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Gervasio Sánchez: “El periodismo serio está muerto en este país”

Gervasio Sánchez | ALVARO CARMONA

Manuel J. Albert

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Aunque sea cordobés de nacimiento, Gervasio Sánchez (1959) tiene mucho del paisaje de Aragón en su discurso. Es duro y seco como su tierra de adopción. Pero también como las guerras y conflictos que lleva fotografiando y cubriendo para periódicos y radios desde mediados de los años ochenta. Años bajo el fuego y frente a la desgracia y el horror le permiten hablar sin medias tintas.

Ante una cerveza y unas patatas fritas, en una terraza junto a la sala Vimcorsa de Córdoba -donde se expone una antología de 25 años de trabajo dentro de la Bienal de Fotografía-, Gervasio Sánchez aborda la situación del oficio de informar.

Freelance desde sus inicios, la visión de este trabajador autónomo y libre acerca de los medios de comunicación es tan desoladora como algunos de sus paisajes del sitio de Sarajevo. Medios de comunicación inmersos en una profunda crisis no solo de su propio modelo de negocio sino de los principios y valores que han cimentado el oficio durante dos siglos. Las palabras de Sánchez constatan el fin de una época. Un ocaso que, en realidad, lleva advirtiendo desde hace décadas y que parece dar paso a una incógnita no demasiado esperanzadora.

PREGUNTA. ¿Cómo ha cambiado tu mundo, el del periodismo de conflictos, en estos 25 años?

RESPUESTA. La función básica del periodismo no ha cambiado nada. Todo sigue siendo difícil, complicado; te obliga siempre a ser muy exigente con tu trabajo, a ser riguroso, a no dejarte embaucar ni engañar por los que controlan la información; a tener paciencia para hacer buenas historias. Lo único que ha cambiado es la manera de transmitirlo porque hoy en día todo es mucho más rápido. Aunque ya me hubiese gustado a mí, hace 25 o 30 años en Centroamérica o en los Balcanes, tener las tecnologías actuales para poder enviar mis imágenes y mis textos con la facilidad de hoy día. Ahora, cuando estás haciendo una cobertura como la de Afganistán o Irak, sabes que puedes estar escribiendo un texto hasta el último minuto antes de mandarlo, revisarlo hasta el último segundo. Y si te han dicho que la hora tope son las ocho de la tarde, sabes que puedes estar revisándolo hasta las ocho y un minuto. Porque cuando hagas clack en la tecla, tu trabajo va a estar ya en la redacción. En Sarajevo en los años noventa lo más importante era mandar, no era escribirlo. A veces solo tardaba media hora en redactar, pero para enviar el trabajo tardabas dos horas. O tenías que estar esperando en la cola mientras escribías a toda prisa porque en el momento en el que te decían “ahora” era cuando había que mandarla.

P. ¿Las nuevas tecnologías han mejorado el periodismo?

R. Tengo mis serias dudas. Han hecho que todo sea más inmediato, pero la inmediatez es una trampa brutal que casi siempre provoca que el periodismo sea un despropósito y que casi siempre sea de peor calidad.

P. Por mi experiencia, creo que existe mucha menos reflexión. En el periodismo digital, por ejemplo, tengo mucho menos tiempo de explicar al lector lo que está pasando o incluso de entenderlo yo mismo. A veces pienso que Twitter se lo carga todo.

