'Cave Cannes'
El próximo 15 de Mayo arranca una nueva edición del Festival de Cannes, termómetro para medir -aunque desgraciadamente cada vez menos- la calidad de la cosecha cinematográfica de la próxima temporada. Feria, muestra, mercado y mucho más, la pasarela del mejor cine de autor internacional lleva algunos años en franca decadencia, primando las oscuras alianzas y sinergias comerciales por encima de la calidad de los filmes a concurso, especialmente en la Sección Oficial, que lejos de anticipar nombres a seguir, apostar por la visibilidad de propuestas de vanguardia y reivindicar tendencias que inauguren nuevos caminos, se dedica, con el concurso de algunas de las grandes productoras francesas, a darle carrete a cineastas cómodos, fáciles y serviciales.
La programación de este año podía de nuevo adivinarse fácilmente, al menos en lo que se refiere a la procedencia de los filmes a competición. No era complicado adelantar que, aunque figurasen otras nacionalidades en el pasaporte de sus directores, al menos el 75% de los filmes de la Sección Oficial serían de producción francesa y norteamericana. La nómina gala, que lógicamente es la más nutrida y casi la más aburrida por la cuestionable selección de autores -y no será que porque no tengan donde elegir-, lleva al precozmente envejecido François Ozon con Jeune & Jolie, a la chispeante y ocasionalmente cargante Valeria Bruni-Tedeschi con Un château en Italie -con producción de Canal +, Cine + y el CNC-, a Abdellatif Kechiche con La vie de d'Adèle -otro filme de tres horas que nos hace temer una nueva Vénus noire- y producción de Wild Bunch -quienes también estarán detrás del nuevo Abel Ferrara, del que se podrán ver algunas escenas en el certamen, dedicado al escándalo Strauss-Kahn, con Gerard Depardieu y Jacqueline Bisset de protagonistas-, al embalsamado Roman Polanski con La Vénus à la fourrure -con el venerable Alain Sarde en la producción-, al desertor Arnaud Desplechin con Jimmy P. -en su primera cinta hablada en inglés y de producción franco-estadounidense, o lo que es lo mismo, Why Not Productions+Worldview Entertainment- y a Arnaud des Pallières, al que sorprende ver aquí -aunque a Cannes le gusta poner a prueba la capacidad pulmonar y silbadora de los fans de Payne, Vintenberg, Garrone, Mungiu, Soderbergh, etc., programando algún que otro filme de altura entre el generalizado esperpento-, con una nueva adaptación de Michael Kolhaas de Von Kleist; que al igual que Les Salauds de Claire Denis, relegada a la sección Un certain regard, tiene a Arte en su producción.
La lista de filmes franceses -o coproducidos por Francia- lejos de arredrarse ante el descaro de la maniobra se expande aún más con el chadiano de moda, Mahamat-Saleh Haroun, y su filme Grisgris -con el concurso de France 3-; con el nuevo descubrimiento iraní de los multiplex del cine de autor, Asghar Farhadi, esta vez en una producción enteramente francesa, rodada en ese idioma, protagonizada por Bérénice Bejo y titulada Le Passé; con el insoportablemente abonado a Cannes Paolo Sorrentino (sin embargo, viendo cómo lo apoyan Canal +, Cine +, Pathé y France Télévisions se entiende bastante mejor lo poco que tienen que ver sus (de)méritos con su puntual presencia en el certamen) que nos amenaza con La grande bellezza; y con el listo de Nicolas Winding Refn que quiere seguir estirando el chicle Ryan Gosling con Only God Forgives, coproducción entre Dinamarca y Francia, hablada en inglés y rodada en Tailandia con los euros de Gaumont y Wild Bunch, que no es difícil suponer harán buena caja.
