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La madre

Juan José Fernández Palomo

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Eran los años ochenta del siglo XX en un barrio de edificios de ladrillo visto en una ciudad del sur de Españacamisablancademiesperanza.

Una mujer frisaba los cincuenta, por arriba o por abajo. Y se asustó.

Debía ser primavera o principios de verano. La mujer había regresado a casa a mediodía, después de hacer unas compras por las tiendas del barrio (el pan, avecrem, tinto y casera, fruta... lo normal). La mujer llega a su piso, suelta la bolsa de la compra en el poyete de la cocina, se dirige al “dormitorio de matrimonio” para quitarse la ropa y vestirse con una bata ligera de andar por casa y calzarse unas zapatillas. Se sienta en el lateral de la cama. En su lado de la cama. Suspira. Se mesa el cabello con una mano. Sus ojos se enrojecen un poco. Los entorna.

El mayor de sus dos hijos, un adolescente, llega del instituto. La sorprende ahí, sentada en la cama. La besa. Qué te pasa, mamá. No sé. Te noto triste, preocupada. Sí; es que tengo un retraso. No me baja la regla. El adolescente no había escuchado la palabra “regla” dentro de esas cuatro paredes. Sí en la calle, sí en el instituto; pero nunca ahí. Y nunca de los labios de su madre.

Vaya.

Sí, vaya.

Tres o cuatro días después “bajó” la regla. Se demoró en el descenso, pero “bajó”.

La madre sonreía en su butaca después de comer, viendo “Dinastía” en la tele, con su bata ligera algo desabrochada, abanicándose. El hijo, con el macuto lleno de pegatinas y chapas colgado del hombro, la besó. Adiós, mamá: me voy al instituto, tengo inglés, ética y, luego, un partido de futbito. Adiós, hijo.

En la fórmula del debate sobre el anteproyecto de la nueva ley del aborto, que tanta gente maneja, no se despejan todas las incógnitas. Por ejemplo, la “equis” de los cincuenta años, la “y” de la hipoteca, la “equis su 2” de un padre ausente que viaja mucho, la otra “y” de los hijos mayores, aquella “equis” de los “sofocos”, lo malo que era J.R...

En mi instituto, las clases de matemáticas eran a primera hora de la mañana, cuando estás fresco, se supone. Pero ni por esas. Yo era muy malo. Sin embargo las aprobé. Raspado, pero suficiente.

Los ochenta no eran tan “guays” como los pintan. Tampoco ahora los tiempos son tan “cool”.

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