R. Yo he llegado siempre tarde a esas cosas: al correo electrónico, a Facebook y a Twitter. Pero cuando he llegado, he visto que son formatos muy interesantes. Durante un año hice una serie en la que subía diariamente a Facebook y a Twitter una frase. Porque llegué a la conclusión que Twitter se inventó hace 2.000 años. Los filósofos griegos ya escribían frases de 140 caracteres. Frases históricas, magníficas. Ya se intentaba comprimir al máximo la reflexión, como si entendieran que llegaría un día en que todo debería caber en 140 caracteres. Pero tenemos que darle la vuelta a la tortilla. No podemos ser esclavos de las tecnologías. Yo me quedo un poco alucinado cuando veo gente que cuenta en Twitter lo que luego va a escribir. Tú antes veías una historia, la derramabas en un texto, la mandabas y se publicaba al día siguiente. Ese era nuestro leitmotiv. Ahora, hay gente que se pone a contar lo que luego va a escribir por lo que, cuando lo derrame y llegue al lector, ya estará viejo porque lo ha anunciado antes. Yo Twitter lo uso para, cuando escribo un artículo y se publica, difundirlo. Y si es un texto que ha ido en papel, lo rescato en el blog al día siguiente y directamente lo muevo en ese momento en Twitter y Facebook. Hay que usar ambos formatos como efecto multiplicador.

La inmediatez es una trampa brutal que casi siempre provoca que el periodismo sea un despropósito y que casi siempre sea de peor calidad

P. Cuando empezaste a estudiar Periodismo en la Universidad de Barcelona, ¿ya tenías claro que querías contar las historias fotografiándolas? Pero también escribes reportajes, haces crónicas radiofónicas, se te conoce mundialmente como fotógrafo.

R. La primera vez que usé una cámara fue con 20 años. Mi padre tenía una cámara, pero en aquellos tiempos los padres no dejaban sus cámaras a los niños porque se caía y se rompía. Y costaba un pastón. Antes, a un niño no se le daba una cámara, pero mi hijo empezó a hacer fotos con tres años con una cámara muy mala pero, eso sí, hacía unas fotos muy interesantes. Yo empecé muy tarde. Fíjate, dirijo un curso de fotografía en Albarracín desde hace tiempo y me encuentro con chavales de 20 años con los que alucino en colores.

P. ¿Por?

R. Yo con 20 años no sabía ni siquiera la relación que había entre la apertura del diafragma y la velocidad. Me la enseñó el dueño del restaurante de playa en el que yo trabajaba en Tarragona. Resulta que era un entusiasta de la fotografía. Mi padre sabía algo pero no tuve ninguna influencia de nadie que me llevase a hacer fotografía.

P. ¿Por qué empezaste a hacer fotografías?

R. Porque empecé a viajar con 20 años. Y fíjate, mi hijo empezó a viajar con dos. Ahora tiene 17, pero cuando tenga 20 habrá recorrido 40 países del mundo. A su edad, yo ni siquiera había salido de España. Si sigue por este camino, me va a ganar por goleada. En fin, con 20 años empecé a hacer mis primeros viajes y para ello necesitaba una cámara. Yo me compré mi primera cámara con mis ahorros pero se me terminó estropeando porque a mi padre se le cayó y se rompió -lo que son las cosas...- Así que me dejaron otra cámara para viajar. Y por eso empecé a hacer fotos, porque me gustaba el viaje. De hecho, cuando empecé a trabajar, al principio, en los años ochenta y, por ejemplo, volvía de India o de China, Argelia, Túnez, Turquía o Yugoslavia -que fueron mis primeros viajes de esos años- juntaba a mis amigos y les hacía un pase de diapositivas. Así les contaba el viaje a través de imágenes. Yo llevaba mi pequeño guión y les contaba cosas. Luego me di cuenta de que si hacía fotografías y textos podría dar una visión más completa, por lo que empecé a hacer las dos cosas. De hecho, muchos de mis textos son muy gráficos. Yo tenía que estar en sitios en los que algunos de mis compañeros periodistas literarios no tenían que estar. O decían ellos que no tenían que estar porque también he tenido amigos y compañeros de prensa escrita que estaban siempre a mi lado, aunque estuviesen cayendo bombas. Hay gente que dice que es necesario estar en el sitio aunque estén cayendo bombas porque es importante estar viendo con tus propios ojos lo que pasa. Esa fue mi forma de ir metiéndome en este mundo. Primero con un texto, luego con la imagen, luego con la imagen y el texto completo y, al final, se ha convertido en mi forma de trabajar. En mis reportajes yo hago siempre el texto y la imagen siempre. Y durante 30 años, fui el único que publicaba reportajes con texto y con foto. Ahora se ha puesto un poco más de moda por el tema económico: se gana un poco más.

