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Hace falta valor

Rafa Sanz, en el Palacio Municipal de Deportes Vista Alegre.

Paco Merino

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Hay que estar muy loco o muy desesperado o muy enamorado o quién sabe en qué estado alterado de conciencia para jugarse a la ruleta rusa algo tan valioso como es la propia reputación. Eso que dicen los más sabios que tarda años en construirse pero que puede saltar hecha añicos en una mala tarde. A eso se arriesga Rafael Sanz Armada (Córdoba, 1976), que dijo sí cuando le propusieron agarrar a un grupo de muchachos a los que les gusta jugar al baloncesto para componer, con más imaginación que medios, un equipo decente que defienda el nombre de la ciudad en la Liga EBA.

Hablamos de la cuarta categoría del baloncesto nacional, un campeonato clandestino y alejado del interés mediático, en el que conviven formaciones de colegios, de barrios y de poblaciones de menos de diez mil habitantes con ayuntamientos volcados y pabellones que parecen naves de cereales. También hay equipos filiales de los grandes de la ACB, compuestos por adolescentes españoles y de otros lugares del mundo que corren en pos de un sueño -una salida profesional- en una especie de versión, mucho más cruel y dura, de los concursos televisivos de talentos. Aquí, en la EBA, hay más sudor que cámaras, más malabarismo económico que fichajes de talonario, más verdad que parafernalia. Y hay, sobre todo, buenas historias. Como la de Rafa Sanz y su Bball, porque desde el mismo momento en que el carismático técnico dio el paso de agarrar el mando se convirtió en la referencia. Ahora le toca elegir las semillas, sembrar, regar... y esperar. Todo el proceso requiere paciencia. Sanz coge un equipo que sólo se parecerá al del año pasado en el nombre -ni eso, ahora tiene patrocinio nuevo- y en la presencia de algún chaval que entró no hace mucho para ir fogueándose. Aquellos meritorios de hace unos meses están llamados a ser protagonistas. Así va el tema.

El baloncesto cordobés es, definitivamente, un mundo raro. Y su principal referencia, el Bball ahora, es la encarnación misma de todo ese conflicto interior en el que los deseos de progreso chocan contra las amargas realidades. Su principal virtud ha sido no rendirse. Rafa Sanz es el entrenador con más partidos dirigidos en la historia de la LEB Oro, segunda categoría en España tras la ACB. Su expediente muestra un bagaje sin parangón en la categoría. El entrenador con más experiencia profesional de la EBA adiestra al grupo de jugadores -la mitad serán sub 18- con menor recorrido en esta competición. La paradoja infinita.

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