Las velas del salón han vuelto a derretirse. Vuelve el tiempo del bikini, de las chanclas y el capazo de esparto, del bronceador caducado con factor protector inexistente. Vuelve el tiempo de los espetos, de las coquinas, del salmorejo fresco y el gazpacho. Vuelve el tiempo de dormir con el aire acondicionado y esa Ronda de los Tejares en la que se hunden los pies en el asfalto.
“Paco, qué calor hace” “La misma de siempre”.
Vuelve el tiempo de los cines de verano… ¿O no? Hay pérdidas irreparables que nos avocan a un mundo mucho peor. Vuelve el tiempo de la siesta, del sopor, de las moscas. El tiempo de tumbarse en el mármol fresco, de buscar el cobijo de la sombra, de pisar el suelo descalzo, de los polos y la fruta fresca.
“Paco, qué calor hace” “La de todos los años”.
Vuelve el tiempo del hielo picado, del placer del primer sorbo de la caña fresca y de las cervezas heladas bajo la luna llena y los bocadillos de melva. Vuelve el tiempo del éxodo, Fuengirola, Torre del Mar, Cádiz o Huelva. Vuelve el dominó, las cartas, la mar salada y las toallas mojadas y tiesas. Vuelve el tiempo de los amores fugaces, de los que te hacen sentir más fresca y esbelta y la piel morena a lo chiquita la piconera.
“Paco, !qué calor hace!” “La de toda la vida”.
Vuelve los festivales, las discotecas, los chiringuitos con música, los conciertos a la luz de las velas; vuelve la música de verano, el trap latino, el reguetón, el pop, el k-pop, la electrónica y también las verbenas de pueblos y barrios con la barbacoa de Georgie Dann y otro Paquito, el chocolatero.
“Paco, ¡pero qué calor hace!” “La de cada verano, el calor de siempre”
Sin embargo, hay algo este año cuya novedad me embarga, cuya incertidumbre me agobia. No sé si estoy preparada para seguir como antes, o volver a lo de antes de antes. Solo quiero respeto, verdad, emprendimiento, más educación y menos impuestos, más empresas y menos estado, más salarios y menos intereses en las hipotecas.
Quiero tanta o más libertad, no quiero volver a la más mínima sombra de sospecha, ni censura. Quiero que la gente sea libre, que el amor se exprese como cada cual lo entienda. Quiero mujeres iguales a hombres y hombres que luchen por lo mucho que aún nos queda. No quiero ninguna más muerta, menos leyes erráticas, ni violadores sueltos y quiero, sobre todo, una justicia independiente sin la más mínima injerencia.
Quiero más solidaridad, que cuiden mi planeta y a los hombres y mujeres que lo construyen arriesgando su dinero y el sudor de su frente. Estoy harta de subvenciones, de que me intervengan, del producto interior bruto, de la inflación, de las tasas, de las falsas estadísticas, de los índices de mierda y de las absurdas promesas. Quiero menos política y más sentido común y poder decir “viva España” y que no me llamen facha.
“¡Paco, tengo calor y no sé a quién votar!”“ ¡Ya estás como siempre!”
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