P. ¿Por qué los conflictos?

R. Mira... Mis amigos del instituto me dicen que, con 14 años, yo ya tenía claro que quería ser periodista. Y mis amigos de la Universidad me dicen que en las primeras semanas del primer curso de carrera yo ya tenía clarísimo que quería ir a zonas de conflictos. Quería ir allí para ver con mis propios ojos lo que pasaba. Lo tenía tan claro que durante mis años de universidad ya hice algunos pinitos. Me fui a Turquía con un golpe de Estado, engañando a mis compañeros de viaje a los que les dije que no pasaba nada porque me lo había dicho la embajada. Pero cuando llegamos había un cacao tremendo. Mis amigos quisieron suspender el viaje pero yo quería estar allí. En 1982, estudiando Tercero de Periodismo, fui a Israel durante la invasión del sur del Líbano. Empecé a hacer este tipo de viajes hasta que en 1984, cuando terminé la carrera, ya empecé a trabajar de manera más precisa en los conflictos, sobre todo en Centroamérica y en América Latina en general. Pero siempre tuve muy claro que quería trabajar en conflictos.

P. ¿Cómo se convive con el miedo en ese tipo de sitios?

R. El miedo es el mejor antídoto contra la estupidez. Hay que tener miedo. Si te encuentras con un fotógrafo o con un periodista que te dice que no tiene miedo, el consejo que te doy es que te vayas lo más lejos posible de él porque o está loco o es un insensato. Otra cosa es que el miedo te bloquee. Lo que tienes es que mantenerlo controlado para que te permita olfatear lo que está pasando, sentir cosas. El miedo te produce una especie de sensación de que hay que tener cuidado, medir muy bien los pasos. Y el miedo te permite saber que a veces lo más valiente es dar marcha atrás. Si vas por un camino y no sabes lo que está pasando realmente es más valiente decir no paso por ahí y darte la vuelta que seguir. Avanzar es, a veces, un acto de irresponsabilidad absoluta porque, si no sabes lo que está pasando y vas a cometer un error que te puede costar la vida, eso sí que considero que se le puede llamar un acto de cobardía. En cambio, dar marcha atrás es lo valiente. De la misma manera que, en ocasiones, es mejor no hacer la foto que hacerla. Hay situaciones que vas a poder olfatear porque la tensión, el miedo, la experiencia, el saber medir los pasos te ayuda racionalizar los que estás viviendo y te va a permitir buscar la forma de no cometer un error que te va a costar la vida.

El miedo es el mejor antídoto contra la estupidez. Hay que tener miedo

P. Uno de los principales problemas del oficio es la precariedad. Y eso se ve especialmente en el periodismo de conflictos donde los freelances lo tienen cada vez más complicado.

R. La precariedad siempre ha existido. Incluso en los tiempos en los que más dinero se ganaba con el periodismo existía precariedad. He tenido delante a personas que cobraban 16 pagas al año y que me estaban regateando de forma vergonzosa cantidades vergonzosas de dinero. En tiempos boyantes. Porque esa persona sabía que cuanto más ahorrase mejor iba a ser ese premio en forma a de bono o prima que le iban a dar bajo mano. Algún día daré los nombres y los apellidos de esa gente. Con toda seguridad... Pero la precariedad siempre ha estado presente. Mira, yo me tiré 17 veranos de mi vida trabajando de camarero, desde 1975 a 1991 -hasta dos semanas antes de ira a la guerra de Croacia- porque no conseguía recuperar la inversión de los viajes a través solo de mis textos y mis fotos. Empecé a trabajar con 15 años y hasta los 24 pude ayudar a mi casa y pagarme de mi bolsillo toda la carrera de cinco años de Periodismo. Sin tener que pedir una peseta en casa. Entre 1984 y 1991 viajé a muchos sitios. Todos los 14 de junio estaba sin blanca, nada de nada. Pero los 15 empezaba a trabajar y yo tenía un acuerdo en el bar por el que trabajaba a destajo, al tanto por ciento de lo que se ingresaba cada día. Trabajaba como un cabrón de lunes a domingo durante tres meses. Y los domingos era una locura de trabajo por la de gente que había pidiendo paellas. Así ha sido mi vida siempre. Y gracias a eso, soy como soy. Si hubiese tenido otro tipo de vida, hubiese sido completamente distinto.

