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La solidaridad como esencia de la Política

Alfonso Alba

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Cuando hablamos de Política siempre pensamos en partidos, elecciones, parlamentos y sus discusiones, gobiernos y altos cargos... pero olvidamos cuál es su verdadero fin, o nos han hecho olvidarlo, que la Política es un quehacer que persigue el bien común, el bien de todas y de todos.

La Política es, por tanto, el espacio en el que la ciudadanía debiéramos participar para consensuar de qué manera es posible que nuestro modelo económico, social y político atiende al bienestar de la sociedad con el fin de evitar el malestar o el “medioestar” que provocan situaciones como la injusticia, la precaridad, la insostenibilidad ambiental, la pobreza, el hambre, la exclusión o la desigualdad.

Es en este planteamiento en el nos encontramos las movimientos y organizaciones sociales como las ONGDs, la Economía Social, los sindicatos o las asociaciones ciudadanas reivindicando, día sí y día también, que la Política debe atender a las necesidades de la gente, en especial, la de aquella que por causas ajenas se siente excluida, ya sea por un modelo económico nada equitativo y desequilibrado, o por una sociedad intolerante e insolidaria. Sorpresivamente vemos como, muy por el contrario, la Política es utilizada para arrebatar Derechos Humanos como el de garantizar un nivel de vida adecuado a todas y todos que asegure nuestra salud, bienestar, y en especial nuestra alimentación, vestido, vivienda o asistencia médica (Artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos). Reivindicar “pan, techo y trabajo” se convierte así en una forma de exigir lo que nos pertenece como personas y sociedades humanas: nuestros Derechos. No se trata de una cuestión de caridad sino de justicia social.

Desde plataformas ciudadanas como la Coordinadora de Colectivos Sociales “Córdoba Solidaria” venimos pidiendo desde hace más de 20 años a todos los gobiernos (en especial a los locales) que prioricen y refuercen las políticas sociales que tienen como objetivo favorecer la inclusión social y el ejercicio de los Derechos Humanos, no sólo la de las personas que viven en dichos municipios sino también de aquellas que aunque se encuentren a miles de kilómetros de nosotras y nosotros sufren las consecuencias de un sistema económico, político y social excluyente, devastador e insolidario. Personas a las que no sólo nos une nuestra pertenencia a la sociedad humana, sino también relaciones comerciales, sociales, familiares, etc. Personas que producen la ropa con la que nos vestimos o la comida que comemos y que en muchas ocasiones son las que a costa de su precaridad, Derechos y pobreza permiten que paguemos precios bajos. Entendemos pues que como parte de la sociedad humana tenemos la obligación no sólo de disfrutar de los Derechos en primera persona (si tenemos la suerte de hacerlo) sino de exigir y trabajar para que el resto de la Humanidad acceda también a ellos. Todo ello sin olvidar que la casa que nos acoge, el planeta Tierra, debe ser conservada y preservada para garantizar la habitabilidad de las futuras generaciones, la biodiversidad, el clima, los espacios naturales, etc.

La solidaridad se convierte así en un valor esencial e irrenunciable para el ejercicio de la Política, su práctica es condición necesaria (aunque no suficiente) para garantizar el fin que persigue: el bien común. Esperemos que los nuevos gobiernos lo tengan igual de claro que nosotros y nosotras reflejando su solidaridad en las políticas que implementen para que podamos conseguir una sociedad más justa, solidaria y sostenible. Nosotros estaremos al lado de todos aquellos gobiernos que impregnen su política de solidaridad, anteponiendo el bien común a los privilegios de unos pocos.

David Comet

Presidente de la Coordinadora de Colectivos Sociales “Córdoba Solidaria”

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