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Paraísos desaparecidos: los patios perdidos de Córdoba

Estado de abandono de Badanas, 15

Rafael Ávalos

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La repercusión del certamen provoca en ocasiones, casi siempre en realidad, que no se tengan en cuenta otros aspectos. En cierto modo, resulta lógico por mucho que la Fiesta sea un auténtico emblema de la ciudad; y también por mucho que la costumbre habitacional perdure. Más allá de la brillantez del Concurso de Patios, que este año se celebra en el marco de su centenario, existen problemas importantes relacionados con esta tipología de vivienda. Uno de ellos es el olvido en que caen determinadas casas y el riesgo que de ello sufren otras de cara al futuro. De esta forma, son bastantes los paraísos desaparecidos en Córdoba desde hace años. Tal circunstancia se refleja muy claramente en el caso de una de las calles más populares en este ámbito. Se trata de Montero, que en cierto modo establece la línea divisoria entre dos barrios presentes en gran número en cada edición de la celebración: San Lorenzo y San Agustín.

Claro ejemplo de la pérdida de casas-patio en Córdoba se encuentra precisamente en la medianía de dicha calle. Porque en el 31 de Montero, que casi hace esquina con la vía Rivas y Palma, unas vallas ocupan el acerado delante de una fachada. Es, claro, la de esta construcción, que hoy en día no sólo está en situación de abandono o falta de vida sino en estado ruinoso. De ahí los elementos de seguridad, que son disuasorios para los viandantes: se hace necesario a esta altura de tan conocido rincón, también por el Carnaval, el tránsito por la carretera. Lo curioso en este caso es que el recinto participó en tiempo reciente, al menos relativamente, en el Concurso. Intervino en los años 1990 y 1999, de forma que su entrada en el ostracismo fue rápida. Ahora, dicho inmueble amenaza con derrumbarse en cualquier momento. Pero aun así es posible observar su calamitosa realidad a través de las ventanas de su parte en Guzmanas.

En la calle Montero hubo otros espacios con clara participación en la celebración más relevante de la ciudad y sin duda la más significativa del Mayo Festivo. No cabe duda que el más recordado es el que escondía la vivienda número 12, que presentaba no uno sino tres recintos en cadena. Su imagen fue muy conocida allende las fronteras de Córdoba, ya que incluso dio forma a un puzle de la marca Educa décadas atrás. A su cuidado estaba Antonio el Calichi, una institución en San Agustín y en el Concurso de Patios. Por fortuna, este inmueble fue adquirido por una cooperativa de vecinos que en la actualidad continúa con la rehabilitación. Lo cierto es que desde hace años resulta imposible ver desde la calle esos tres espacios corridos que tanta fama reportaron a la ciudad cuando todavía era impensable la declaración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, como sí era factible antaño. 

Pero estos son sólo algunos de los ejemplos de muchos otros patios perdidos, entre los que se hallan verdaderas joyas. Sin ir más lejos, en la Judería se levantaba una vivienda que obtuvo gran prestigio dentro del Concurso y de la propia capital. Es el 6 de Albucasis, que además de lograr diversos premios a lo largo de sus más de tres décadas de presencia en el certamen recibió un galardón por mantener abiertas sus puertas durante todo el año. Fue en 1977 y en forma de placa al Mérito Turístico. Así, dicho patio tenía ganado un hueco relevante en la Fiesta y en la propia ciudad, más allá de la belleza que conseguían sus cuidadoras. En 2003, por cierto, también recogió otro reconocimiento a modo de homenaje por su antigüedad y peso específico dentro de la celebración. Actualmente está en situación de abandono a pesar de que hubo proyectos diversos para su recuperación.

Tampoco se encuentra en buen estado uno de los recintos más premiados a lo largo de la centenaria historia del Concurso. Se trata en esta ocasión del número 15 de la calle Badanas, en el barrio de San Francisco y en paralelo al Paseo de La Ribera. En el exterior se hace perfectamente perceptible el estado del inmueble, con una fachada que mantiene su blanco encalado pero con desconchones y tibieza de color. Adiós dijo la ciudad también a otros patios emblemáticos, como el 8 de Empedrada, que obtuvo el primer premio en la edición inaugural, allá en 1921. Cierto es que la casa está en pie, pero muy cambiada y sin el espacio en el certamen. O por ejemplo el número 2 de Polacas, cuyo nombre en la celebración surgió a partir de una de las circunstancias más curiosas y recordadas. En 1979 el dueño del edificio quiso echar a sus vecinos y aludió estado ruinoso del inmueble. La casa presentaba importantes desperfectos, sí, y por ello los residentes trabajaron para presentarla ante el jurado, que concedió el primer premio.

Del olvido se pudieron salvar, por fortuna, otros patios emblemáticos. Los principales ejemplos son el número 11 de San Juan Palomares -antiguamente el 84- y el 4 de la calle Trueque, ambos en San Lorenzo; el 1 de Siete Revueltas -que en su día fue el 3-, en Santiago, y el 44 de San Basilio -que antes correspondía al 50-, en el Alcázar Viejo. Todo fue gracias a la intervención de las asociaciones Claveles y Gitanillas y Amigos de los Patios y de Vimcorsa -empresa municipal de vivienda-. Estos recintos, igual que la mayoría de los anteriores y de los perdidos, cayeron en el abandono tras el adiós de sus cuidadores y cuidadoras -por defunción casi siempre es esto-. Precisamente ésta es la clave del deterioro de muchos inmuebles de esta tipología, la defunción de sus habitantes. Un problema que persiste aún hoy pues son muchas las personas mayores que continúan como almas vivas de las casas-patio. De ahí que haya temor a que en adelante desaparezcan, totalmente o del Concurso, otros espacios de importancia.

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