Cuando me preguntan cómo puedo hacer fotos, texto y radio, les respondo que es muy fácil. La clave está en levantarte el primero y acostarte el último

Cuando acabé la carrera podía haberme metido en cualquier medio de comunicación. Si hubiese querido ser director de un medio de comunicación importante, sería hoy director de un medio de comunicación importante. Pero claro, bajándome los pantalones y pisoteando los principios básicos del periodismo. Lo podía haber hecho porque dudo mucho que en un medio de comunicación haya alguien con la capacidad de trabajo que tengo yo. Lo dudo. Cuando me preguntan cómo puedo hacer fotos, texto y radio, les respondo que es muy fácil. La clave está en levantarte el primero y acostarte el último. Yo he estado trabajando en coberturas muy duras en las que, cuando mis compañeros estaban cenando, yo estaba trabajando; cuando mis compañeros estaban durmiendo, yo estaba levantado; cuando mis compañeros estaban comiendo yo estaba trabajando. Irónicamente, siempre he dicho que es la mejor forma de volver a casa con siete u ocho kilos menos y con un tipo de puta madre para que la gente te diga qué buen aspecto tienes. Aunque vengas de lo más jodido personalmente. Pero en definitiva, el periodismo siempre ha sido un trabajo precario y va a seguir siéndolo. Y ahora mismo es imposible trabajar. La masa de periodistas que trabaja en zonas de conflictos es la mejor generación de la historia del periodismo español, pero ninguno trabaja con medios de este país.

P. ¿Qué ha pasado con los medios de este país?

R. Este país se ha ido a la mierda porque una pandilla de sinvergüenzas se han dedicado a merendarse los presupuestos y a utilizarlos para intereses personales, para ganar más dinero. Tenemos a consejeros delegados y gentuza variada que han colocado en los puestos claves de la mayor parte de los medios de comunicación a personas pusilánimes dispuestas a aceptar cualquier tipo de limitación de la libertad de prensa.

P. Pero lo que siempre ha dado caché a un medio de comunicación, la forma de medir su prestigio, era a través de su sección de Internacional. Y, concretamente, se valoraba el hecho de poner en el terreno a sus propios periodistas. Incluidas las zonas de conflicto.

P. Está todo muerto. Pero muerto para siempre. Ya no hay ninguna posibilidad de que esto vuelva a ser... No quiero dar nombres porque sería una locura pero... Que te quede claro que está todo liquidado. Te lo dice alguien que tiene 55 años y que lleva tres décadas trabajando y al que, sinceramente, les cuesta mucho toserle. Imaginemos que yo quiero preparar la cobertura de un país en guerra: Ucrania o Siria, por ejemplo. Hace 10 o 15 años pactaba con un medio un acuerdo de comunicación: tanto dinero por tantas crónicas. Ahora, te pagan la mitad o una cuarta parte de lo que te pagaban entonces -a mí quizás no pero sí a la inmensa mayoría- y en vez de comprarte diez, te compran dos. Eso lo vuelve todo imposible. En mi caso, esto es un mal menor porque tengo otro tipo de actividades que me reportan ingresos: doy muchas conferencias, muchos talleres, tengo mis exposiciones, vendo obra... Hace diez años que yo ya olisqueaba lo que podía pasar y durante este tiempo he cambiado mi mesa laboral. Siempre ha estado apoyada en muchas patas: un medio que es el Heraldo de Aragón que me permite facturar tanto al año, otro medio como La Vanguardia que me reorta otro tanto, también la Cadena Ser, conferencias, talleres... Toda va sumando cantidades. Pues bien, la pata periodística hace diez años era de elefante. Ahora es de cigüeña. Si hace diez años todos los medios informativos con los que colaboro hubiesen dicho “este hijo de puta que está todo el día insultándonos y diciendo que nos bajamos los pantalones ante todos los poderes fácticos no va a comer más del periodismo” me hubiesen jodido pero bien. Ahora, con todos mis respetos, esto [levanta el dedo medio a modo de peineta].

