz funcionamiento del poder es necesario el secreto. Para que ambas funciones no colisionaran se inventaron… ¡los archivos secretos! (Los del Vaticano, los expedientes secretos de la Gestapo, los ficheros secretos del Tribunal del Orden Público español, los archivos secretos de la Inquisición, los archivos de la Stasi alemana…). Elías Canetti, en su obra Masa y Poder, define el impacto del secreto: Todo secreto es explosivo, aumentando su potencia a través de su propio calor interno (...). La potencia explosiva del secreto es tanto mayor cuando más elevado es su nivel de concentración, entendiendo por tal, la relación entre el número de los que lo guardan y el número de aquellos a quienes afecta lo guardado“. Parece como si el gran escritor hubiese oído hablar del TTIP (Tratado de Libre Comercio e Inversión entre la Unión Europea y los Estados Unidos).

Al fin esta contradicción se resuelve cuando algún documento se escapa y descubre lo guardado, como secreto, en el archivo. Un fax archivado (y enviado a un medio de comunicación) desveló la nube tóxica de Seveso; consultando expedientes traspapelados se nos permitió conocer el escándalo de la petrolera Elf-Aquitanie; una llamada grabada y archivada está en el origen del descubrimiento del Watergate; un inefable post-it amarillo (manchado de café con leche) colocado sobre un expediente, con el texto de “que se haga como en otras ocasiones sin seguir el proceso”, ha favorecido poder tirar del hilo de los denominados Eres fraudulentos; un documento torpemente falsificado facilita la apertura de una investigación sobre los bebés robados y dados en adopción durante el franquismo en instituciones hospitalarias y religiosas. Una indiscreta fotografía del último rey, guardada en el archivo de una redacción, restauró la castiza y olvidada expresión de borbonear (respecto a determinados negocios) tan común en la historia de la dinastía … No es posible el olvido cuando lo que se oculta es producto de la infamia o la injusticia.

Presiento que los archiveros (hombres y mujeres), testigos y taciturnos, nunca tiran nada. ¡Vivan los archivos y quienes los custodian!

Nota: El 9 de junio se celebra el Día Internacional de los Archivos, conmemorativo de la creación del Consejo Internacional de Archivos por la UNESCO en 1948.

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