Tres partes de arsénico y una de bilis

¿Acaso no somos dignos?
La pregunta que hoy le traemos a estas páginas la formuló la semana pasada un vecino de Villanueva de Córdoba. El buen hombre se interrogaba a sí mismo si los 80.000 habitantes de las comarcas de Los Pedroches y el Guadiato no tenían derecho a agua corriente potable como cualquier ciudadano de la Europa del siglo XXI. A simple vista, la pregunta parece una figura literaria. Una de esas hipérboles artificiosas que pueblan la conversación pública de este hermoso país.
Pero no. Desde el pasado mes de abril, los vecinos de veintitantos pueblos del norte tienen que salir cada mañana con sus garrafas a hacer cola en el camión cisterna. El agua que sale del grifo tiene alto contenido en arsénico y no es apta para el consumo humano. El embalse de Sierra Boyera está seco y el de la Colada es veneno puro, según advierten las autoridades sanitarias.
Han pasado ocho meses y la estampa de los vecinos con sus garrafas parece arrancada del NODO. Solo falta que el Generalísimo se deje caer por la comarca para inaugurar otra presa milagrosa que convierta las cianobacterias en agua potable. Mientras tanto, las administraciones públicas se dedican a jugar al pádel con la dignidad de los vecinos. La Diputación tira la bola al Gobierno central, el Gobierno central le responde con un revés a la Junta y así tan ricamente durante semanas.
Al señor Pedro Vera le parece inexplicable que en pleno tercer milenio tengan que rellenar garrafas para beber agua y enjuagar la lechuga de la ensalada. Cada vez que abre el grifo de la ducha, cierra los ojos y aprieta los dientes. Para no beber agua contaminada ni tragarse la bilis que le produce en el estómago esta indecencia impropia de un país presuntamente desarrollado.
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