Los medios de este país se han ido a la mierda porque una pandilla de sinvergüenzas se han dedicado a merendarse los presupuestos y a utilizarlos para intereses personales

Ahora mismo, tengo una dependencia de los medios de comunicación muy baja porque puedo vivir de otras cosas. Pero todo esto ha sido por una estrategia que yo he establecido porque esto me lo veía venir. Hace 20 años, tenía broncas importantes con mis amigos de el diario El País porque yo les decía que ese periódico se iba a la mierda. Y se lo decía hace 20 años, no ahora que ya se ha dio claramente a la mierda. Es un periódico que continuamente está traicionando los principios básicos del periodismo. Yo trabajaba con ellos pero ya entonces tenía problemas de conciencia, alucinaba que en puestos clave hubiese gente tan depredadora y pusilánime al mismo tiempo, gente sin ningún tipo de criterio... Viendo todo eso, decidí montar una estrategia para cubrirme las espaldas. Tengo claro que no quiero volver a ser camarero, aunque lo podría hacer muy tranquilamente y ganar el dinero que no pude ganar por el periodismo. Pero bueno, he buscado una forma de establecerme haciendo proyectos interesantes. Algunos museos me han empezado a comprar obra y ahora, si mañana todos estos medios se ponen de acuerdo para tumbarme, van a encontrarse con esto [vuelve a levantar el dedo medio a modo de peineta].

P. Casi todos los días se te acerca alguien joven diciendo que quiere dedicarse a tu oficio.

R. Le digo que se largue de este país. Con todo el dolor de mi corazón se lo digo. Que se vaya fuera y que, en vez de hacer un puto máster en El País o en ABC -que hasta ahora lo dirigía uno de mis mejores amigos, Alfonso Armada-, se vaya a El Cairo o a un país donde se hable ruso o chino; que aprenda un idioma duro, además del inglés o alemán, intensivamente. Y que aprenda algo distinto que le dé singularidad a su curriculum. Es la única manera que tiene para trabajar. Aquí es imposible. Acaban de echar a un montón de gente de la Cadena Ser y se han puesto contratar a otros por un tercio del salario. Personas que tienen una calidad periodística, superior de lejos, a los que están de directivos.

P. El panorama es...

R. El panorama es desolador. Y además, yo creo que hay que empezar a decirle a la gente joven que el periodismo ha creado una especie de cuello de botella, una especie de tapón que ya no tiene marcha atrás. La inmensa mayoría de los periodistas que van a salir de las facultades no van a tener jamás trabajo, no hablo de trabajo decente, simplemente de trabajo. Creo que hay que ponerse en plan serio a cerrar facultades y escuelas como locos. Porque no puede ser que cuando yo acabé Periodismo en 1984 hubiese tres facultades en toda España en Madrid, Barcelona y en Navarra y ahora haya 50. Y además mezclándolo todo, Periodismo, Comunicación...

Muchos de estos nuevos medios digitales se han empezado a construir por el tejado en vez de por los cimientos

P. ¿Qué piensas de los nuevos medios montados por periodistas? Siempre en Internet, un sistema que agiliza, permite abaratar costes y...

