Preguntas necesarias

Se da el caso de que suelo trabajar como docente. Mi alumnado me suele preguntar mucho, cosa que es maravillosa, y a veces hacen preguntas que mira tú por dónde, no sé responder. Ante la estupefacción de sus miradas las primeras veces que les respondo que eso no lo sé (su profe no sabe de todo, cómo puede ser eso) llega la tranquilidad gracias al aprendizaje de que para resolver las dudas de aquello que no puedo responderles, acudo a expertas o expertos, bibliografía, búsquedas en internet... Y al final muchas veces, da lugar a investigaciones muy curiosas y enriquecedoras que hacemos conjuntamente.

En estos días me imagino inevitablemente qué podré y cómo podré responder en un futuro a aquellas preguntas que me hagan sobre el genocidio palestino:

¿Pero, veíais y escuchábais día a día lo que pasaba, no? ¿Cómo se dejó que utilizaran la excusa de Hamas para asesinar a toda la población? ¿Qué medidas tomaron los países aparte de condenar tarde las atrocidades que hicieron? En las imágenes se veían crímenes de guerra, atacaban hospitales, campos de refugiados, escuelas,... ¿No hubo una respuesta unánime ante eso? Hemos visto que les disparaban, los mataban cuando se acercaban, después de estar esperando casi enjaulados, a recoger comida... ¿Cómo no se permitía suministrar lo básico? Morían de hambre e Israel decía que exageraban e incluso se mofaban, ¿Cómo es posible que no hubiese respuesta internacional?

Son tantas las preguntas que me imagino que pueden hacer (que ojalá se hagan) ya que son las mismas que yo tengo y las respuestas no me gustan ni me tranquilizan. Algunas respuestas no las tengo, otras son complejas pero sabemos que responden a intereses y para muchas eso sí, me ronda la cabeza la palabra CÓMPLICES. Tenemos campañas en las que se les advierte a nuestras niñas y niños de que si no actúan desde donde pueden son cómplices de lo que pase, y eso es precisamente lo que está pasando, que existe complicidad por inacción ante un genocidio retransmitido.

Tristemente, la última pregunta en la que suelo acabar es: ¿y qué hiciste tú? Esa pregunta me lleva al aquí y ahora. Con lo que nos llega, desde la impotencia, el dolor y la rabia que han sepultado del todo al asombro de lo que el estado de Israel está llegando a acometer con una tecnología tan puntera como cobarde, lo mínimo que podemos hacer es tener presente esta injusticia y no normalizarla. No esconder a víctimas tras números como ya se hace con las personas migrantes, no ceder en lo más mínimo al relato que justifica lo injustificable, no ser indiferentes ante el horror televisado. Al menos debemos exigirnos no ser cómplices desde el silencio para que en un futuro nuestros niños y niñas puedan llegar a hacerse esas preguntas.