Gemma Nierga: “Siempre me ha venido grande el disfraz de estrella”
Callejear con Gemma Nierga por Córdoba es llevar la radio pegada al oído. Ella es la tarde, y ahora también la mañana, de la SER en carne y hueso. La voz más energética de la radio española en años. Su entusiasmo y su interés por todo llega hasta Blanco Enea, en la plaza de San Pedro, el lugar donde se sienta a charlar para CORDÓPOLIS con el objetivo de que la naturalidad radiofónica de la entrevista llene las palabras escritas. Una difícil tarea que ella hace muy sencilla.
La experiencia del cocinero José Mari Blanco, a quien Nierga pregunta con curiosidad y deformación profesional, nos lleva a iniciar la conversación por la, ahora tan de moda, cultura del emprendimiento. Cita a Felipe González, a quien recientemente presentó un libro, “él pone un ejemplo muy gracioso de una persona que va y le pide dinero a sus padres para montar un negocio y los padres horrorizados le dicen que mejor se compre algo seguro, antes le hubieran dicho un piso, ahora que se busque algo seguro y lo último el negocio. Hemos valorado mucho la seguridad laboral y nadie nos ha enseñado a emprender”, reflexiona la periodista.
Es una mañana prenavideña azul invernal y Gemma ha llegado a Córdoba, la ciudad de su marido, con toda su familia de allí para pasar otra Navidad aquí, una especie de fiesta catalanoandaluza. Se nota que adora la ciudad y su gente, tanto, que whassappea a su amiga cordobesa Maribel para decirle “estoy haciendo una entrevista en un restaurante precioso ¿quedamos en una hora para comer aquí?”.
PREGUNTA. ¿Cómo empezó todo en la radio?
RESPUESTA. Yo entré en julio del 89 a una emisora del grupo [Prisa] en Barcelona que se llamaba Radio Trafic y tenía que presentar discos pero no eran Los 40 [Principales]. Daban información del tráfico y yo ponía música de 00.00 a 6.00 de la mañana. Y lo hacía tan mal que me buscaron otra ocupación. No tenía ni idea de los artistas de los que hablaba y me inventaba todo. Estuve todo un verano y un jefe detectó que era tan desastre que me dijo: “te voy a pasar a la onda media, a la radio convencional para que hagas unidades móviles”. Y ahí comenzó mi periplo de la radio.
P. ¿Fue la misma persona la que luego te fichó para Hablar por hablar?
R. Sí, José María Martí. No te confundas con José Martí, el periodista eminencia. José María fue mi profesor en la facultad y me lo encontré de director de Radio Barcelona. Él fue el que me pasó a los magazines, el que me dio el Hablar por hablar primero en catalán, el que propuso en Madrid que lo hiciera en castellano. Me colocó en los raíles por los que fui circulando. Siempre se lo digo, “Josep María, estoy aquí por ti”. Era una niña de 24 años.
P. ¿Y cuántos años tenías cuando diste el salto a La Ventana?
R. 30. Me dio mucho vértigo, el mayor vértigo profesional que he tenido. Había construido poco a poco a mi medida el Hablar por hablar, primero en catalán y después en castellano y me proponen hacer La ventana cuando Javier Sardá se marcha. Por una parte era lo que más ilusión me hacía en una época en la que yo también hacía un programa de televisión llamado Hablando con Gema, un programa de testimonio que emitía Telemadrid y también Canal Sur.
'La ventana' ha sido el mayor vértigo profesional que he tenido
P. ¿Algo así tipo El diario de Patricia?
R. Completamente, igual. Fíjate la decisión que tuve que tomar. Trabajaba en Telemadrid con contrato para tiempo largo y lo que me proponen con La Ventana era como ir a picar piedra periodísticamente hablando. Yo quería aprender, diseñar un programa y aprender a hacer periodismo en la radio. Yo dije que sí pero desde el minuto uno supe que no tenía experiencia en ese terreno. No sé, coger colaboradores, hacer un programa a tu medida diseñando una orquesta que tú tienes que dirigir.