R. (Interrumpe) Y maltrata laboralmente a los trabajadores. Porque claro, dicen que no tienen publicidad, que no tienen ingresos. Y es que muchos de estos medios se han empezado a construir por el tejado en vez de por los cimientos. Mucha gente que está al frente de estos medios son personas que se han ido de medios tradicionales en los que han hecho cosas que daban vergüenza verlas y que al final se han llevado un finiquito de puta madre que les cubre las espaldas durante años. Al final, hay mucha gente que monta medios que solo crean falsas expectativas. ¿Es posible que una persona que meta 20 historias al mes en un medio digital no llegue al salario mínimo interprofesional? ¿Eso es lógico? Algunos te dicen que como El País paga 40 euros, ellos pagan 50 y se quedan tranquilos. ¿Qué me estás contando? El País debería pagar 300 y vosotros 400. No me cuentes películas, no compares. Si uno paga una mierda ¿tú vas a pagar la misma mierda? ¿Dónde está la alternativa? Muchos de los medios de comunicación de Internet que han salido se han puesto en contacto conmigo al principio. Estoy abierto a cualquier tipo de colaboración y, en todos los contratos que tengo, se especifica que puedo colaborar con quien me dé la gana. En ese sentido, no tengo arrugas en mi curriculum. Pero siempre he rechazado trabajar con estos nuevos medios porque no tienen resuelto el tema de los gastos. Si yo me voy a Afganistán, tengo que pagar unos gastos tremendos: billetes, seguros... ¿Y todo eso quién lo paga? Si el medio me dice que todos los días me va a pagar tanto y me salen las cuentas de la estancia y del mes de descanso necesitaré luego, de acuerdo. Y sí, necesito un mes porque en Afganistán te aseguro que voy a estar ese mismo tiempo trabajando de lunes a domingo sin descanso; levantándome el primero y acostándome el último. Y el mes posterior no es solo para descansar, sino para organizar todo el trabajo realizado y volver a organizar otro viaje. La mayoría de los medios no tienen resuelto todo eso.

P. ¿Y alguna vez has estado tentado de montar tu propio medio de comunicación?

R. Muchas veces. Lo que ha hecho ahora Pedro J. Ramírez [El Español] llevo diciéndolo mucho tiempo. Incluso antes de que Pedro J. tuviese la más mínima intención de hacer un medio digital. Y es que el medio digital que funcione será aquel que consiga dinero y financiación. En el caso de El Español, los inversores han puesto de 100 euros a 10.000. Mi idea no era ni 100 ni 10.000, yo digo que cada uno ponga 365 euros anuales -y en los bisiestos, 366-. Un euro cada día. Y con un año de antelación para que yo pueda empezar a hacer mi equipo y te presente los resultados al año siguiente. Pedro J. es el único que ha hecho algo parecido. El resto de medios no. La gente puede decir lo que sea de Pedro J, pero es un tío superinteligente.

El mensaje que hay en todas las empresas de comunicación es el mismo: si hablas, te corto el cuello; si aceptas lo que sea, te premio

El problema con los medios en general es que hay muy poca autocrítica. Y a eso se une que estamos en una situación de miedo. Mira la gente que han echado de la Ser, eran personas de prestigio pero también personas que se habían mostrado mucho en el escenario. ¿Qué conexión hay aquí? ¿Al final quién se va a la calle? ¿Quién se fue a la calle en el ERE de El País? Mira que había gente para echar directamente, gente que no trabajaba, que no pegaba ni golpe, arribistas. Pero qué casualidad, esos se han quedado todos. Y en cambio, gente fundamental se fue a la calle. Críticos, gente con pensamiento propio que, eso sí, ganaban sueldos más caros. Pero por regla general, entre dos personas con la misma categoría laboral y el mismo salario, se ha ido a la calle el crítico y se ha quedado el arribista. Y pasa en todas las empresas. Y son los que ejecutan los despidos los que luego suben en el escalafón. Qué casualidad que el nuevo director general de la Cadena Ser sea el director adjunto de El País cuando se hicieron los ERE. O que el director de El País de entonces sea el mismo que echó a un montón de gente de Cinco días. Si haces ese tipo de cosas, acabas subiendo en el escalafón. El mensaje que hay en todas las empresas es el mismo: si hablas, te corto el cuello; si aceptas lo que sea, te premio. Es muy grave lo que está pasando. Y no quiero centrarme en Prisa. Ocurre en todos los medios. Y el ciudadano medio no se entera de nada de lo que está pasando. No se da cuenta de que, cada vez que va al quiosco los domingos, le cuesta más caro lo que compra y, además, tiene peor calidad. Los sábados te dan suplementos que son siempre una puta mierda, da igual a qué medio pertenezca. Y no te lo regalan, lo pagas. Es un momento de desconcierto absoluto en el que el periodismo serio está totalmente muerto en este país.

