Una chica de barrio
A Maribel no le van las minifaldas ni las pelis de Almodóvar. Hace un año que se divorció televisivamente de Antonia Sanjuán y dice que el último proyecto del Gobierno extremeño no es más que papel mojado.
Maribel prefiere los pantalones de pitillo y las comedias románticas. Ha fundado un club de fans de Jennifer Aniston en el que ha tenido que asumir todos los cargos de la junta directiva y de la asamblea. Está pensando en revisar los requisitos de ingreso. Quizás no haya tantas mujeres con ella.
Maribel nunca se ha considerado excepcional. Tuvo una infancia discretamente feliz –lo habitual en un barrio en una capital de provincias-; una adolescencia molesta –a los granos se sumó lo “suyo”- y ahora vive una madura juventud en la que la peluquería ocupa buena parte de su tiempo y los paseos por el río, el resto.
Su vida no es ni sorprendente ni extravagante como las pelis de Almodóvar. Lo más ridículo que le ha pasado en el vida ocurrió dentro de la cafetería de su tío, cuando tropezó con una caja de cervezas. Su minifalda no fue suficiente para esconder el tamaño de sus pelotas, que, por cierto, no piensa quitarse aunque el Gobierno extremeño anuncie que financiará las operaciones a mujeres con ella. Seguro que Jennifer tampoco lo haría.
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