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Su Excelencia la Agronomía cordobesa

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Antonio Monterroso

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El departamento de Agronomía de la UCO, designado Unidad de Excelencia “María de Maeztu” por el Ministerio de Ciencia e Innovación       

Los agrónomos de Córdoba, desde la prehistoria, siguen haciendo lo mismo: ser los mejores. “La Bética, así llamada porque la atraviesa un río de nombre Baetis, que la divide, es superior a todas las demás provincias por la riqueza de su cultura y por su extraordinario esplendor de fertilidad es superior a todas las demás provincias por la riqueza de su cultura y por su extraordinario esplendor de fertilidad”. Esto lo citaba Plinio el Viejo en la segunda mitad de s. I. d.C. La tierra bética, de la cual la capital era Córdoba, no era culta ni fértil por si sola, por inercia. Lo era por las letras, pero sobre todo por la óptima gestión de la tierra, que la hizo ser la más desarrollada y próspera de cuantas posibles. Ya era fértil desde muchos siglos atrás, desde la madre Tarteso y el posterior mundo púnico, pero ahora en época romana quizás lo fue en una intensidad nunca vista.

Córdoba y la Bética, gracias a los agrónomos, había conseguido colonizar las áreas más fértiles para el desarrollo agrícola con extensivas roturaciones y el desarrollo de las mejores fórmulas y técnicas de explotación, que dieron lugar a un vasto paisaje agrario. Fruto de esa conquista del campo, fue el florecer de las villas rústicas, esa suerte de magno cortijo romano caracterizado por mosaicos, fuentes y un eficiente control de sus áreas agrícolas. Villae: allí estaba el germen de las clases más preparadas y del mejor desarrollo industrial y cultural.

Hasta tal punto eran relevantes los agrónomos, que las fundaciones de ciudades/colonias romanas se organizaban conforme a una Ley Agraria, que votaba el Senado de Roma. Sí, en algún momento de su historia, Córdoba debió ser fruto de una ley agraria, del trabajo de los agrimensores y de todo el sistema de gestión de colonización de la tierra que la maquinaria fiscal más potente de la historia preindustrial fue capaz de poner en marcha. La ley se publicaba en Roma donde se fijaban condiciones y se hacía la adscripción y elección de colonos. Aquí, eran los agrimensores los que delimitaban el espacio de la ciudad, roturarían su campo más cercano para la asignación de tierras a los colonos, reservarían parte de tierra para futuros vecinos, y organizarían, en general, el aprovechamiento de todo el territorio de la colonia. Eran estos agrimensores los encargados de redactar incluso los documentos catastrales de regularización de parcelaciones ilegales. Y eran los emperadores los que gustaban de llevar la yunta sagrada como fundadores míticos de ciudades.

Desde los míticos bueyes de Gerión, a las manzanas del jardín de las Hespérides, a las riquezas y riquezas, bondades y bondades agrícolas, nuestra tierra ha sido mítica y nuestros agrónomos han sido siempre los mejores: en época tartésica, romana y por supuesto andalusí. Por ellos esta tierra cordobesa tuvo su mayor potencial. Y por el campo, y por las minas, Córdoba, llegó a ser por varias veces capital y centro neurálgico natural e histórico de Andalucía. La vida le dio río, campiña, minas y, sobre todo, agrónomos.

Cuando me preguntan si Córdoba debe vivir de su patrimonio histórico siempre digo que Córdoba debe vivir de la industria y desarrollo de su campo. Eso no ha fallado nunca. Fue esa industria la que nos dio el patrimonio y no al revés.

Al grano, nunca mejor dicho. La semana pasada el Dpto. de Agronomía de la UCO recibió la distinción Unidad de Excelencia “María de Maeztu” por la Agencia Estatal de Investigación. Esta distinción sólo se hace a unidades de investigación que demuestran impacto y liderazgo científico a nivel internacional y que colaboran activamente con su entorno social y empresarial. Distinguen a estructuras organizativas que cuentan con programas de investigación de frontera y altamente competitivos, y que se encuentran entre los mejores del mundo en sus respectivas áreas científicas.

Ninguna novedad en el frente. Nuestros agrónomos entre los mejores del mundo. Sólo tres distinciones se han concedido esta primera vez.  Una de agronomía. Ellos siguen a lo suyo, a lo de siempre, a ser los mejores.

Esta distinción tendría que haber sido portada de todos los diarios, cada cordobés debería saberlo, y toda la clase política debería haberse felicitado y puesto a disposición. Tanto que se buscan, con más agobio y desesperación ahora, fortalezas para Córdoba, aquí iba una como ninguna otra. Una que no falla. Sin embargo, Córdoba sigue dándose contra un muro que no es suyo, el muro infértil del turismo de mala masa, de la migaja y de la caridad inmisericorde de lo desapegado y ajeno: de lo que jamás enraíza.

Raíces. Más tierra de Córdoba y menos paseantes. Éxito garantizado.

Feliz verano

@AntMonterrosoCh

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