P. ¿Heredaste el equipo de Sardá?
R. No, heredé de equipo de guión a una sola persona, Chiqui Navarro, de colaboradores a Ernest Lluch y Javier Cansado y la tertulia de la cárcel. Heredé esto. Ocurría también que lo que a Javier Sardá le quedaba muy bien a mí no me quedaría bien. Porque yo al principio pensé que si a Javier le funcionaba algo, copiaba la fórmula, la trasladaba al micro y me daba cuenta que a mí no me funcionaba. El programa de Javier tenía gran creatividad y era una radio muy de laboratorio y a mí no me funcionaba. ¿Por qué? Porque yo era más de piel, más orgánica, más de transmitir lo que sentía, ¿no?. Javier es más frío y a mí me funcionaba una radio más de sentimiento, de emoción y, sobre todo, que tuviera que ver conmigo. Poco a poco fui caminando pero fue durísimo.
Javier Sardá tenía gran creatividad y hacía una radio muy de laboratorio y a mí no me funcionaba ¿por qué? Porque yo era más de piel, más orgánica, más de transmitir lo que sentía
P. ¿Echas de menos La Ventana?
R. Ahora aún sí. Han sido 15 años y era muy confortable. Me han sacado de una zona de confort que, eso sí, me permite reinventarme de nuevo. La mañana es otro tempo, otra cosa y me gusta pero claro, ahora cuesta. Echas de menos secciones que a mí me daban la vida.
P. ¿Como cuáles?
R. La cárcel, los locos [Radio Nikosia], Urrutia y Rot, tertulias... me gustaba mucho componer tertulias de gente muy distinta y que hablaran y ahora, bueno, el Hoy por Hoy es diferente. Me acabaré enamorando seguro de este formato distinto pero ahora estoy en ello.
P. ¿Es muy distinto hacer radio por la mañana?
R. El chip de la mañana es más ágil. En la tarde te permites haber digerido mucha información que te ha ido llegando y por la tarde la das al oyente muy cocinada y te permite una cocina muy creativa. Por la mañana las cosas van ocurriendo en el tramo de 6.00 a 10.00, tú lo heredas a las 10.00 y yo he decidido centrarme en la crisis que estamos sufriendo. Hacer contenidos muy cercanos al oyente, muy sociales y noto que estoy encontrando en esta hora de 10.00 a 11.00 un contenido que me hace sentir muy cómoda. Es evidente que en crisis tienes que encontrar la sintonía entre lo que está viviendo el país y lo que tú quieres compartir con ellos. Para que sea armónico, que es una palabra que últimamente utilizo mucho, confortable para todos.
Me acabaré enamorando seguro de este formato distinto de la mañana, pero ahora estoy en ello
P. Pero hay mañanas en las que se hace insoportable conocer situaciones tan difíciles como las que te contaban hace poco desde Sevilla en la Corrala Utopía, donde viven familias sin luz eléctrica y apenas comida...
R. Era duro, ¿eh?. Pero a mí eso me reconcilia con nuestro trabajo, fíjate. Quizás durante muchos años no sé si buscaba contenidos más frívolos, supongo que sí, también más imaginativos y ahora sin marcharme de ese terreno sí me gusta explorar y que el oyente sienta que estamos muy cerca de él. No sé si lo consigo pero lo busco intentando encontrar el equilibrio. No puedes tratar siempre temas muy duros pero tampoco puedes dejar de hacerlo.
P. Han sido muchos años en los que las periodistas, sobre todo, han reivindicado la presencia de mujeres dirigiendo programas en la franja horaria más escuchada de la radio en España, la de por la mañana, hasta ahora siempre reservada a los varones. Y justo llegáis Pepa Bueno y tú a ese horario en el peor momento del país en décadas, no sé si es casualidad
R. Yo no creo que haya una vacación feminista por parte de unos jefes que han decidido colocar ahí a dos mujeres. La intencionalidad es periodística y de criterio de dividir la mañana en dos con dos perfiles que casaban bien, el de Pepa y el mío. Han buscado dos perfiles periodísticos más que el hecho de buscar a dos mujeres, eso me consta que es así. Que hayan sido dos mujeres está muy bien, a mí me alegra mucho pero ya está.
