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Cualquier tiempo pasado fue mejor: una ilusión nostálgica

La frase popular “cualquier pasado fue mejor” es, en muchas ocasiones, una expresión nostálgica que idealiza épocas anteriores, ignorando los desafíos y problemas que también las caracterizaron. Esta idea no solo es producto del desconocimiento y la ignorancia, sino también del olvido selectivo que tiende a resaltar lo positivo mientras se minimiza o se omite lo negativo. En el caso de la historia reciente de España, esta afirmación resulta particularmente engañosa, ya que el país ha experimentado avances significativos en diversos ámbitos, a pesar de los nuevos desafíos que enfrenta.
Tomemos, por ejemplo, la España de la posguerra y la dictadura franquista (1939-1975). Aunque algunos puedan recordar esa época con cierta nostalgia, lo cierto es que fue un período marcado por la represión política, la censura, la falta de libertades fundamentales y una economía precaria. La autarquía económica del régimen sumió al país en un estancamiento que lo alejó de las dinámicas de crecimiento de Europa occidental. La sociedad española vivía bajo un control férreo, donde cualquier disidencia era perseguida y las mujeres, por ejemplo, tenían derechos limitados y estaban relegadas a un papel secundario en la esfera pública. ¿Era realmente mejor ese pasado?.
La transición a la democracia en los años 70 y la consolidación del Estado de bienestar en las décadas siguientes trajeron consigo avances significativos. La Constitución de 1978 estableció un marco de derechos y libertades que permitió a España integrarse en la comunidad internacional y modernizar sus estructuras políticas y sociales. Durante los años 80 y 90 del siglo pasado, el país experimentó un crecimiento económico notable, una expansión del acceso a la educación y la sanidad pública, y una mejora general en la calidad de vida. Sin embargo, incluso en esos años de progreso, hubo problemas graves, como el desempleo crónico, la corrupción política y el terrorismo, que dejó una profunda huella de dolor y división.
En el siglo XXI, España ha seguido enfrentando desafíos, como la crisis económica de 2008 y la de la COVID-19, que tuvieron un impacto devastador en el empleo y el bienestar social. Sin embargo, también ha habido avances significativos en materia de derechos civiles, como la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo en 2005, un hito que situó al país a la vanguardia en la defensa de los derechos LGTBIQ+. Asimismo, la lucha por la igualdad de género ha ganado fuerza, con movimientos como el #MeToo y las masivas manifestaciones del 8 de marzo, que reflejan una mayor conciencia social sobre la necesidad de combatir la violencia machista y promover la equidad.
Es cierto que la realidad actual presenta nuevos elementos perturbadores, como el aumento de los populismos y la ultraderecha, la crisis climática o los efectos de la globalización. Sin embargo, muchos de estos problemas no son nuevos, sino que han adquirido una visibilidad mayor gracias a la democratización de la información y a una sociedad más consciente de sus derechos. Por ejemplo, la corrupción política no es un fenómeno reciente, pero hoy se denuncia y se investiga con más rigor que en el pasado.
En conclusión, la idea de que “cualquier pasado fue mejor” es una simplificación que ignora los logros alcanzados y los problemas superados. La nostalgia por un pasado idealizado es comprensible, pero peligrosa. La historia reciente de España demuestra que, a pesar de los desafíos actuales, ha habido avances significativos en materia de derechos, libertades y calidad de vida. La democracia, los derechos sociales y las oportunidades que disfrutamos hoy son el resultado de un esfuerzo colectivo por superar las sombras del ayer.
Idealizar el pasado no solo es injusto, sino que nos impide reconocer y valorar los progresos alcanzados y trabajar para enfrentar los retos del presente con una perspectiva más crítica y constructiva. Mirar hacia atrás con ojos críticos, nos permite valorar lo que hemos logrado y seguir trabajando por un futuro mejor.
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