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El debate sobre Cañero

Víctor Molino

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Dejaré la incógnita para más adelante. Entiendo que, seguramente, el lector se pregunte cuál es el motivo por el que un servidor ha elegido el título “El Castillo de la Culebra” para este blog. Si me lo permite, esa explicación, para tiempos futuribles, porque la actualidad invita a hablar de asuntos más picantes.

En estos días, Córdoba anda inmersa en un debate cuanto menos significativo. Me refiero a la polémica suscitada por el homenaje a la figura de Antonio Cañero, que está previsto en la nueva edición de Cabalcor. Por lo visto, a cierto sector de la oposición municipal, el hecho de que el jinete, más conocido por ejercer como rejoneador que por su etapa como comandante en tiempos de Franco, reciba dicha distinción le resulta reprochable.

Si atendemos al argumento que se excusa, la militancia del rejoneador en el bando del régimen, por ese mismo motivo, entiendo que el mayor homenaje que hoy por hoy se le puede hacer al jinete es que exista en el callejero cordobés una barriada con su nombre. Que se tenga constancia, nadie se ha preocupado por suprimirlo del mapa.

No se trata de dar ideas, sino de ir a la raíz. Si verdaderamente se tiene la intención de eliminar a alguien del recuerdo porque molesta o porque se considera que ha hecho algo indigno, hay que ir al fondo. De lo contrario, se cae en el error de utilizar sustentos dialécticos banales y sin fundamento.

Saltar ahora con este tercio descontextualiza el inconveniente de base. Un problema aún no resuelto en este país que, por intereses, impide ajusticiar lo que ya no se puede penar por caduco. La memoria histórica debe dejar resuelta cuanto antes la perdurable división entre las dos Españas que sólo adquiere auge cuando se agita la coctelera. No confundan al personal. No sean oportunistas.

Si de verdad pretenden reivindicar una injusticia, no caigan en el error de hacerlo  a través de simplezas. Sean insistentes en que se solucione el problema de raíz y no utilicen este tema como recurso coyuntural. El asunto de la memoria histórica es más serio. Frivolizar resta importancia a la lucha genérica por la causa.

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