Pepa Bueno y yo hemos intimado de una forma que da rabia (risas) entiéndeme cómo lo digo, que nos hemos hecho verdaderamente colegas y muy cómplices. Nos gusta trabajar juntas, nos gusta negociar las cosas, discutirlas y, sobre todo, reírnos juntas
P. ¿Te sorprendió mucho que te ofrecieran la mañana?
R. Sí. No lo esperaba en absoluto. Vuelvo a esa zona de confort que te decía en la que yo hacía La ventana en donde yo creía que todo estaba bien y me consta que estaba bien pero no me imaginaba que me propusieran marcharme para cambiar. Fue una cena con mis jefes, me lo propusieron, me sorprendió y me agradó mucho que la otra persona fuera Pepa.
P. ¿Os conocíais?
R. No. Pero me gustaba el reto. Y cuál ha sido nuestra sorpresa que hemos intimado de una forma que da rabia [risas] entiéndeme cómo lo digo, que nos hemos hecho verdaderamente colegas y muy cómplices. Nos gusta trabajar juntas, nos gusta negociar las cosas, discutirlas y, sobre todo, reírnos juntas. Nos reímos mucho. Pepa es muy divertida. Nos da mucha satisfacción. Liarte la manta a la cabeza, trabajar con una persona a la que no conocías y que no haya un ápice de problemas, de dudas, de envidias, de disparidad de criterios, que a veces los hay pero lo resolvemos muy bien. Decimos en broma que somos pareja de hecho. Hubiera sido bonito hacer esta entrevista las dos juntas porque es... te hubiera encantado.
No soy yo mujer que aspire a tenerlo todo. Soy de carácter conformista e intento adaptarme muy bien a lo que tengo. Es poco, me gustaría tener más pero bien, está bien
P. Decías antes que echabas de menos la tertulias, ¿también las entrevistas a ministros y políticos?
R. No, lo hace Pepa y está bien que lo haga ella. No es lo que más echo de menos. Quizás echo de menos determinado tipo de entrevistas de contenido profundo, social, político, no necesariamente siendo a políticos y eso forma parte de la franja de Pepa. A veces digo “ay, me gustaría hacer alguna” pero no pasa nada. No soy yo mujer que aspire a tenerlo todo. Soy de carácter conformista e intento adaptarme muy bien a lo que tengo. Es poco, me gustaría tener más pero bien, está bien.
P. Creo que funciona mejor el formato de cuatro horas llevadas por Pepa y las dos y media siguientes por ti...
R. Es que es lo lógico. Si tú a las diez tienes a Antonio Banderas y después tienes que hablar con una mujer desahuciada y después charlas sobre televisión... son contenidos que requieren una preparación y lo otro requiere otra. Por eso estamos cada una muy cómoda en su franja.
P. Es que mucha gente no sabe el esfuerzo de preparación y de trabajo que requiere cada minuto de radio.
R. Sí, yo empiezo mi tramo a las diez y estoy sentada cada día en mi mesa a las siete de la mañana y la gente me dice “ostras, ¿tres horas antes?” Si pudiera estaría cinco antes. Me he impuesto este horario para levantarme a las seis y tener tres horas para visualizar el programa. Es que hay que entender el día, no despistarte en algo que debas reflejar en el programa porque esté pasando, meterte el día en la cabeza requiere un rato largo, así que a las siete está allí todo el equipo pinchado.
Frente al micro, aunque me da vergüenza decirlo, empatizo muchísimo
P. ¿Te identificas con la imagen que te has construido, o que proyectas, como dueña de la radio más amable, emocional y cercana?
R. Yo creo que lo he agudizado frente al micro, se ha perfilado con mucha claridad, mucho más de lo que lo soy en la vida real. Doy esa imagen porque es verdad que frente al micro, aunque me da vergüenza decirlo, empatizo muchísimo. Me encanta escuchar porque como periodista no se me puede escapar nada del entrevistado y esto lo he entrenado mucho porque todos decimos mucho y callamos también mucho. Y eso me debe dar ese carácter más amable. Me pasaba en el Hablar por hablar, que me decían “qué tierna, qué amable” y yo pensaba “¿ah sí?”. Es como que descubrí un personaje que se iba dibujando a fuerza de horas y horas de radio pero que en mi vida no lo tengo tan perfilado. En mi vida soy más complicada y es bueno que sea así. Soy más de altibajos anímicos, no siempre tengo ganas de sonreír, aunque es verdad que por defecto sonrío, ante la duda sonrío. En el cole era siempre la que sonreía, aunque creo que como mecanismo de defensa, de no saber cómo comportarte, por timidez. Es como una máscara...
