El año judicial está de estreno y con una puesta en escena novedosa después de cinco años repitiendo el mismo patético cartel: “Los que juzgamos no nos soportamos”
Por fin el CGPJ se puso casi de acuerdo (16 votos frente a cuatro) para salir de la insostenible situación y elegir a una mujer, magistrada de la Sala de lo Contencioso como su presidenta. Isabel Perelló es la primera que llega a tan alto cargo y a tan difícil responsabilidad por propio merecimiento. No puedo estar más orgullosa como ciudadana, como jurista y como mujer.
Podría haber sido de nuevo un hombre, sí, pero para quienes llevamos la toga puesta tantos años, que casi forma parte de nuestra piel y recordamos aquellos inicios en donde a las pocas mujeres que la vestíamos se nos miraba con lupa y hasta con escepticismo -cuando no con recelo (da igual si eras abogada, fiscal o jueza para sentir que pensaban ¿qué hace esta aquí?)-, esta elección es un orgullo inmenso. Cuando una mujer lo tiene claro, es poderosa y segura de sí misma, nada hay que la haga mirar para otro lado y el éxito es seguro.
E Isabel Perelló, con etiqueta para algunos medios de progre, o de catalana (como si eso fuera un hándicap), ha demostrado ya serlo. En su discurso afirmó verdades como puños, reivindicó el papel de las mujeres en la justicia, abogó por la independencia judicial como pilar fundamental del Estado y asumió compromisos concretos. Su voz suave resonó al decir: “Ningún poder del Estado puede dar indicaciones a los jueces y magistrados sobre cómo han de interpretar y aplicar el ordenamiento jurídico”.
Ninguno. No sé exactamente qué debió pensar en ese momento el fiscal general sentado al lado con sus puñetas. Si en los próximos días el Tribunal Supremo imputa a García Ortiz por cometer presuntamente un delito de revelación de secretos por unos hechos de los que hay prueba, y que con la ley en la mano pudieran ser constitutivos de un delito previsto y penado en el código penal, se producirá otro hecho histórico en la justicia de este país.
Tener por fin una mujer presidenta del poder judicial ha sido histórico y memorable. Tener a quien está al frente de los que deben velar por el cumplimiento de la legalidad imputado por actuar contra esa legalidad, con un interés de fondo con tinte políticoservilistaprivado sería también histórico pero muy lamentable. Si el Alto Tribunal imputa al fiscal general, ¿veremos que se “impute” por ello al Tribunal?
Y es que me resulta a la par enormemente sorprendente la deriva del llamado cuarto poder. La prensa. Tengo la sensación de que cada vez más, la verdad no importa, lo evidente se desprecia, lo razonable se aparta y solo según a quien se sirve, las noticias se moldean, se edulcoran o se amargan con una clara falta de objetividad.
Hace poco sostuve una conversación con un amigo sobre esa deriva actual de la prensa. Él decía, a raíz de un artículo falaz en un medio, que hoy por hoy la prensa lava -o trata de hacerlo- los cerebros. Yo le rebatía que la opinión es opinión y, por tanto, respetable, y que lo grave es entrar en el terreno pantanoso de confundir información con opinión.
¿Existe el hooliganismo ideológico instalado en la prensa? ¿Sirven los medios a según qué y quién, desdibujando las líneas de la auténtica información? ¿Percibimos los ciudadanos esto y sabemos distinguirlo? ¿Hasta dónde escribimos, o leemos lo que otros escriben, fanatizados por nuestras propias ideas? Y, en fin, los límites de la ética periodística y la libertad de prensa que la erigió como cuarto poder, ¿dónde quedaron? ¿Lo recordamos?
Al “basta ya” de Isabel Perelló sobre la justicia, habría que añadir el “basta ya” a la prensa que se deje utilizar con fines distintos a la mera información. Peero, claro, esto es solo mi humilde opinión.
Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada.
Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta.
¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.
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