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Veraneos 22. Playa del Carmen

Juan José Fernández Palomo

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La semana pasada mi madre hubiera cumplido años. Yo, hace unos meses, cumplí más años de los que tuvo mi madre.

Tengo ahora más edad de la que tenía mi padre cuando se quedó viudo.

Son datos. Son verdad. Si los interpreto los desvirtuaré; si alguien los malinterpreta, se equivocará. Podría usarlos como ignición para elaborar un relato de autoficción, esa vanguardia de vuelo bajo a la que se vuelve abonar cierta narrativa contemporánea.

Pero para qué me pregunto mientras camino por el paseo marítimo de la playa del Carmen en Barbate. Es una playa de pueblo tomada por el pueblo.

A ella acuden familias que viven cerca y se saludan entre ellas. Llegan temprano en este agosto más local que ninguno. Antes de que aparezcan los “vigilantes de la playa” contratados por la Junta. Los barbateños parecen vigilar a los vigilantes y parecen preguntarse qué hacen en “nuestra” playa.

Desde el paseo al atardecer veo a los barcos zarpar del puerto y doblar la bocana para faenar en bajura durante la noche. Enfrente queda el copo de la almadraba, ese arte ancestral, ya retirada hace unas semanas. Ahora es una zona de engorde de atunes jóvenes a la que acuden también otras especies más pequeñas que aprovechan los pescadores de la cofradía.

Las familias abandonan la playa mientras va cambiando mesuradamente la luz y el sol anaranjado se deposita lentamente en el mar verde y grisáceo como una hostia en una patena.

Llevo tres días observando como un anciano abandona la playa encorvado sobre un bastón plegable que también es un taburete. En este punto quiero conocer quien diseñó este objeto fascinante. Merece un monumento en el Paseo, justo a la altura de la salida por la que el anciano abandona la arena para llegar a la acera.

Cerca, una señora se sienta en el bordillo del paseo y se enjuaga los pies en un cubo de plástico con agua de mar. En este agosto sin apenas turistas no funcionan las duchas ni las fuentes para salir de la playa y quitarse la arena.

Claro que me acuerdo de mi padre y de mi madre hoy aquí en la Playa del Carmen.

Pero los datos son los datos.

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