P. A mí me da que en tu caso no es ninguna máscara.
R. No, pero, mira, con Juan Carlos Ortega [humorista y colaborador de Gemma desde hace años] tenemos una broma cómplice sobre que somos payasos tristes. Es una broma llena de verdad, de las que dices “¿Cómo puede ser que esté llorando por dentro y no me salga ponerle mala cara a nadie?”. A mi marido, probablemente, a mi padre, que lo tengo estos días por Córdoba, con ellos sí te sale ser huraña, rabiosa, ya sabes la confianza... Pero después, chica, no sé, de cara a la galería debo ser no sé si falsa. Yo que me he psicoanalizado he trabajado mucho esa imagen que doy.
Juan Carlos Ortega y yo tenemos una broma cómplice sobre que somos payasos tristes
P. Cuando llegaste a trabajar con nosotros a Radio Córdoba, al venir a vivir aquí (2004) aquello fue una pequeña revolución en la redacción. Que apareciese una estrella de la cadena a compartir estudio con los locutores cordobeses no era lo habitual. Y recuerdo que todo el mundo nos decía “Gemma es muy normal, una antiestrella, ya veréis”...
R. Sí que te diré que ahí no hay ninguna fachada ni ningún maquillaje. Cómo explicártelo para que no suene raro, soy muy normal. Nunca me he sentido cómoda en el disfraz de estrella, siempre me ha venido grande y siempre me vendrá grande. Me ha sobrepasado tanto lo que me ha ocurrido, tanto, que esa sensación de “¿cuándo se darán cuenta que esto es un bluf?” me ha acompañado siempre. Eso es carácter. Es mi forma de ser. En el colegio era muy perfeccionista pero si sacaba un ocho quería y un diez y lloraba. Siempre anhelaba más, siempre pensaba “yo lo hago peor”. En el fondo es compararse con los demás y pensar que los demás tienen algo que yo no tengo. Bueno, es un carácter complicado.
P. ¿Y nunca has pensado en lo que tú tienes que los demás no poseen?
R. Pocas veces.
P. Por ejemplo, eres de las pocas periodistas que conozco que no teme decir con total naturalidad en antena que no sabe sobre algo.
R. Probablemente sí, pero yo a eso le veo poco mérito. Este trabajo nuestro lo entiendo como un ir aprendiendo cada día. Es tan difícil hacer cada día el programa, era tan difícil hacer La ventana, el Hablar por hablar, es un aprendizaje que no me permite subirme a la parra ni tener sensación de superioridad ante nadie porque lo que me queda por aprender, por perfeccionar, por pulir, por hacerlo todo mejor: hablar mejor, expresarme mejor, leer más, ir más al cine, al teatro... todo. Me parece un continente amplísimo en el que yo he puesto un pie y veo el horizonte y digo “lo que me queda”. Esto lo aplico a la vida también. Me halaga que la gente me reconozca pero puede más el rubor que siento por dentro.
P. ¿Cómo recuerdas aquella etapa cordobesa?
R. Me hablas de Radio Córdoba y la recuerdo con tanto cariño, me sirvió de tanto trabajar con vosotros. Llegar a una emisora pequeña viniendo de una grande donde el trabajo está tan distribuido y veros a todos haciendo de todo -crónicas, ruedas de prensa, móviles, programas en donde el locutor lo hace todo y se escribe el guión- y yo os miraba y pensaba “jopé, esto sí que es digno de aplauso”. Yo tenía un equipo de guionistas escribiéndomelo todo, hasta el “hola, buenas tardes”, todo, ¿no?. Esa etapa me sirvió porque pude intimar con compañeros periodistas de una emisora más pequeña y establecimos unos lazos entre nosotros muy sólidos. Un día un compañero de la emisora me dijo “hemos ido a tomar muy pocos cafés juntos y ya mismo no podremos tomar ninguno” y yo le dije “es verdad, Tomás”. Siento que desaproveché en parte una etapa en la que podría haber tomado más cafés con vosotros porque era evidente que eso caducaba, que acabaría algún día. Ahora entro en la radio y recupero un sentimiento de mucho cariño.
