Leyendo y escuchando noticieros he descubierto a mi héroe contemporáneo. Se trata de un hombre de 47 años que se marcha de bares y restaurantes de Zaragoza sin pagar. Abiertamente. Llega, pide la comanda y, cuando termina, dice que no paga. Los responsables del local en cuestión llaman a la poli que llega y comprueba la cosa, lo detienen y acaba acusado de “estafa leve” o algo así.
Por lo que mi héroe pasa una jornada en el calabozo y allí vuelve a comer o cenar sin pagar.
Maravilloso. Le llaman mediaticamente “el rey del ´sinpa´”. Genial.
En estos tiempos de conflictos, inflaciones más o menos rampantes o crisis energética, todo gesto de lucha contra el capitalismo de nuestra sociedad es más que loable.
Este señor del que hablo es un revolucionario romántico y, casi diría, un dandi. O bien come de menú a 18 pavos que no paga o se mete entre pecho y espalda una cena de cien euros con copa y puro. Y espera con elegancia la llegada del coche patrulla.
También sé de hombres y mujeres que aprovechan los expendedores de publicidad de ciertas perfumerías para bañarse en colonias que no pueden permitirse pagar o simplemente no quieren hacerlo. Eso también es una lucha prodigiosa.
Como lo es también coger sin pagar, como hace una amiga, gafas de sol o pintalabios de las tiendas de los aeropuertos. “Son franquicias, sus trabajadores y trabajadoras cobran lo mismo lo haga o no lo haga y, además, no agredo al pequeño comercio de cercanía; total, estoy en el aeropuerto de Praga”, dice como para justificarse como si ese gesto maravilloso necesitase de justificación alguna.
No me cabe duda que están muy bien las manifestaciones, la reivindicación de derechos, las huelgas, los piquetes y algún cohete u hostia que se escape.
Pero esos pequeños gestos en aeropuertos, perfumerías franquiciadas o restaurantes más o menos fantasmagóricos son de tal belleza revolucionaria que deberían ser inmortalizados “al más puro estilo Delacroix”.
Porque son una guía para el pueblo.
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