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La actualidad de Ibn Masarra y la necesidad de un nuevo humanismo global

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Alfonso Alba

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En la plena vorágine de nuestro mundo viene a aparecer la figura de un cordobés de los siglos XI y X, Ibn Masarra el Jabalí (el Serrano), que hasta ahora aparecía borrosa y apenas reconstruida a trazos gruesos. Filósofo para unos, místico para otras, elaboró un pensamiento que tuvo derivaciones políticas y espirituales muy sorprendentes por su modernidad.

Estudiada su figura por arabistas como Asín Palacios y más reciente por la profesora Pilar Garrido, que imparte conferencia en Casa Árabe esta misma semana sobre su figura, había sido objeto de estudio más bien indirecto, sobre todo a partir de fuentes indirectas como Ibn Arabí. Se le ha dibujado como un filósofo de corte neoplatónico que se enmarca dentro de esa fusión de cultura de la Antigüedad tardía (más que medieval, en opinión de quien escribe y de otros historiadores) que recibe, mezcla y reelabora las tradiciones filósóficas junto con las religiosas del Mediterráneo en una permeabilidad mucho mayor de la que imaginan nuestras mentes analíticas contemporáneas. De una profunda espiritualidad en la órbita sufí, apuntan otros, y en la corriente Unitaria y de raíces gnósticas, su pensamiento está en los bordes de estas vías de conocimiento, pudiendo calificarse, por otro lado, de lo que en el Renacimiento occidental llamamos un humanista, en la línea de esa enorme aportación que hizo Al Andalus a la cultura europea y que quedó registrada en el clásico libro de Juan Vernet “Lo que Europa debe al Islam de España”.

La aparición en los últimos años de algunos de sus textos en Dublín (y Estambul) que están próximos a publicarse en edición en castellano nos permitirá devolver al presente al personaje y al

pensamiento de este sabio cordobés olvidado por su ciudad y por gran parte de la cultura y que tanto tiene que aportar al momento presente.

Muhammad Ibn Masarra, llamado al-Yabalí (el Serrano) por vivir y morir en la sierra cordobesa, nace en Córdoba en el 883 y muere en el 931 en pleno reinado de Abd al-Rahman III. Se forma con su padre, viajero y familiarizado con el pensamiento de la época. Viaja por La Meca, Medina y Cairuán y toma contacto con los maestros del pensamiento y la espiritualidad, especialmente sufí, y hay noticia de que en torno a los treinta se encuentra viviendo con discípulos en la Sierra de Córdoba, en una vida contemplativa y comunitaria, curiosamente en el mismo entorno que lo harían posteriormente eremitas cristianos y cerca de los actuales “desiertos” de las Ermitas y Santa María de Trassierra. Atribuidas seis obras, conocemos dos de ellas, el “Libro de los signficados de las letras” y “La epístola de la interpretación” (Risalta al-I-tibar).

El pensamiento de Ibn Masarra recoge, por un lado, el pensamiento neoplatónico tan presente en la época tanto en cristianos como musulmanes y que pertenece al zeitgeist (espíritu de la época) pero se adentra en cómo conocer la verdad y la realidad y alcanzar un conocimiento unificado, global, por la vía de la razón y la meditación, por las dos vías clásicas que no tienen que confrontarse, presentando el conocimiento de la razón como reflejo de la misma divinidad y una vía de conocimiento en la que elevarse hasta la comprensión del Universo, escala a escala (lo que permanecerá en la filosofía y literatura hasta el mismísimo Dante). Es interesante, a la par que de enorme vigencia, la contemplación de la naturaleza como medio para conocer la realidad de las cosas.

En definitiva, el legado de Ibn Masarra es el del buscador de vías de conocimiento que nos sirva para entender el Universo y la realidad tras la apariencia de las cosas, lo que ha interesado tanto a la filosofía

y la ciencia como a la espiritualidad en todo momento y lugar.

En pleno siglo XXI, la vuelta del pensamiento unificador de Ibn Masarra es una oportunidad para volver a un necesario humanismo que recoja lo mejor de las tradiciones filosóficas, espirituales e ideológicas que se centran en el ser humano y su capacidad de conocer la realidad, la fisis. El pensamiento occidental quizás esté en un camino difícil de seguir en su vía analítica y “deconstructora” de los aspectos de la realidad, que secciona, divide y etiqueta, pero que resulta de difícil comprensión en su conjunto. La necesidad de un nuevo humanismo que enmarque los desafíos que la ciencia y la tecnología nos está lanzando como especie al conjunto de la humanidad es cada vez más acuciante y muy probablemente tengamos que beber en nuestras propias raíces, que, en ocasiones, están más cerca de lo que podemos imaginar.

Años más tarde, algunos seguidores suyos son reconocidos en Almería, viviendo en una especie de sociedades “comunistas místicos”, con vida y propiedades en común y con una espiritualidad profunda, en una derivada política y social de su pensamiento. Su huella se pierde en el mundo islámico pero permanece de distintas formas. Ahora vuelve en su ciudad natal y en las faldas de la sierra que albergó su contemplación y la de los suyos, de la mano de estudiosos y personas de distintos lugares, tradiciones, espiritualidades e ideas. Recibamos este regalo que se hallaba escondido y que vuelve a la ciudad que le vio nacer y démosle un uso para el tiempo en que vivimos.

Alberto de los Ríos Sánchez.Profesor de Gª e Historia. Miembro de la Asociación Intercultural Andalusí Ibn Masarra.

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