Yo me había enamorado de un hombre y me había venido a su ciudad en la que yo no conocía a nadie. Los de la radio erais mi gente
P. Fue muy bonito para nosotros también.
R. Pero aprendíamos juntos, Marta. Fue bonito cuando Manolo Yélamo [director de Radio Córdoba entre junio de 2003 y febrero de 2005] me dijo aquello de “te he montado un despachito” y yo le contesté “a mí no me encierres en un despacho que ahí me deprimo, Manolo, si yo lo que quiero es hacer amigos”. Yo me había enamorado de un hombre y me había venido a su ciudad en la que yo no conocía a nadie. Erais mi gente.
P. Contigo vimos cómo se hacía la radio de verdad, pero también fuimos conscientes de las grandes diferencias entre realizar un programa de radio para grandes audiencias y hacerlo a nivel local. Éramos gente que no teníamos ni idea de lo que era hacer un programa con productores, con guionistas...
R. Sí, pero ahora no es una época para reclamar más medios. Nosotros ahora nos estamos acostumbrado a trabajar con muy pocos medios ¿sabes?. Donde hacíamos un programa con ocho ahora lo hacemos con cinco y cuando alguno estamos de vacaciones lo hacemos con dos, como hoy estamos haciendo el programa. Pero no pasa nada, es adaptarse a lo que va viniendo, que no es bonito ni es agradable, pero es lo que tenemos.
P. En tu época cordobesa recuerdo que era un espectáculo verte hacer el programa, por lo que gesticulabas y lo que lo vivías. Ahora, todo el mundo tiene acceso a verte, a veces, cuando tienes algún invitado famoso en el estudio y se activa la webcam para seguir la entrevista en streaming por la web de la SER.
R. [Risas] Yo recomiendo a todo el mundo que no me vea, lo pido por favor. A mí me avisan que hay webcam pero yo me olvido. ¿Entonces qué pasa? que yo empiezo a gesticular, a bailar... Carles Peña a veces por cascos me dice “te están viendo”, entonces yo recompongo mi figura y me pongo en plan presentadora formal.
P. Ocurrió hace poco con el profesor Juan Carrión, quien inspira la última película de David Trueba, Vivir es fácil con los ojos cerrados, que reflejabas lo que disfrutabas por el juego que el invitado estaba dando en antena.
R. Bueno es que ese profesor, cómo era ese profesor. Me encantó la película y esa entrevista es de las bonitas, bonitas que yo recuerdo.
P. En cuanto a los momentos tuyos en la radio que no se olvidan, se me han venido dos a la mente preparando esta entrevista. El primero, el día siguiente del asesinato de Ernest Lluch y tu incapacidad para reprimir las lágrimas al empezar La ventana.
R. El otro día por primera vez después de 13 años escuché la grabación de ese día. No la había oído nunca, no había querido. Un compañero mío la grabó en un cassette y puso en la carátula “algún día lo querrás oír”. Hace poco hicimos reforma en casa y apareció una caja con cintas donde estaba ésta. Me dio palo volverlo a oír porque lloré mucho y tuve que hacer un gran esfuerzo por hablar aquel día pero lo escuché y me quedé hecha polvo. Sin duda ha sido el momento más duro que he vivido frente a un micro.
La muerte de Ernest Lluch sin duda ha sido el momento más duro que he vivido frente a un micro
P. Pero me impactó aún más el relato de María Belón, la superviviente del tsunami que luego inspiró la película Lo imposible. Una mujer que no pudo contar mejor en la radio su dramática experiencia. Me impresionó más escuchar su relato que verlo en la película de Bayona.
