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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Recuerden, somos luz

Nelson Mandela, elegido presidente en 1994

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Vienen tiempos preocupantes de fractura entre poderes, de subidas inverosímiles de intereses, de más, muchas más, revisiones judiciales por mor de leyes que no respetamos. 

Vienen tiempos de más guerra y cada vez menos paz, de más psicópatas por el mundo y de otros que pretenden volver. Vienen tiempos de elecciones, de políticos incansables agarrados a su trono, de crisis y más crisis, de empresas incapaces de aguantar la presión fiscal y la inflacionaria; tiempos de concursos de acreedores solo para que se forren los de siempre, designados siempre a dedo por los mismos. 

Vienen tiempos de trincones, de que todo vale si está justificado por el dinero; de derechos humanos cada vez más pisoteados a la vista de cualquier telediario; de que palabras como lealtad, compromiso, coherencia, honradez, igualdad o justicia (esta última con minúscula y tristemente también con mayúscula) no valgan absolutamente nada. 

Mis amigas, esas de siempre, ya saben, no esas que solo dicen serlo y un día descubres que son solo un “bluf” (la RAE con esta palabra estuvo fina y no ahora con “panetone” - ¿qué? -o “mamitis”-, lo de “conspiranoico” vaya Usted a saber en qué pensaban-), me explican que ante un panorama tan desolador tenemos que refugiarnos en la espiritualidad. Algunas lo hacen con Dios y la Iglesia y hasta con retiros que dicen les transforman, otras con las enseñanzas del siempre sabio budismo tibetano, y las hay, incluso, que lo hacen con un libro que traen a mi casa titulado “Un curso de milagros”. Yo las escucho y aprendo siempre, pero confieso que nada de esto me consuela.

Yo creo en el ser humano, sin más, sin imposiciones, ni vueltas de tuerca, y en la necesidad de creer y saber que tú eres lo que haces cada día y lo que proyectas. En estos momentos duros y en este día de Navidad prefiero releer a Nelson Mandela y recordar lo que dijo en el histórico discurso con el que se convirtió en el presidente de una Sudáfrica que venía de las tinieblas y el horror, citando el poema de la escritora Marianne Williamson, sobre nuestro miedo más profundo: el ser poderosos sin límite. 

Como dice el poema, es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que nos asusta. Porque jugar a ser pequeños no sirve al mundo, porque todos tenemos nuestra propia luz que cuando la liberamos da permiso a otras personas para que hagan lo mismo. Porque sacudirnos nuestros miedos construidos, es lo que liberará a los demás de los suyos. 

Y el presidente terminaba:

“Que haya justicia para todos.

 Que haya paz para todos.

 Que haya trabajo, pan, agua y sal para     todos.

 Que seamos conscientes de que nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestras almas se han liberado para que podamos realizarnos…

 Que reine la libertad“ 

Que así sea. Una vez más. 

 ¡Feliz Navidad! 

Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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