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Sandra Peña y el fracaso de una sociedad que no supo escuchar

Fachada del Colegio Irlandesas Loreto

Blogópolis Opinión / Alejandro Aguilar

20 de octubre de 2025 20:09 h

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Hay silencios que duelen más que las palabras. El de Sandra Peña, una joven de solo 14 años, ha estremecido a todo un país que hoy se pregunta cómo es posible que una adolescente decidiera quitarse la vida tras sufrir acoso escolar sin que nadie pudiera —o quisiera— detenerlo a tiempo. Su muerte no es solo la historia de una víctima, sino el reflejo de una sociedad entera que ha fallado.

Fallaron los protocolos. Falló el sistema educativo que, pese a contar con herramientas, protocolos de actuación y unidades de convivencia, sigue siendo incapaz de reaccionar con agilidad cuando la alarma suena. Falló la comunicación entre los centros, los orientadores, las familias y las instituciones. Pero sobre todo, fallamos como sociedad. Porque mientras se redactan informes, se convocan reuniones y se elaboran planes de prevención, hay niños y adolescentes que siguen sufriendo en silencio, cada día, en los pasillos, en las redes sociales o en los grupos de WhatsApp.

Sandra necesitaba que alguien la escuchara, que alguien la defendiera, que alguien interviniera de verdad. En una sociedad hiperconectada, hemos perdido la capacidad de mirar a los ojos, de detectar el sufrimiento ajeno, de actuar con empatía. Preferimos la comodidad del “no es asunto mío” antes que el compromiso de implicarnos.

No se trata solo de señalar culpables, sino de asumir responsabilidades. Los docentes necesitan respaldo real y formación específica; los padres, más diálogo y presencia; los compañeros, educación emocional y valores; y las instituciones, más humanidad que burocracia. El bullying no se combate con papeles, sino con compromiso, prevención y valentía.

Sandra no puede volver, pero su historia debería servirnos para reaccionar de una vez. Para entender que detrás de cada burla hay una herida, detrás de cada silencio hay un cómplice y una víctima, y que cuando la sociedad mira hacia otro lado, el acoso encuentra terreno fértil.

Que el nombre de Sandra Peña no se convierta en una estadística más. Que sea el punto de inflexión para que ningún joven vuelva a sentirse solo ante el acoso. Porque cuando un niño o una niña pierde la esperanza, no solo falla un colegio: fallamos todos.

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