P. ¿Y ahora qué? ¿Hay algún modelo?

R. Modelos hay muchos. El futuro de la prensa en papel es muy difícil porque el papel es muy caro. Empresas digitales... [silencio] Hay modelos de periodismo de investigación, como el de ProPublica, en Estados Unidos. En ese caso, el jefe de la redacción del Wall Street Journal que estaba hasta los huevos de presiones, se encontró con una serie de mecenas que tenían mucho dinero a los que les vendió un medio de comunicación de periodismo de investigación por Internet alternativo que, de entrada, costó 10 millones de dólares a a quienes lo financiaban. Y además, estos no tenían ningún derecho de interceder o inmiscuirse en ninguna de las investigaciones. No se enterarían, de hecho, hasta verlas publicadas. Hay que convencer a alguien para que ponga la pasta y se desvincule. Pero en España, en estos momentos, toda la prensa está en manos de bancos o fondos buitre y gente que pone el dinero a cambio de un tratamiento VIP. Y los medios españoles se bajan los pantalones sin contemplaciones. Por otro lado, el ciudadano medio, los consumidores de información, tienen que tener claro que si no están dispuestos a poner cada año 365 euros de su bolsillo nunca van a tener calidad informativa. Hay que buscar 10.000 españoles capaces de poner cada año 365 euros para que tengas 3,6 millones de euros que te garanticen independencia y calidad.

En España toda la prensa está en manos de bancos o fondos buitre y gente que pone el dinero a cambio de un tratamiento VIP

P. ¿Los medios nos hemos hecho el harakiri al volcar los contenidos gratis en Internet?

R. Los medios son los culpables, ellos han hecho esta especie de daño tremendo al periodismo. Ahora quieren recular pero haciendo trampa: quieren que paguemos en Internet, pero por la misma mierda que nos dan en el papel. Y la gente no se lo cree. El Wall Street Journal fue el primer periódico que dio marcha atrás en el tema de Internet. Su web era abierta, la visitaban 750.000 personas y perdían dinero. Su información era de la máxima calidad, incluso siendo gratuita, pero se dieron cuenta de que era insostenible. ¿Qué decidieron? Poner punto y final. Lo hicieron de pago. Empezaron con 50.000 suscriptores y ahora tienen 400.000. Mantienen la máxima calidad y ahora les da mucho dinero. Ese es el secreto y lo demás son historias para no dormir. Lo que pasa es que hay que tener paciencia, tiempo, tener un proyecto... Y hay que ser independiente de verdad, no solo cuando te echan de un periódico con un millón de euros. Tenemos que quitarnos de la cabeza la idea de que, por hacer webs gratuitas o periodismo alternativo, ya nos sentimos recompensados moralmente. Hay que hacer medios críticos con el poder, medios que tengan cajas de resistencia que les permitan aguantar en las situaciones más jodidas. Si vas a investigar seriamente lo que pasa en una ciudad y vas a meter las narices en los poderes fácticos, vas a tener muchos problemas judiciales. No solo tienes que tener la información contrastada de puta madre, sino que necesitas una caja de resistencia para ir al juicio. De otra forma, seguiremos donde estamos, una profesión que era la mejor valorada en los años setenta y ahora es la peor valorada.

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