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Sobre este blog

Hay quien tiene que aprender a vivir con los pies demasiado grandes o la nariz exageradamente puntiaguda o unos ojos minúsculamente dibujados en su rostro. Yo hace años que acepté mi patológica propensión a espiar a la gente, a meterme en sus conversaciones, a observarla, a escuchar atenta la sabiduría de la calle. Al principio ocultaba mi defecto de la misma forma que mi vecino del tercero usa zapatos de vestir que disimulen su talla 48 de pie; o mi seño Doña Matilde usaba gafas de aumento para hacer crecer su mirada. Llegué incluso a crear un seudónimo bajo el que esconderme. Me hice llamar Mujer Cero. 
Con la edad, claro, he aprendido a disfrutar de esta tara que arrastro desde la infancia. En Cordópolis he salido del armario y he decidido profesionalizar mi propensión al espionaje, convirtiéndome en la Agente Lázaro, una cotilla en la city. Si nos cruzamos por la calle, disimulen, les estaré observando.

Un martes cualquiera

Chick Corea.

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El martes murió Chick Corea. Tenía 79 años y más de 23 premios Grammy encima. El 12 de junio hubiera cumplido 80 años, que es una de esas edades redondas que en años de pandemia nadie quiere celebrar.

Ale lo tiene más fácil. El 12 de junio cumplirá años y podrá celebrarlo porque sólo cumple 45 que, rimas aparte, es una edad que ni chicha ni limoná. Además, a diferencia de Chick, en su caso Corea no es ni apellido ni nombre artístico. Es… otra cosa. Y, a diferencia de Chick, el martes no murió, sólo pasó la tarde delante de la pantalla con una botella de vino y algo de conversación. Ha encontrado un entretenimiento nuevo: buscar poesía donde no se la espera, sólo reordenando las palabras escritas por otros.

A Laura la poesía le rebosa. Ella no busca en las palabras de otros, sino en las obras de otras. Ha convertido a 108 sabias en musas y la ciencia ha mutado en verso. El martes grabó su puesta de largo porque ahora las presentaciones y los eventos son así, enlatados y en diferido. Su libro es una perla en un océano de fórmulas cada vez menos originales.

La excepcionalidad debería computar triple cuando toque hacer balance al final de una vida. Por eso, María Josefa, que, a diferencia de Chick sí que pudo soplar sus 80 velas en pandemia, pide canjear sus puntos por vivir lo suficiente para ver que las mujeres ya no necesitan celebrar “Días de” o “Días contra”, sólo días y noches.

Francisca deja pasar los unos y las otras sin pena ni gloria. Lleva años preparada para la pandemia. Ha ido reduciendo su vida social hasta que el confinamiento le resultó una primavera cualquiera. El único peaje que paga por mantenerse en su aislamiento es escuchar a sus hijas abroncarla por no cuidarse y vivir pegada a la pantalla, pero hoy acaban de estrenar una nueva serie turca y eso ayuda. Tampoco es un precio excesivo ¿quién entiende a las hijas?

¿Y a las madres? Ana regañó a la suya por bajarse la mascarilla y dar un sorbo al café en plena calle el martes a media mañana, como podía haber sido un miércoles de madrugada si el toque de queda no nos tuviera a las diez en casa. El caso es que la bronca del guardia fue peor. Es usted una irresponsable nada cívica capaz de matar a su vecino por respirar sin taparse las narices y la boca en la calle. Propuesta de denuncia y circule.

El agente 123456 (cualquiera se la juega a publicar el número real) se fue feliz a casa. No todas las mañanas de martes tiene uno la oportunidad de reñir a pleno pulmón en la calle a una enteradilla. La fichó al verla girar la esquina hablando al micro de sus auriculares y tecleando en el móvil con el único dedo que logró liberar mientras sujetaba un vaso en la mano. Mira a la Tess McGill provinciana. Le cardas un poco el pelo y le colocas un par de hombreras y es clavadita. Sólo necesitó verla beber un poco para darle el alto. Lo único que calculó mal fue que la infractora no entró al trapo de sus provocaciones y no se consumó el desacato, con lo bien aliñada que queda una denuncia con un buen desacato…

No fue el único que vio frustrado sus planes. A la enteradilla le fue peor. Esta semana, ha descubierto un nuevo escritor. Y lo peor, le gusta. Mucho. Y eso es letal. Esta vez es Hernán Casciari  el azote de sus inseguridades. ¿Cómo mantener la osadía de escribir y publicar cuando la certeza de que nunca logrará escribir algo bueno es tan evidente?

Afortunadamente, aunque Chick Corea no haya llegado a su 12 de junio, antes de irse le dio tiempo a escribir y sentenciar que “No es sólo que el mundo necesite más artistas, sino mucha diversión”.

Ya que no somos artistas, disfrutemos de la diversión.  

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Hay quien tiene que aprender a vivir con los pies demasiado grandes o la nariz exageradamente puntiaguda o unos ojos minúsculamente dibujados en su rostro. Yo hace años que acepté mi patológica propensión a espiar a la gente, a meterme en sus conversaciones, a observarla, a escuchar atenta la sabiduría de la calle. Al principio ocultaba mi defecto de la misma forma que mi vecino del tercero usa zapatos de vestir que disimulen su talla 48 de pie; o mi seño Doña Matilde usaba gafas de aumento para hacer crecer su mirada. Llegué incluso a crear un seudónimo bajo el que esconderme. Me hice llamar Mujer Cero. 
Con la edad, claro, he aprendido a disfrutar de esta tara que arrastro desde la infancia. En Cordópolis he salido del armario y he decidido profesionalizar mi propensión al espionaje, convirtiéndome en la Agente Lázaro, una cotilla en la city. Si nos cruzamos por la calle, disimulen, les estaré observando.

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