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El efecto migratorio

Carlos Puentes

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Tenemos los aficionados a la meteo cierta querencia por mojar el bajo vientre al primer viso de un panel modelístico donde los centros de acción atmosféricos dibujen una configuración propicia para ver la Mezquita bajo 20 centímetros de nieve. Tenemos la misma querencia, pero para cagarnos en San Abundio, cuando a la siguiente salida de modelos desdibuja el nevazo para anclarnos el azoriano sobre la cabeza con una +15º a 850 hPa. No habrán entendido una mierda, pero así en cristiano, que somos imbéciles por partida doble, y que en lugar de jugar a la prudencia, corremos a comernos los morros pensando en lo bien que lo vamos a pasar, en lugar de quedarnos calladitos y confiar en que los datos reales confirmen la tendencia.

Resulta curioso que esta suerte de temeraria imprudencia no sea exclusiva de los que pasamos buena parte del día mirando a las nubes, los jurgoleros sin ir más lejos son los reyes del mambo en esa extrema bipolaridad. Por contra, quienes manejan los designios de todos, los administradores de la cosa pública, deben, por cosas de la buena profesionalidad, ceñirse a la realidad de los datos por tal de no despertar falsas ilusiones entre sus administrados. Craso error, la tozuda realidad demuestra constantemente que son estos quienes pugnan por conquistar el título a tribu urbana más estúpida del país. Lo venimos viendo recientemente con el fervor desmedido que se ha encendido a raíz de la publicación de los datos del paro del último mes, unos datos que lejos de disparar la alegría, deberían encender las alarmas por la tragedia que esconde.

Ayer lo explicaba rematadamente bien Alfonso Alba en su rincón cordopolita, en un artículo que les recomiendo para entender algo que debería resultar evidente. La bajada del paro no es sino el reflejo del hastío de quien buscando no encuentra, o de quien sin encontrar decide marcharse. Un dato que lejos de leerse en clave económica tendría que hacerse en clave social. Una sencilla ecuación entre los que buscamos una oportunidad y el número de oportunidades disponibles para todos los que opositamos, que tiene como válvula de escape la decisión de irse bien lejos de este asqueroso lodazal en que se ha convertido el país. Puede que así se entiendan las inexplicables reformas legislativas que poco o nada tienen que ver con las demandas europeas de contener el déficit, y que nos sitúan más cerca de los años 50 del pasado siglo que del presente, un poderoso aliciente para abandonar un país donde se hace más y más difícil respirar entre el incienso eclesiástico y el olor a sobaco rancio de barra de bar.

Pero como les decía al principio, los del tiempo no somos muy diferentes, y si bien la envidia y la depresión eran los estados de ánimo que imperaban hasta ayer, desde hoy vamos a empezar a dar la murga por la espectacular y tremenda invasión fría que podría estar cocinándose para la segunda quincena del mes en buena parte del continente europeo. Lo más probable es que ya, los mismos modelos meteorológicos con los que ayer soñábamos, nos devuelvan a la cruda realidad de un invierno que parece que quiera pasar de puntillas por esta parte del mundo. Pero como soñar es gratis, y lo que toca en los próximos días es aburrido anticiclón, les cuento lo que podría venir más allá del 15 de enero, y que muy posiblemente no vendrá.

En el baile entre anticiclones y ciclones que se da en la alta atmósfera, existen frecuentes migraciones de los grandes centros de acción. Es lo que ha ocurrido en Estados Unidos, con la irrupción de una parte del vórtice polar más allá del paralelo 40 (más a o menos a la altura de nuestra ciudad), como consecuencia del desplazamiento de un potente anticiclón en el ártico canadiense, que literalmente ha empujado el tan mencionado vórtice. Consecuencia de ello, ha sido que Terranova ha seguido alimentando al monstruo que mora por Islandia, que ha azotado el Atlántico Norte con un oleaje del que pocos tienen recuerdo. Pues bien, lo que podría acabar ocurriendo que acabe con este atípico invierno europeo, es que parte de un descuelgue del vórtice en Terranova, acabe llegando hasta nuestros dominios por la adecuada posición de altas presiones al norte de Islandia. Un complejo baile migratorio que podría devolvernos la ilusión de recuperar el invierno entre tanta aridez europea.

La fiesta podría ser redonda si el paso de esa posible masa marítimo-polar acaba traspasando hasta el Mediterráneo, re-alimentándose con la humedad del recalentado mar, y favoreciendo la entrada de vientos de componente noreste que acaben desembocando en siberiana de las buenas. Poca prudencia la mía la de ver luz a tanto tiempo vista, pero miren, el Gobierno también les vende humo y buen respaldo que siguen teniendo, al final, todos imbéciles.

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