‘Killing Eve’: matar o morir, esa es la cuestión
Todos creemos tener la certeza de vivir, pero pocos parecen tener conciencia de morir. Solo hay una forma de expirar, pero muchas de ser matado. De momento, solo conozco la primera. Sucede el día menos pensado, sin buscarlo ni pretenderlo, y suele irrumpir de sopetón. De repente, quedan atrás los enamoramientos unilaterales, los sueños desertores, los intereses fingidos y las ansiedades forzadas. Y llega la paz, el espíritu se eleva en asunción y observa, desde una posición celestial, cómo la mundanidad se ofusca día a día con un rompecabezas inútil. Entonces, uno se da cuenta de que la vida no hay que vivirla, sino morirla. Solo cuando se tiene la certeza de morir lentamente se sabe realmente cómo vivir. Y es justo en ese chispazo, cuando se voltea el sentido de la existencia y uno empieza a tomárselo todo por el pito del sereno. Despidos, broncas, debates, campañas, políticos, comisiones, domingos, lunes e incluso dietas. Todo queda en un tercer plano si se ha tomado la decisión de caminar hacia la muerte de la única forma en que se puede hacer: existencialmente.
Y en esta ardua empresa, los psicópatas son los mejores. Se yerguen por encima del bien y del mal, y cualquier atisbo de sentimentalidad les resulta indiferente. Me gusta pensar que en esto del existencialismo la supremacía solo puede hallarse en aquello que está más allá de la existencia, es decir, en la muerte. Todo psicópata, de una manera u otra, goza al contemplar sin pudor el último estertor de su víctima degollada. Siente que está presenciando el final, que ha ido más allá, donde ningún cuerdo es capaz de llegar. Ante los ojos blanquecinos del moribundo, el existencialista más supremo contempla su sentido de la vida. Por eso para ellos la vida no hay que morirla, sino matarla. Y lo hacen de mil formas distintas. Esto es lo que convierte a ‘Killing Eve’ en una serie meridianamente visible y entretenida.
Villanelle (Jodie Comer), nuestra antagonista, no asesina, sino mata. El homicidio es un delito, y ella es una psicópata sin sentido de la normatividad (¿o de la heteronormatividad?). Es más, la diferencia entre el asesino y el psicópata es que el primero lo hace por vileza, mientras que el segundo obra por placer. Villanelle es una villana pirada sin escrúpulos, cuya expresividad y camaleonismo interpretativo hacen que la cinta despierte cierto interés por el mal. El resto, a excepción de Eve Polastri (Sandra Oh), la prota, es mero atrezzo para dar sentido a dos personajes divertidos; muy english style. El interés generado por dos personajes obsesionados entre sí, que se intercalan los papeles de perseguidora y perseguida, es lo que salva por los pelos a una trama policíaca tan ambiciosa como irreal y aburrida. Con la segunda temporada en emisión, la chispa de ‘Killing Eve’ sigue refulgiendo de la morbosidad que causa el mal; de la inclemente Villanelle mirando fijamente a los ojos de la muerte.
@humbertlambertt
0