R. Fue un 26 de diciembre, tres años después del tsunami. Lo de María Belón es el episodio que más me ha marcado en positivo, todo lo contrario que el de Ernest, que fue en negativo. Una historia que revela la grandeza de nuestro medio. María llamó un día por casualidad para hablar con la cantante Luz, para pedirle una canción, y dijo “yo he vivido el tsunami”. Un compañero mío escribió en una libreta María Belón, superviviente tsunami por tener el contacto si alguna vez lo necesitamos en un cuaderno lleno de nombres. Y cuando se acercó el aniversario del tsunami dijo “oye, ¿no os acordáis que llamó una mujer que dijo ser superviviente?” y esto, que se lo he dicho a María muchas veces y por eso te lo cuento, yo pensaba “debe ser una loca que se lo inventó”. Entonces la llamamos y le preguntamos “¿pero de verdad tú estuviste en el tsunami?”. Al ver que era verdad, la invitamos a contar lo que es la película Lo imposible y cuando acabó la entrevista, que era grabada, ella dice que yo le dije, aunque no lo recuerde “María, prepárate para lo que te va a venir después de lo que has contado aquí”. Y efectivamente, Jota Bayona llamó y el resto es historia y es brutal. María ahora da unas conferencias tituladas Lo que de verdad importa y habla de todo lo que ella vivió. No hay un medio que pueda conseguir tirar de la cabeza de un hilo y montar una historia. Nuestro hilo fue un cuaderno donde ponía “María Belón- tsunami”.
Lo de María Belón es el episodio que más me ha marcado en positivo, todo lo contrario que el de Ernest. Una historia que revela la grandeza de nuestro medio
P. Gracias a aquella experiencia de tener un trozo de La ventana en nuestra redacción cordobesa acortamos distancias con los grandes programas de la SER.
R. Claro, pero el aprendizaje fue mutuo. Porque nosotros muchas veces desde las grandes ciudades reclamamos algo a los compañeros, como “oye llama a Córdoba y que debajo del árbol de la Corredera hagan una móvil de un minuto”. Claro, tú no sabes si ese compañero al que le pides la móvil tiene el día a tope, tiene que cubrir cuatro ruedas de prensa, sacar diez cortes, dejar hecho Matinal, Hora 14... A mí estar allí me sirvió para no ser tan arrogante a la hora de llamar a una emisora pequeña y exigir lo que fuera.
P. ¿Qué hemos hecho tan mal los periodistas como colectivo para que la mayoría lleve estando en precario tanto tiempo, desde mucho antes del estallido de la crisis?
R. Yo no lo sé. De entrada me da reparo que la precariedad se deba a que hemos hecho algo mal. ¿No habrán hecho algo mal las empresas periodísticas y los grandes editores?
P. Eso por supuesto, pero nosotros lo hemos permitido y en otros colectivos no ocurre
R. No lo sé, desde luego no lo había pensado en estos términos de haber aceptado lo inaceptable. El ejemplo de Canal Nou nos puso un espejo a todos que a algunos nos llegó a ruborizar. Los periodistas hemos estado acostumbrados a trabajar bajo el paraguas de empresas, algunos en trabajos muy longevos, la mayoría. El aprendizaje nuestro ahora es a movernos por esta selva por nuestra cuenta y no lo sabemos hacer. No tengo mucho discurso en este tema. Que hemos aguantado mucho, sí, incluso antes de la crisis pero que nos pidan heroicidades ahora tampoco. Llámalo comodidad, cobardía... Para muchos siempre ha sido una batalla que teníamos que librar dentro de nuestras empresas y hemos batallado por defender nuestra dignidad, nuestra forma de trabajar.
Retransmití el cierre de canal Nou en directo y me preguntaba ¿qué hemos hecho para permitir esto? Y los propios trabajadores se preguntaban ¿cuánto hemos tragado para llegar aquí?
P. Pero muy desunidos como colectivo.
R. Muy desunidos, sí, mucho. Yo retransmití el cierre de canal Nou en directo y me preguntaba ¿qué hemos hecho para permitir esto? Y los propios trabajadores se preguntaban ¿cuánto hemos tragado para llegar aquí?
P. Mayka Navarro [periodista de El periódico de Cataluña y colaboradora de Hoy por Hoy] te preguntó el otro día en antena si entrevistarías a Miguel Ricart.
