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Sobre este blog

Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

La luna

Viaje a la luna, de Méliès.

Juan José Fernández Palomo

19 de octubre de 2024 20:21 h

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No sé por qué el hombre fue a la luna, no lo entiendo. Reflexiono sobre esto cada vez que me encuentro una peli de astronautas en la tele. Y no llego a ninguna conclusión.

Es que siempre he pensado que es la luna la que llega a nosotros, no al revés. Ya saben: la luna llegó a la fragua con su polisón de nardos y el niño la estaba mirando y tal y cual. La luna de la cosecha de Neil Young, la de agosto, madre y señora del vino, la luna de Valencia, la casita de papel a la luz de la luna, yo qué sé… lunas que llegan. Dos lunas en el cielo según una novela de Murakami...

La que veo salir desafiando el urbanismo de las ciudades en las primeras horas de la noche, la que me sorprende de madrugada cuando la tos me despierta con la persiana del dormitorio levantada. La luna de día cuando parece una pastilla efervescente a medio disolver, como decía Italo Calvino.

No es que niegue yo que el hombre llegase a la luna. No es el caso. Lo dicen Julio Verne, Cyrano de Bergerac, una peli de Georges Méliès y hasta lo contó Jesús Hermida en blanco y negro.

Un paso pequeño para el hombre y grande para la humanidad que no entiendo bien.

Ya sé lo de la guerra fría y lo de los soviéticos y los americanos viendo quien la tiene más grande. La órbita más grande.

Al parecer ahora queremos volver a la luna, seguramente como una etapa intermedia para, desde allí, llegar luego a Marte. Es decir, hacer de la luna una especie de “aeropuerto en transa”, una escala.

El hombre ha conquistado tierras, desiertos, montañas, océanos y el espacio; la próxima conquista pendiente es la de su propio cerebro. Algo así decía el neurólogo Oliver Sacks que hizo literatura de sus casos clínicos reales, como la historia de aquel hombre que confundía a su mujer con su sombrero.

Llevaría razón, supongo.

Yo abogo por dejar a la luna en paz. Que venga ella a anunciar nuestros periodos, que cambie la bajamar por pleamar, que nos ilumine el rostro cuando trasnochamos, que señale el camino o nos pierda, que nos diga cuando sembrar y cuando recoger…

Que nos conquiste ella.

Con lo difícil que es conquistar un corazón, joder. Dejad a la luna en paz.

Y a Marte también, ya puestos.

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Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

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