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El miedo y el susto

Juan José Fernández Palomo

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No tenemos claro si el otro día el alcalde de la ciudad tuvo miedo o le entró un susto. Según dijo en una rueda de prensa de esas muy formales -de pie, con su fondo institucional (azul), atril de metacrilato, micro único-, la tarde del pasado jueves fue “una de las peores que he vivido como alcalde” para, a continuación, esgrimir una fotocopia de un artículo de un periódico nacional -en el que apenas aparece- y así acentuar o bien su susto o bien su miedo, ya digo. O, más bien, justificar el inicio de una estrategia o bien tardía, o bien precipitada. O, simplemente, acelerada o mal diseñada.

En este país -o como se llame-, ya deberíamos estar acostumbrados a las estrategias que tienen al terrorismo, ya sea interno, externo, local, global, nacionalista o internacionalista, como excusa. O, si no como excusa, como núcleo de los sintagmas que van a construir el discurso. Miedo, miedito.

Es cosa natural si tenemos en cuenta aquello que me ha recordado Javier Cercas en su espectacular obra El impostor -gran título-: “el pasado no pasa nunca, ni siquiera -lo dijo Faulkner- es pasado; es una dimensión del presente”.

Así que se apela al miedo de siempre; fácil. El que hizo que el hombre inventase religiones para confortarse ante el susto que le daba la muerte de sus semejantes. Para sentirse más seguro que el mismísimo Pepe Reina.

Ante esa perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario (subrayemos “imaginario”) con el que el DRAE define miedo, el partido político que aún sostiene los designios de este país -o como se llame-, ha organizado un foro sobre “Libertad y Seguridad”. Así de pronto; tal vez como estrategia -que nunca viene mal- por si lo de la economía y el “despegue” y tal es un gatillazo. Nada nuevo, “el pasado no pasa nunca” -vuelve Faulkner-.

“Libertad y Seguridad”; manda huevos. De “Fraternidad e Igualidad” ni hablamos; y, al mismo tiempo, nos hacemos una foto en las calles de París del bracete de Cameron mientras aprobamos la “ley mordaza”.

Muy bonito.

Eso no es que sea ya doble moral, es moral multiforme. Una especie de revisión del marxismo -de Groucho-: “estos son mis principios; si no les gustan tengo otros, según convengan, calentitos, cójanlos, que me los quitan de las manos”.

Este ciudadano que suscribe no tiene miedo; pero, a veces, hay cosas que le producen una “impresión repentina causada por el espanto o el pavor”: susto.

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