R. Mira, la pregunta es muy interesante por eso se la pregunté a ellos [a Mayka y a Jesús Duva, su compañero de sección] y por eso ella me la devolvió. Desde que ocurrió aquello, que después de un silencio contesté “si impongo yo las condiciones, sí”, han pasado los días y a medida que han pasado me he dado cuenta de que haría la entrevista a Ricart. He cambiado de opinión. No creo que me pueda interesar nada, más allá del morbo, lo que diga.
P. ¿Y a José Bretón, se la harías?
R. A mí me cuesta mucho verle interés informativo entrevistar a personas que han cometido atrocidades de este tipo. Y fíjate que te lo dice una persona que ha hecho 15.000 entrevistas de tipo humano buscando ese fondo. Pero cuando la fama que acompaña a estas personas es tan inmensa, se magnifica tanto todo lo que va a decir que pierde todo el sentido para mí. Yo he entrevistado a asesinos y violadores cuando hacía mi espacio de la cárcel y era un entorno tan anónimo el que sucedía la entrevista que creo que respetábamos muy bien el contenido. Yo no sé si ante un José Bretón o un Anglés eso se podría respetar. Se magnificarían y acabarían en todos los programas de televisión por lo que tú ya no controlas el medio donde eso va a llegar. Tú controlas el mensaje que te da esa persona pero nada más. Y por miedo a equivocarme, no la haría. Porque es un caballo sin control.
A mí me cuesta mucho verle interés informativo entrevistar a personas que han cometido atrocidades de este tipo, como Miguel Ricart o José Bretón
P. Saltando del mal al bien ¿qué le preguntarías al Papa Francisco?
R. Le preguntaría si es verdad la imagen que está dando. Le preguntaría esto. El caso es que me la creo, pero tengo mi duda. Para mí, que no soy creyente, es un Papa diferente y como figura política y simbólica y como líder máximo de los católicos yo le preguntaría ¿no nos dará alguna sorpresa algún día? ¿Es verdad lo que estamos viendo? ¿Es usted de verdad? ¿Lo que dice es así? Porque a mí me gusta desde el primer discurso. Creo que comunica muy bien.
P. Fíjate lo que dice el Papa y mira la contrarreforma de la ley del aborto que está en curso ¿Crees que existe alguna posibilidad de frenarla?
R. Ojalá la haya. Haré todo lo que esté en mi mano, que será muy poco, para frenar esta barbaridad. Es un sinsentido, una concesión a la Iglesia que no a los católicos, porque muchos de ellos están en contra. Una concesión al aparato de la Iglesia que no nos merecemos las mujeres. Hay que llamarla Ley Gallardón que ha recortado nuestros derechos. No me digas que no da pereza histórica volver a hablar en el año 2013 del aborto cuando en realidad no bajará el número de abortos, al contrario. Quien quiere abortar, quien no quiere tener una criatura, no la va a tener. Va a hacer lo que sea y esta ley no lo va a impedir. Lo que sí impide es que se haga en condiciones sanitarias decentes. De nuevo a la clandestinidad, lo que me parece un insulto abominable. A mí no me gusta decir “estoy a favor del aborto”, no, nadie puede estar a favor del aborto, un hecho triste, dramático, horrible, en el que nunca nadie quiere encontrarse. Un hecho del que todas nos manifestamos en contra porque no queremos tenerlo que vivir. Pero si se da el caso de un embarazo no deseado, bueno pues esa mujer en las primeras 14 semanas debe poder decidir si quiere o no tirar adelante con ese embarazo. Ojalá se pueda parar y no puedo comprender cómo las mujeres del Partido Popular pueden estar a favor de esta restricción.
La reforma de la ley del aborto es un sinsentido, una concesión a la Iglesia que no a los católicos, porque muchos de ellos están en contra
P. ¿Y Cataluña, Gemma?
R. ¿Lo dejamos? ¿Hacemos las fotos?
P. Entiéndeme, he de preguntarte por esto.
P. Solo te diré que me preocupan muchos otros temas más y antes que el referéndum por la independencia que se está organizando. Me preocupa tanto lo que hemos hablado del aborto, los recortes, que mi padre tenía que ir a la Seguridad Social por una cosa de la vista y tiene una larga lista de espera. Hay tantos temas que me preocupan que éste no está en mi lista. Y si me tengo que colocar en algún lugar porque tú mereces más respuesta, te diré que estoy en el terreno de los grises en el que creo que nos movemos muchos catalanes. No lo tengo nada claro.
