¿Y ahora qué?
"Cualquiera puede terminar sentado en el comedor de los Trinitarios"
(Eduardo García. Director del centro)
Si tuviéramos que hacer un resumen del año, de la década o incluso del siglo cogeríamos esta frase devastadora que se nos cae de las manos en cuanto entramos en contacto con ella. Ya pueden venir economistas, analistas financieros, sociólogos, estadistas o el cojo mantecas en persona que no hay nadie capaz de describir con más exactitud el desplome del mundo desarrollado que este señor de apellido García.
Lo deprimente es que la frase no es una hipérbole mediática. Ya no hace falta ser alcohólico o vagabundo para llamar a la puerta de esta casa y reclamar un plato de lentejas. Es más: cómo será el desastre que se nos viene encima que si usted no es ni una cosa ni la otra tiene enormes posibilidades de acabar sentado a la mesa de los Trinitarios. Hasta es probable que en estos mismos instantes un funcionario judicial esté llamando al porterillo automático de su vivienda para informarle de que su vivienda ya no es su vivienda sino que es un apunte contable de una entidad financiera.
Hay entrecomillados que sintetizan una época con tres palabras. El sueño americano, por ejemplo. O aquel España va bien que nos ponían en el Telediario antes de meternos en la cama. Pero este que tienen arriba es un puñetazo en el vientre del modelo europeo. De aquel sistema que tanto costó levantar después de la Segunda Guerra Mundial cuando el capitalismo aceptó redistribuir sus beneficios a cambio de la paz social. Y ahora, ya ven, se nos ha venido todo el tinglado abajo, como un castillo de naipes de un casino de barrio.
Quiere decirse que después de cincuenta o sesenta años nos encontramos cerca del casillero de salida. A punto de que alguien llegue de pronto y diga a voz en cuello que cualquiera de ustedes puede terminar sentado en el comedor social de los Trinitarios. ¿Y ahora qué?
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