Caballo de Troya
Quedé encantado como cliente
El señor alcalde podría haberse calzado los mocasines y dirigirse al centro de salud de la Fuensanta, pongamos por caso, para promocionar la sanidad pública. Pero ha preferido acercarse a una clínica privada, cuyo nombre omitimos por decoro, para grabar un vídeo publicitario muy majo alabando sus recursos humanos y materiales, que, por lo visto, son la bomba lironda. “Quedé encantado como cliente”, proclama mirando fíjamente a la cámara con la soltura de un comercial de barrio. A continuación, accede al centro médico (privado), con una sonrisa más larga que ancha, para mostrar con pericia admirable sus soberbias instalaciones, modernas y punteras, y su personal sobradamente preparado.
El señor Bellido forma parte de la estructura del Estado y ostenta una responsabilidad notoria en la gestión de los recursos públicos. Cobra del tesoro público, se sienta en un sillón público, dirige un equipo de profesionales públicos, accedió al cargo a través de una convocatoria electoral pública, administra un buen paquete de servicios públicos y se calza los mocasines para montarse un vídeo comercial de una clínica privada.
Si hubiera grabado el spot publicitario en el centro de salud de la Fuensanta quizás se hubiera dado de bruces con el colapso de la atención primaria. O con las listas de espera. O con la falta de personal. O con los contratos precarios. O con las derivaciones a la sanidad privada, quién sabe si a la clínica que el señor Bellido acaba de promocionar con tanto gracejo.
Desde muchos puntos de vista, no podemos decir que el señor Bellido no sea coherente con la filosofía que articula su biografía. Apuesta por la sanidad privada, la usa habitualmente, la defiende sin reparos, la promociona en sencillos vídeos de bolsillo y, si puede, se pone al frente de los servicios públicos para ir minándolos desde dentro con la inteligencia estratégica de un Caballo de Troya.
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