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Sobre este blog

Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

La naturaleza

Imagen que acompaña al post.

Juan José Fernández Palomo

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Los ciudadanos urbanos, como yo, amamos el medio natural, pero no nos gustaría vivir en el campo. Lo usamos, nos preocupa, eso sí; pero no se nos ha perdido nada en él.

Los hay que hacen senderismo los fines de semana vestidos y calzados con prendas de colores estridentes y bastones de grafito (que se encuentran en el medio natural). Para cerrar el círculo natural, esa ropa suele ser de la marca Quechua, que es el nombre de una tribu andina, chilena o algo así, vecinos de los aimaras, creo. Ropa confeccionada en plástico, en general, curiosamente.

También se relacionan con la naturaleza los que van a los parques periurbanos en festivos y fiestas de guardar a cocinar cosas con arroz importado sobre roscos metálicos conectados a botellas de gas, también importados.

Ya creo que menos, pero también se ha tenido una gran relación con la naturaleza cuando se ha ido con el vehículo prestado a tener relaciones amorosas a un descampado y se acababa dejando allí, al pie de un pino, residuos mitad orgánicos, mitad de látex. (Yo creo que esto, como tantas cosas, se copió del imaginario de las pelis norteamericanas, un país donde hay mucha naturaleza y mucho coche)

También puede pasar que eso se combine también con la búsqueda de un prado precioso en agosto para ver la lluvia de estrellas de las perseidas y luego dejar allí el vidrio de las litronas, las colillas y, si el romanticismo nos ha invadido, también el látex.

Mi relación de urbanita con la Madre Naturaleza pasa por las visitas de los sábados al mercadillo del barrio, que se instala sobre el asfalto mal cuidado de una calle flanqueada por bloques de ladrillo.

Allí compro verduras y fruta que me despachan en bolsas de plástico. También suelo hacerme con algún ramo de margaritas, clavelinas o productos “naturales” de esos que se llama técnicamente “industria de la flor cortada”, de la que España y su Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación es un gran exportador (en contenedores de grandes barcos mercantes, muchos de ellos convenientemente refrigerados de manera artificial).

También contacto con la Naturaleza en el puesto donde venden radios para coche, relojes smart o mandos de videojuego que en sus tripas llevan piezas de minerales de conducción extraídos por niños congoleños simpáticamente vigilados por parasoldados que les apuntan al cogote con un AK-47 (construido con metal y madera y plástico).

Qué bonito es que exista una industria “de la flor cortada”.

Me pregunto quién no se siente así muchas veces.

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Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

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