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Iconografía del pavo, de la mula y de lo demás

Juan José Fernández Palomo

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El pasado cuarto jueves de noviembre dimos gracias por la aparición en el mercado de las ediciones catalana y española del último libro de Benedicto XVI, “La infancia de Jesús”, editado urbi et orbi por Planeta -qué menos-. Aún no lo he leído, pero según las notas de promoción, como buen bestseller, se nos cuenta que el autor concluye así su trilogía sobre Jesús de Nazareth narrando los años anteriores al salto a la vida pública del protagonista, entre ellos su concepción, su nacimiento y sus primeros pasos Jesmar.

Llama la atención que naciera en el discreto pesebre del que teníamos noticia, pero sin asistencia alguna excepto la presencia del anciano y atribulado padre José y la madre María. Sin epidural ni ginecólogo, ni partera, ni cuñadas ni suegros. Y lo que es realmente novedoso: sin el calor y el confort de unos humildes mula y buey.

Benedicto se ha comido al buey y a la mula del belén de un solo bocado después de más de dos mil años de historia. Bueno, Benedicto o Joseph Ratzinger que con esto de los heterónimos la cosa nunca está clara. Pasa con Antonio Machado/Juan de Mairena, Fernando Pessoa/Ricardo Reis, Bob Dylan/Robert Zimmerman...: ¿quién dice qué?.

El autor parece apuntar que lo de la mula y el buey son meros elementos iconográficos que se han repetido en las representaciones de ese nacimiento a lo largo de la historia pero que en ese momento no estaban allí. Si yo fuera una persona lógica podría pensar que el autor se queda corto y que en todo este asunto hay más elementos meramente iconográficos: una paloma que anuncia un embarazo, una cruz, un muerto que vuela, zombies, un caganet..., en fin, un montón.

Conocí este asunto, ya digo, el pasado Día de Acción de Gracias mientras, como buen norteamericano, estaba preparando la cena basada en un buen pavo asado con salvia acompañado de salsa de arándanos, boniatos y tortitas de maíz. Tal vez eso de comer pavo para celebrar que nuestros peregrinos llegaron bien hasta las costas de Massachusetts y agradecieron a los nativos su hospitalidad y consejos puede que sea también una cuestión iconográfica. No sé.

Por cierto, recuerdo que nos comemos todos los pavos menos uno que el día de antes es indultado por el presidente. Sí, el mismo presidente que, sin embargo, aún mantiene en funcionamento la pajarera de Guantánamo. Muy iconográfico todo.

Esta Navidad le pediré a los Reyes Magos que me traigan el último libro del tal Benedicto Ratzinger a ver si me lo leo y me entero bien de las cosas de importancia.

Pero ahora que lo pienso, como los Magos de Oriente sean también una mera tradición iconográfica a lo peor el ejemplar no me llega. Entonces habrá que recurrir a los que nunca fallan: los buenos camellos.

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