P. ¿Eso significa referéndum sí?
R. Yo referéndum sí, segurísimo. Porque hay un sentir popular mayoritario que pide ir a votar. Para mí es inconcebible que con argumentos peregrinos se diga que no.
En cuanto al asunto de la independencia catalana te diré que estoy en el terreno de los grises, en el que creo que nos movemos muchos catalanes. No lo tengo nada claro, pero referéndum sí
P. ¿Crees que saldría el sí de celebrarse?
R. No lo sé. Puede que un sí demasiado justo, un sí abrumador, no.
P. ¿Tus hijos hablan catalán y castellano?
R. Perfecto ambos idiomas. Mientras salga el ministro Wert y nos quiera quitar el catalán, la cosa irá a peor porque nosotros hemos estudiado así. Allí, la inmersión lingüística consiste en estudiar el catalán y no es verdad lo que dice el ministro de que no soportamos el castellano. Por favor, pero qué barbaridad. Lo que se protege es que no haya niños del catalán y del castellano. Todos aprenden los dos idiomas. A mí me emociona cuando oigo a un taxista, que todos son de Córdoba y cuando oyen a mi marido le dicen “hombre, usted es de Córdoba”, y me encanta cuando me dicen “mis hijos nacieron aquí, uy, los tendría que ver, uno es profesor de universidad”. Y esto se ha conseguido gracias a una ley que ha hecho que todos, el hijo de quien sea, hablen un idioma perfecto y el castellano por supuestísimo, eso se da por supuesto. El tema del idioma para nosotros es donde duele de verdad. Cuando vienen con leyes y nos tratan de no querer aprender, nos duele.
El tema del idioma para nosotros es donde duele de verdad
P. Como catalana, donde siempre habéis vivido rodeados de andaluces, quien te iba a decir a ti que Córdoba acabaría siendo el sitio de tu recreo.
R. Sí, sí, sí. Cuando mi hijo Pau de ocho años llega a Córdoba, se baja del tren y siempre me dice “mama (con acento en la primera a) es que a mí me encanta Córdoba”. O sea, ve el color del cielo y empieza a andar por Los Patos, por donde siempre hacemos el camino hacia casa, y siempre dice “es que Barcelona es tan diferente”. Su padre y yo le hemos trasmitido el amor por una ciudad para nosotros muy importante, donde nos enamoramos, nos casamos, donde hemos tenido a nuestros dos hijos y aunque no vivamos aquí, nos sentimos muy cerca de Córdoba. Mantenemos nuestro piso aquí porque nos gusta tener casa en Córdoba, es nuestro rincón. Nos sentimos tan cómodos aquí, la medida de la ciudad es tan cómoda, la medida de la gente... Ayuda mucho la pandilla de amigos de Jose, que son muy buena gente, son muy entrañables y saben mantener la amistad.
Hemos transmitido a nuestros hijos el amor por una ciudad (Córdoba) que para nosotros muy importante, donde nos enamoramos, nos casamos, donde hemos tenido a nuestros dos hijos y aunque no vivamos aquí, nos sentimos muy cerca de Córdoba
P. Pero conciliar una vida entre Barcelona, Madrid y Córdoba con dos niños pequeños no debe ser tan cómodo.
R. Bien sí, no es difícil porque el horario en el Hoy por hoy me ha hecho ganar unas horas por la tarde que son para ir al cole a buscar a mis hijos, jugar. Tengo dos jornadas yo, una es la de la radio y la otra la de madre toda la tarde. Córdoba es lo más difícil de poder meter. Venimos solo en puentes y vacaciones. Es una ciudad que me da mucho, que me calma.
P. Se te suele oír más relajada cuando haces el programa desde aquí.
R. Yo creo que sí. Es verdad que la medida ayuda mucho y cuando mi marido se vino a vivir a Barcelona recuerdo que le deprimía el metro. Aquí caminas, ves el cielo, te toca más el aire.
0