Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
De Vuelta
Estuve viendo el otro día la aproximación y la llegada a meta de La Vuelta Ciclista a España a Córdoba. Por la tele, obviamente, que es donde y como mejor se ve.
En este punto debo decir que siempre he sido un gran espectador ciclista, con pantalón corto, camiseta, chanclas, sillón (no sillín) y sin pedales.
Fue muy bonita ver la retransmisión de la etapa mientras. Por afuera se escuchaba el rotor del helicóptero. En la tele, desde los planos aéreos, se veían carreteras secundarias, castillos semiderruidos, campos de trigo, olivos, la cicatriz plateada de un río sobre el llano, parcelas acotadas, albercas y piscinas (muchas), pinos de repoblación y demás…
Me relajo y veo en la tele al pelotón de ciclistas vestidos como seres del espacio, con sus cascos y sus uniformes slim fit de colorines, como centauros futuristas. En este punto me acuerdo de Marinetti y la pasión por la velocidad. Marinetti, poeta italiano que abrazó al fascismo.
También veo al grupo reunido y en movimiento de los ciclistas como si fuera una suerte de documental didáctico sobre la reproducción de los mamíferos. Sí, como si fueran espermatozoides en continua disputa para que, al final, solo sea uno el que fecunde a la meta. Cosas que veo. O que creo que veo.
Un amigo me dijo una vez que no hay mejor tarde de verano que zamparse medio costillar de lechazo y una botella de clarete y ver después la Vuelta Ciclista. Que era una experiencia “narcótica”. Otro me dijo que lo mejor era beberse un gazpacho ligero, fumarse dos porros y ponerse a ver la Vuelta. Que la experiencia era “hipnótica”.
Ambos, o ninguno, llevan razón, como suele ocurrir en estas cosas tan personales sobre la percepción de la realidad.
En la retransmisión de la tele me fijo que, entre el público agolpado en la meta instalada en una avenida que lleva el nombre de un alcalde franquista, ondean, al menos, dos banderas palestinas (la de franjas negra, blanca y verde, con un triángulo rojo que de izquierda a derecha parece teñirla de sangre).
También sé que en la Vuelta participa un equipo que se llama Israel-Premier Tech, así que en algo más de lo obvio esas banderas palestinas tendrán sentido en este juego.
Creo que Europa, con un sentido, digamos, matriarcal, ha visto siempre a Israel como un niño enfadica y consentido. Que si no juega en la Europa League o no participa en Eurovisión, se enfurruña. Y se le permite todo.
Primero lo engendramos y, luego, lo mal criamos. Error de madre.
Yo creía que a mi edad ya estaría “de vuelta” de todo, pero se ve que no. Aún hay cosas que me tocan las narices.
Sobre este blog
Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
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