Al lado de la potencia de fuego desplegada por StudioCanal, Canal +, Ciné +, France 3, France Télévisions, Gaumont, Pathé e incluso Wild Bunch, etc. -a tenor de lo visto los verdaderos programadores en la sombra de la Sección Oficial-, el cine de autor norteamericano se muestra un poco acomplejado, necesitando incluso tenderle la mano a StudioCanal para sacar adelante alguno de sus proyectos, como ocurre en el caso de la nueva película de los hermanos Coen, Inside Llewyn Davis, que además de los franceses cuenta con Scott Rudin y la productora de siempre de la pareja, Mike Zoss Productions, para echar a caminar el proyecto. Jim Jarmusch es otro que desde hace años sigue rodando gracias al dinero que le llega de Francia y/o Alemania -ahora también de Inglaterra-, y su última cinta, Only lovers left alive, no es una excepción. Las incomprensibles presencias de Alexander Payne (Nebraska) y Steven Soderbergh (Behind the Candelabra) resultan aún más ridículas si pensamos que el de Payne es un filme Paramount que se verá sin problemas en todo el mundo más pronto que tarde, mientras que la cinta de Soderbergh -biopic sobre el romance de Liberace y Scott Thorson- es un telefilme HBO que en Europa se estrenará en salas; idéntica maniobra a la realizada por el festival hace tan sólo unos años con The life and death of Peter Sellers, también con HBO detrás. Con creces, la incorporación más estimulante dentro del pabellón norteamericano vuelve a ser la de James Gray -en su cuarta aparición en el certamen- con The Immigrant, protagonizada por Joaquin Phoenix, Marion Cotillard, Jeremy Renner y con Worldview Entertainment financiando, la misma productora, qué casualidad, de la cinta de Arnaud Desplechin.
Sólo cinco películas de las veinte a concurso en la Sección Oficial -ignoro si las tonterías de apertura y clausura, con lo que serían veintidós, compiten también o sólo están ahí, lo más probable, para que las fotos de sus estrellas aparezcan en los grandes diarios- no tienen capital francés o norteamericano. Se trata de las últimas cintas del mexicano Amat Escalante y del holandés Alex Van Warmerdam -de los que puede esperarse poco o nada teniendo en cuenta lo que han hecho hasta ahora- tituladas respectivamente Heli y Borgman; de las dos japonesas dirigidas por Hirokazu Koreeda y Takashi Miike -ambos dimisionarios desde hace años-; y de lo último de Jia Zhang Ke -de nuevo coproducción entre China y Japón, vía Office Kitano-, que supone la vuelta al cine de ficción del mejor cineasta chino de los últimos tiempos, un autor que aún goza de cierto crédito a pesar de sus recientes extravíos; crédito que confiamos -aunque no mucho, a tenor de las primares imágenes filtradas del filme en cuestión- no termine de dilapidar del todo con A touch of sin (Tian zhu ding).
Fuera del gran escaparate de la Sección Oficial y sus intereses creados se agolpan en Un certain regard algunas de las propuestas más estimulantes. Allí podemos encontrar a Claire Denis (Les salauds) y Rithy Panh (L'image manquante), ambos bajo el paraguas de mecenas más modestos y menos sospechosos -el CNC y Arte-, al filipino Lav Diaz (Norte, Hangganan ng Kasaysayan), a Alain Guiraudie (L'inconnu du lac), a Claude Lanzmann (Le dernier des injustes) y a Rebecca Zlotowski (Grand Central), ninguno de ellos, a diferencia de Sofía Coppola y su The Bling Ring que inauguran Un certain regard -y que no habrían desentonado demasiado en la Sección Oficial-, ha necesitado para salir a flote el concurso de transatlánticos como StudioCanal y Pathé, además de, obviamente, la empresa de su papá y George Lucas, American Zoetrope. Por su parte, la Quinzaine des Réalisateurs dará la bienvenida a los nuevos filmes de Marcel Ophüls, Serge Bozon, Raphaël Nadjari, Ari Folman, Alejandro Jodorowski, etc.
En la Semaine de la Critique nos encontramos con un refugiado Jean-Luc Godard -no muy bien acompañado por Peter Greenaway y Edgar Pêra- en un filme colectivo a cuenta del 3D bautizado -no muy ingeniosamente- 3x3D, y producido por La Fundación Ciudad de Guimaraes, que una vez terminada la capitalidad cultural se dedica a seguir haciendo algo por el arte, en vez de por la cultura institucional, como es producir al maestro Godard. Su segmento se titula The three disasters y promete, una vez más y van..., el paraíso.
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